Descubren la herencia de héroes mediterráneos en los raros cascos de Asturias
Hallados en una cueva de Ribadesella, son unos ejemplares únicos del Bronce Final
Los dos cascos de bronce prehistóricos que se exhiben en el Museo Arqueológico de Asturias
Se encontraron a pocos metros de la entrada de una escarpada gruta del Pico Las Torres, en Ribadesella (Asturias). Habían sido enterrados a muy poca profundidad, en la única galería transitable sin equipo espeleológico de esta estratégica peña que domina los últimos puntos vadeables ... del río Sella. Y desde su recuperación en 2020, los dos cascos de bronce con más de 2.500 años de antigüedad llamaron la atención por su extrema rareza.
«Son tan raros porque no hay más», sostiene Miguel Ángel de Blas. En un artículo publicado en el último boletín del Real Instituto de Estudios Asturianos (RIDEA), este catedrático de Prehistoria de la Universidad de Oviedo y Ángel Villa Valdés, investigador del Museo de Arqueología de Asturias, avanzan los primeros resultados de sus investigaciones. Estos dos cascos metálicos, cuyo hallazgo fue dado a conocer la pasada primavera, son los únicos descubiertos en la Península Ibérica que han sido datados «al menos en el siglo VIII a.C.«, en el Bronce Final.
De este extenso periodo que comprende del año 1300 al 700 a.C. solo se conocían unos fragmentos identificados en el depósito de armas metálicas de la ría de Huelva y algunas celadas griegas, de tipo corintio, encontradas en lechos de ríos andaluces como ofrendas a divinidades fluviales o un casco, también heleno, hallado en el rico ajuar de una tumba en Málaga.
Pero los dos de Ribadesella «creemos que son productos indígenas, de fabricación local«, explica De Blas, que ha analizado los hallazgos arqueológicos de este tipo de armamento incluso en Francia o en las islas británicas. »Hay muchos kilómetros cuadrados del oeste de Europa donde los cascos metálicos de los momentos finales de la Edad del Bronce no se conocen«, afirma.
En la Península «son inexistentes durante siglos, hasta el V a.C.», continúa el catedrático. De ahí que, como De Blas y Villa destaquen en su 'Noticia sobre dos cascos de bronce astados y con cimera corniforme procedentes de El Picu Les Torres (Cueves, Ribadesella)', que «como 'rara avis' adquieren un protagonismo indiscutible los ejemplares de Ribadesella, que suman además la particularidad de sus destacados apéndices laterales, 'los cuernos', y sus expresivas cimeras«.
De este periodo se conocían representaciones de guerreros con cascos con cuernos en las singulares estelas del Bronce Final del suroeste, unas lápidas halladas en Extremadura y Andalucía. La paradoja que resalta De Blas es que siendo relativamente frecuentes estas representaciones en las estelas, curiosamente no se haya encontrado ningún casco en estos lugares y sin embargo, se hayan descubierto estos dos ejemplares aislados en el norte peninsular.
Hipótesis de los apliques córneos en uno de los cascos y ejemplo de guerrero con casco de cuernos en una estela de Orellana, Badajoz
Los expertos asturianos creen que las gentes que grabaron esas estelas de guerreros heroizados estuvieron en contacto con ideas que penetraban desde el Mediterráneo y a través de los movimientos de trashumancia prehistóricos del ganado desde el sur al norte peninsular en los meses de verano, esa influencia mediterránea llegó hasta la actual Asturias.
De Blas explica que «desde el tercer milenio antes de Cristo encontramos en todo el Oriente Próximo a reyes heroicos con cascos con cuernos y esta asociación se fue difundiendo a través de los Balcanes hasta Escandinavia -en Dinamarca se halló el par de cascos del Bronce con cuernos más notable de toda Europa, los cascos de Vikso- y a través del Mediterráneo llegó a Chipre, Córcega o Cerdeña, donde encontramos estatuillas en bronce de personajes armados con cascos con cuernos, hasta la Península Ibérica«.
Cuernos embolados
Tanto en estas estatuillas de Cerdeña, llamadas 'bronzetti', como en los cascos de Vikso y en la peculiar cimera de las celadas de Ribadesella, los cuernos están embolados. «Son cuernos inutilizados simbólicamente«, según el catedrático asturiano. Si la cornamenta alude al poder del guerrero o el personaje extraordinario dueño del casco, porque representa la furia, el vigor y la fuerza del toro, al embolar estos cuernos se envía un mensaje de no agresión. »El personaje heroizado con los cuernos no pierde su característica de estar dotado de fuerza, vigor y agresividad si fuera necesario, pero en virtud de las razones que sean opta por el embolamiento como un mensaje de pacto, de concordia«, argumenta De Blas.
También los cascos del Pico Las Torres debieron de pertenecer a «guerreros, líderes o personajes notabilísimos«, según los investigadores, que estudian con qué propósito fueron enterraron en esa cavidad. Su cercanía con el río Sella podría relacionarse con ofrendas votivas en ríos y lagos, como en el caso de las piezas de Vikso o los cascos griegos hallados en la península, o porque el Pico Las Torres pudiera tener un valor para ellos desde el punto de vista espiritual y por eso depositaron allí el tesoro. Tampoco descartan por completo que pudieran estar relacionados con algún enterramiento. «La cueva tuvo uso funerario desde momentos tempranos de la Prehistoria», apunta Villa.
El daño del pitero
Sin embargo, las conclusiones relativas a la intencionalidad y la naturaleza del depósito «están irremisiblemente limitadas por el modo en que el depósito fue tratado tras su localización», señalan los expertos en su artículo. El Museo tuvo conocimiento de las piezas metálicas por el aviso de un particular, que las encontró con un detector de metales y antes de advertir sobre su hallazgo, las extrajo de forma irregular. Eso fue lo «terrible», a juicio de Villa, que desenterró las piezas.
Cuando el arqueólogo llegaron a la cueva, encontró las piezas ocultas en el fondo de la misma galería. «Aunque habían sido extraídas, era reconocible el lugar de procedencia«, relata. Y la zona removida «no parecía ofrecer volumen muy superior al de las piezas extraídas», añade. Pero la información que hubiesen podido extraer los arqueólogos sobre su disposición original se había perdido irremisiblemente.
En una intervención diagnóstica, se recuperaron algunos restos óseos y cerámicos, cuyos análisis por parte del Laboratorio de Microscopia Electrónica y Microanálisis del Instituto de Historia del Consejo Superior de Investigaciones Científicas permitirán averiguar si son coetáneos a los cascos.
Fotografía frontal de uno de los cascos, con dibujo de la cimera con cuernos embolados
Los estudios que se están realizando sobre el metal de las propias celadas servirá también para confirmar si el bronce fue fundido en tierras asturianas y procede de las minas regionales, como sospechan los arqueólogos.
El estudio formal de los cascos revela que fueron realizados por dos artesanos con distinta habilidad metalúrgica. «El casquete de uno de los cascos está hecho de una sola lámina de bronce que se moldea con martillado para conseguir la forma y la calota resultante es magnífica» mientras que el segundo artífice «copia al otro», pero «con menor destreza, mayor inversión de metal y peor calidad estructural».
La doble autoría indica a los expertos que existió una cierta separación temporal entre estos cascos, aunque resulta imposible de precisar. Más interrogantes que se van sumando a la investigación, como el hecho de que sean dos, como el par de Vikso...
Mientras, avanzan las gestiones para declarar Bien de Interés Cultural el estratégico Pico de las Torres, donde se cree que se levantaba el castillo medieval de Buraon o Buraone y donde posiblemente existió un asentamiento fortificado anterior, en época tardoantigua o protohistórica, que tal vez tuvo antecedentes prehistóricos. Futuras excavaciones podrían arrojar luz sobre este enclave donde la Historia comenzó a escribirse mucho antes de lo que se creía.