REPORTAJE
La historia de los objetos perdidos en el Támesis... y de quienes se dedican a buscarlos
Los tramos fangosos del río londinense ofrecen un vínculo tangible con el pasado, así lo cuenta la británica Lara Maiklem en este libro publicado por Capitán Swing
Cosas de barcos

«Colecciono lo que otros han perdido; yo nunca pierdo nada», escribe Lara Maiklem en las páginas del libro 'Mudlarking. Historia y objetos perdidos en el río Támesis' (Capitán Swing), un recorrido por la ciudad de Londres y la historia de sus habitantes a ... través de los utensilios que la autora ha encontrado en el barro a orillas del río inglés. Cuando Maiklem empezó a hurgar en el fango durante sus largos paseos para despejar la cabeza cuando llegó a la ciudad en los años noventa, no era consciente de que lo que hacía tenía un nombre.
Los primeros «mudlarkers» (rebuscadores de barro) deambulaban a ambos lados del río cuando bajaba la marea. Lo hacían para recoger carbón, hierro o clavos de cobre que vendían a cambio de medio penique, galletas o carne. Dos siglos después, enfundada en unas botas de goma, Maiklem camina más de una milla y recolecta los objetos que el agua atrae a la superficie: desde insignias medievales de peregrinos, alfileres antiguos o zapatos de los Tudor hasta matrices de una de las tipografías más importantes del siglo XX. «Todavía llevo puestas mis sucias botas de goma, las rodilleras, los guantes azules de látex y ropa impermeable. No hay duda de que he de tener una pinta extraña y me pregunto si la gente me mira como solían mirar a Peggy Jones, una rebuscadora que trabajaba en el río justo por debajo de donde yo lo hago». La historia de Jones apareció publicada en la prensa en 1820. Según las crónicas y grabados de la época, esta mujer, de unos 40 años, trabajaba en el tramo de Blackfriars, vadeando el agua, que le llegaba casi hasta a la cintura, y sacando el carbón que tanteaba con los pies.
Historia líquida
Nada más comenzar el libro, la socióloga y antropóloga Lara Maiklem aporta al lector una definición canónica de «mudlark». Define a quienes se dedican a esta actividad como «aquella persona que rebusca restos aprovechables en el lodazal de un río o un puerto». El Támesis es historia líquida y posee el paisaje arqueológico más largo de Inglaterra.«Miles de los objetos que llenan los museos británicos proceden de su orilla. Hay numerosas espadas, escudos y lanzas de la Edad de Bronce y la del Hierro que se han encontrado a lo largo del tramo que va de Vauxhal a Teddington, entre los que se incluye el famoso escudo de Battersea, pero también miles de otros objetos que remiten a las vidas previas de la ciudad y sus habitantes», escribe la autora.
A diferencia del Sena o el Amstel, el río que atraviesa el centro de Londres es de marea. Durante unas horas al día, el movimiento de sus aguas deja a la vista el contenido durante años depositado en el fondo: botones que saltaron de un abrigo, la hebilla de un zapato, el trozo de una pipa… posesiones de gente corriente. Para algunos, la orilla del Támesis es un campo de batalla, un lugar de pequeñas rencillas, disputas y competencias, escribe Maiklem. Lo fue en el XIX y sigue siendo así. «Los rebuscadores modernos se agrupan en dos categorías bien diferenciadas: cazadores y recolectores. Yo pertenezco al segundo grupo».
A mitad de camino entre el ensayo divulgativo, la bitácora o el diario personal, este libro habla de la naturaleza melancólica, curiosa y periférica del que busca en medio del caos. Para Larkin, el coleccionista y rebuscador de todo lo importante se encuentra en la orilla, el lugar donde todo está fuera de contexto. Inscrita en la tradición de personajes como Ivor Noël Hume, Maiklem traza un hilo con este arqueólogo autodidacta que excavó los emplazamientos que quedaron a la vista en la Segunda Guerra Mundial.
Lámina de plomo
Las historias sobre los objetos que consigue Maiklem pueden ser más o menos curiosas, pero hay una en particular que se distingue por su belleza. A comienzos del siglo XX, Thomas James Cobden-Sanderson fundó con Emery Waljer la editorial Doves Press. Suya es una edición de la Biblia (1903) publicada en cinco volúmenes y que está considerado como uno de los libros más bellos de todos los tiempos.
A sus libros los distinguía su tipografía: inspirada en punzones del siglo XV. Cuando rompió con su socio, Cobden-Sanderson echó todas las piezas y letras al río. «Al lecho del río Támesis, el río en cuyas riberas he impreso todos mis libros, lego la fuente tipográfica de Dove Press: los punzones, las matrices y lo tipos en uso en el momento de mi muerte, y que el río con sus mareas y su caudal pase por encima de ellos en sus idas y venidas al gran mar por los siglos de los siglos. Lancé al Támesis, que fluía a mis pies, las matrices a partir de las cuales se ha fundido la fuente tipográfica Dove Press, que yo mismo arrojaré, así lo espero, al mismo grandioso río».
Esta no es la visión científica de un arqueólogo, sino una mirada curiosa y detallista, incluso divulgativa sobre el tema. Maiklem compartió estas experiencias en redes con The London Mudlark y fue elegida miembro de la Sociedad de Anticuarios de Londres. Es la primera mujer en la historia que ocupa el antiguo cargo de Jurado del Tribunal del King's Borough.
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