La desconocida Baeza que se oculta bajo el Cerro del Alcázar

Las excavaciones arqueológicas han descubierto desde una calle cristiana y una de las puertas que mandó derribar Isabel la Católica a viviendas y tumbas argáricas de hace 3.500 años

El último giro de una desconcertante moneda celtibérica que se creía falsa

Vista aérea de las excavaciones en el Cerro del Alcázar junto a Baeza NEREA ARQUEOLOGÍA

En la «noble Baeza», esa «bella ciudad, entre moruna y manchega» que describió Antonio Machado, las «piedras venerables» en las que el escritor leyó su pasado glorioso durante los siete años que fue allí profesor no siempre se encuentran en el lugar donde ... cabría esperar. La lápida sepulcral de San Pedro Pascual, por ejemplo, luce en lo alto de una de las fachadas de la catedral, lejos de los restos que cobijó, y un arco gótico con calaveras de la desaparecida ermita del Espíritu Santo se colocó hace menos de un siglo en el Palacio de Rubín Ceballos.

Los arqueólogos Miguel Ángel Sabastro Román y Yolanda Arrebola Urdiales sabían que los baezanos «son unos maestros a la hora de darle una nueva vida a la piedra» y no se extrañaron de que sus antepasados hubieran 'reciclado' antiguos muros cuando en 2023 comenzaron a excavar el Cerro del Alcázar, a solo unos metros del centro histórico de la ciudad jienense. En cualquier intervención arqueológica se encuentran con ejemplos de esta antiquísima 'economía circular', así que no se sorprendieron al constatar que los cristianos remodelaron viviendas almohades tras la conquista de la ciudad por Fernando III el Santo en 1227, o que la muralla musulmana se asentaba sobre construcciones más antiguas.

Los especialistas de Nerea Arqueología no esperaban, sin embargo, toparse con vestigios de más de 3.500 años de historia agolpados e incluso en apariencia revueltos en sondeos de cuatro por cuatro metros. «Aquí en menos de 30 centímetros pasas de la Edad del Bronce a la Edad Media», comentan Sabastro y Arrebola mientras abren a ABC la puerta metálica de la cerca que protege las excavaciones.

A pocos pasos, en uno de los huecos abiertos en esta extensa planicie, se asoma una ancha calzada de piedras. «Hemos tenido la suerte de encontrar lo que pensamos que sería una de las calles principales intramuros de la ciudad en época cristiana, que viene de subida y va buscando la parte superior del cerro donde estaría el Alcázar, la zona más noble», comenta Sabastro, ilusionado con las posibilidades que ofrece esta vía y otras ramificaciones que han descubierto para conocer el urbanismo de la Baeza original en su última fase.

Según explica el arqueólogo, a mediados del siglo XVI, la población abandonó el cerro y construyó a su lado la Baeza renacentista, hoy Patrimonio de la Humanidad junto a su vecina Úbeda. La loma poblada durante tantos siglos -mínimo desde el Calcolítico», apunta Sabastro- pasó a ser habitada tan solo por los difuntos de la localidad, como cementerio municipal, antes de quedar abandonada por completo. Los especialistas de Nerea se han topado con varias de esas últimas tumbas que cobijó el cerro y en el corte de tierra excavado, algunos huesos humanos de antiguos baezanos asoman a pocos metros de la superficie. «Los retiraremos cuando ampliemos las excavaciones, pero de momento quedan como testigos mudos del devenir de la historia», señalan.

Ortofoto del sondeo 6 donde han encontrado la calle cristiana, la puerta derribada por orden de Isabel la Católica, un lienzo de muralla almohade y restos de viviendas argáricas con enterramientos en cista NEREA ARQUEOLOGÍA

La calle del siglo XIII o XIV d.C. conduce a los restos de una de las puertas de la muralla que Isabel la Católica mandó derribar en 1476, tras las disputas entre dos familias poderosas en Baeza, los Benavides y los Carvajal. Tras la toma del Alcázar por parte de los primeros, la Reina medió en el enfrentamiento y promulgó un Real Mandamiento por el que ordenó inutilizar las puertas y torres principales de la ciudad. Hoy queda en pie la llamada Puerta de Jaén, porque se reconstruyó en tiempos de Carlos I con el escudo del emperador.

Arrebola se acerca un momento hasta su coche y, de vuelta al yacimiento, muestra una fotografía aérea en la que se aprecia mejor la base de una de las dos torres que flanqueaban esa entrada a las Casas de Palacio del Alcázar. Después, la arqueóloga llama la atención sobre los dos abrevaderos de ladrillo y enfoscados en cal y arena para su impermeabilización, que han descubierto adosados al lienzo interior de la muralla. «Otro aporte más de que estamos ante una de las puertas del primitivo Alcázar de Baeza», señalan ambos investigadores. De esta antigua fortificación solo quedan los cimientos, debido al abandono que sufrió desde el mandato de derribo de Isabel la Católica y por el permiso del ayuntamiento a los baezanos en el siglo XVII para llevarse «las piedras del Alcázar».

Una muralla sobre muros argáricos

Junto a la antigua puerta derribada se alzan los restos de la muralla almohade del Alcázar. Sabastro se acerca para mostrar in situ su anchura y señala a sus cimientos, construidos con grandes piedras, pero de diferente forma. «Son estructuras de época argárica, tan robustas y potentes que cuando construyen la muralla los musulmanes, en muchas partes la cimentan encima», explica antes de apuntar a otros anchos muros cercanos, que también datan de cuando el cerro fue un asentamiento de la sociedad de El Argar (c. 2200-1500 a.C), como el cercano sitio de Peñalosa, en Baños de la Encina.

Una tumba argárica Los arqueólogos excavaron este verano un enterramiento en cista de un joven con un puñal y una pulsera de plata NEREA ARQUEOLOGÍA

Por el notable grosor de los muros de las viviendas, semejante al de estructuras defensivas, y por la riqueza de los ajuares que han hallado en algunos enterramientos argáricos, los arqueólogos de Nerea piensan que el cerro del Alcázar de Baeza «estuvo ocupado por élites aristocráticas y militares» que desde esta altura, desde la que se divisa hasta Jaén, controlarían los accesos a los yacimientos de mineral de Sierra Mágina. A su juicio, «estamos ante uno de los asentamientos argáricos más importantes detectados hasta la actualidad» que «se va a convertir en referente a nivel internacional».

«Estamos ante uno de los asentamientos argáricos más importantes detectados hasta la actualidad»

Miguel Ángel Sabastro y Yolanda Arrebola

Arqueólogos

Curiosamente, este pasado más remoto de Baeza se asoma en ocasiones casi a ras de suelo. «En algunas partes del cerro nos hemos encontrado con que a 20 o 30 centímetros ya aparecen viviendas argáricas y de ahí hasta dos metros y medio de profundidad tenemos en algunos puntos toda la secuencia continuada de la Edad del Bronce. Es algo casi inédito», resalta Sabastro, convencido de que la extraordinaria estratigrafía de los restos argáricos en Baeza «es prácticamente única en Andalucía».

Un 'panteón familiar' con sorpresa

A solo un paso de la calle cristiana se han desenterrado algunos de estos muros de más de un metro de anchura que formaron parte de dos viviendas argáricas superpuestas, una encima de otra. Están adosados a la muralla almohade y algunos incluso cortados por ese lienzo, pero la construcción musulmana no destruyó su cocina ni afectó al enterramiento en cista que han descubierto bajo su suelo.

Entre las lajas de piedra que hacen de ataúd, los arqueólogos hallaron los restos de un joven de unos 18 años con una daga, que todavía conserva restos orgánicos de su empuñadura y su vaina, una pulsera de plata y un collar. La noticia corrió pronto por Baeza, pero los investigadores reservaban para ABC una sorpresa: la tumba alojó anteriormente a un niño de unos cuatro o cinco años, que también fue enterrado con un collar, con más abalorios que el del joven, y una pulsera y un anillo de plata, así como con ofrendas de animales y semillas.

«Son ajuares muy ricos para la sociedad de entonces que hacen pensar que a estos individuos se les dio un tratamiento de importancia que remarca su estatus social», interpretan los investigadores de Nerea, que ya en la campaña de 2023 documentaron otros dos enterramientos argáricos, también en cista.

Uno de ellos se encontraba muy cerca del último hallazgo, en los niveles argáricos de ese mismo espacio entre la muralla almohade y la antigua calle de época cristiana. En esta ocasión se trataba de la tumba de una mujer de entre 25 y 35 años y de unos 1,58 metros de estatura, que fue enterrada con un niño de entre 14 y 16 años.

Excavación de la calle cristiana, ilustración del enterramiento del hombre apuñalado, la mujer y el bebé y collar de cuentas hallado en otro enterramiento NEREA ARQUEOLOGÍA

En otro de los sondeos, abierto a unos metros, hallaron bajo una gran laja de piedra los restos de un hombre de unos 40 años que murió a causa de un posible «apuñalamiento» de frente, según el estudio antropológico realizado por Iván Sánchez y Eva Urquieta. Bajo este individuo, que conservaba un objeto de metal incrustado entre los huesos de su torso, encontraron los restos de una mujer de unos 40 años que posiblemente dio a luz a varios hijos y tal vez murió a consecuencia del parto del bebé de entre tres y seis meses sepultado en una vasija en la misma tumba.

Aunque en excavaciones de finales de los años 80 y principios de los 90 se dio con algún enterramiento de esta época, «el conocimiento previo que se tenía de la presencia de poblaciones argáricas en el Cerro no hacía entrever la extraordinaria importancia de los restos murarios que han sido exhumados», señalaron los investigadores ya en la campaña de 2023 y tras las últimas excavaciones se reafirman. «Estamos convencidos de que toda la superficie que actualmente está sin construir en el cerro es todo lo que era el germen de la ciudad de Baeza y el poblado de época argárica va a tener una extensión muy, muy grande porque hemos constatado restos desde la parte más baja a la más alta», resalta Sabastro, esperanzado en que este lugar se convierta en un parque arqueológico. «La ciudad se lo merece».

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