El tesoro arqueológico acumulado durante siglos por quebrantahuesos
Entre cáscaras de huevos de buitre y restos de presas, descubren en doce nidos del sur peninsular más de 200 artículos hechos por el hombre, algunos de más de 600 años de antigüedad
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Iniciar sesiónEstrato a estrato, como si de un yacimiento arqueológico se tratara, un equipo de investigadores españoles dirigido por Antoni Margalida, del Instituto de Investigación de Caza y Fauna Silvestre, ha analizado las capas de 12 nidos de quebrantahuesos en las montañas del sur peninsular ... y entre cáscaras de huevo de buitre, restos de presas y otros materiales de anidación esperados, se han topado con más de 200 objetos humanos. Desde una honda hecha de esparto a zapatos, una flecha de ballesta; una pieza decorada de cuero hecha de piel de oveja, una pieza de cestería o una lanza de madera. La datación por radiocarbono mostró que algunos de estos artefactos tienen más de 600 años de antigüedad.
Las aves acostumbran a apropiarse de pequeños trozos de tela, cuerda, plástico o de papel para acomodar sus nidos, que en el caso de ciertos buitres, águilas y halcones, ocupan durante generaciones al estar situados en espacios seguros. Los quebrantahuesos, que buscan refugio en cuevas protegidas de acantilados, abrigos rocosos y cornisas, van añadiendo materiales a sus nidos durante siglos. De ahí su interés científico. «El estudio del material conservado en cuevas que albergan antiguos nidos de quebrantahuesos puede proporcionar información interesante no solo sobre la ecología alimentaria de la especie, sino también sobre sus condiciones etnográficas y bioculturales históricas», señalan los autores del artículo 'El quebrantahuesos como acumulador de restos históricos: Perspectivas para futuros estudios ecológicos y bioculturales', publicado en 'Ecology'.
Entre 2008 y 2014, llevaron a cabo una intensa investigación centrada en más de 50 nidos históricos de quebrantahuesos en zonas del sur de España, donde la especie se extinguió hace unos 70-130 años. Gracias a la solidez de estas estructuras y a su localización en el Mediterráneo occidental, en lugares protegidos con condiciones de temperatura relativamente estables y baja humedad, los investigadores han comprobado que estos nidos «han actuado como museos naturales, conservando material histórico en buen estado». Su análisis, capa por capa, de 12 nidos, siguiendo los métodos estratigráficos arqueológicos, permitió recuperar 2.483 restos y, entre ellos, 226 objetos elaborados o alterados por humanos.
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Mónica Arrizabalaga«Curiosamente, encontramos un perno de ballesta que los pájaros pueden haber usado como material para construir el nido (es decir, en lugar de una rama) o recogido de los restos de una presa muerta (por ejemplo, un ungulado salvaje de tamaño mediano) entregado al nido para alimentar al polluelo», relatan.
Los análisis de carbono 14 realizados en el Laboratorio de Física de Haces de Iones (Suiza) dataron un fragmento de cestería que fue llevado a un nido a finales del siglo XVIII y una sandalia completa hecha de cordón de esparto de finales del siglo XIII en otro. Un fragmento de cuero de oveja pintado de ocre hallado en el mismo nido que la sandalia también cuenta con unos 650 años de antigüedad, lo que indica que se creó cinco siglos antes que el primero, a pesar de su proximidad.
Los investigadores resaltan el interés etnográfico de los abundantes y bien conservados elementos antropogénicos que fueron llevados a los nidos, como las alpargatas (sandalias de esparto), cuerdas, cestería, arreos para caballos y hondas. Estas manufacturas históricas de esparto «pueden ganar importancia cuando se consideran junto con la altitud del nido, que influye en la disponibilidad de restos y el tipo de zona ecológica representada», señalan. Entre los «hallazgos extraordinarios», destacan también varias agobías antiguas (calzado tosco hecho de varias especies de hierba y ramas) y la flecha de ballesta.
Los investigadores han identificado, además, sandalias y artefactos de cestería similares relacionados con la ocupación neolítica de la cueva de Los Murciélagos en la cercana Granada (a 35 kilómetros de distancia). Algunos de los nidos estudiados contenían otros artefactos de cestería similares a los encontrados en Coves de Santa Maira en Valencia. «Todos estos restos dan fe del uso de fibras vegetales en la región mediterránea de la Península Ibérica para fabricar una amplia variedad de artefactos del Epipaleolítico, hace unos 12.000 años», añaden.
Además de estos objetos, se recuperaron 2.117 huesos, 86 pezuñas, 72 restos de cuero, 11 restos de pelo y 43 cáscaras de huevo. Los estudios a estos restos podrían proporcionar información sobre la extinción del quebrantahuesos en la zona que sería «de suma importancia para la recuperación de la especie».
El equipo señala que el estudio de los nidos de quebrantahuesos, así como los de otras especies acumuladoras como el alimoche, pueden ofrecer «un sólido marco comparativo para examinar la coevolución a largo plazo de los ecosistemas y las prácticas humanas, reflejando el desarrollo tecnológico y los cambios en la cultura material».
A su juicio, el quebrantahuesos podría considerarse «un bioindicador de excepcional valor para la monitorización de ecosistemas a largo plazo y la investigación interdisciplinaria».
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