'Casper: el último padrino'

El tipo nace en una familia ferroviaria en un pueblecito de Burgos. Sus padres se mudan a Bruselas en busca de nuevas oportunidades y allí, ya jovencito, empieza a traficar con drogas que envía a España, pero a lo grande, para que le jaleen sus secuaces pues su mayor defecto radica en un narcisismo desorbitado. Regresa a España y crea un grupo criminal donde pone al frente al mejor de cada palo en el suelo patrio, El Santo, El sapo, La guardiana, gente dura y sanguinaria. Comienza su andadura en un taller de coches ocultando el dinero en los interiores. Y entonces da el salto a la técnica del butrón, de la que es, como en casi todo, el pionero, en sacar la pasta de los bancos tras realizar un agujero. El más gordo lo hace en el banco popular de Yecla. Que su gente quiere un Ferrari, se lo compra al instante, pidiendo a cabo lealtad inmaculada.

Se mete en la construcción y el negocio de los prostíbulos, a lo bestia, vendiendo pisos en la Castellana, la arteria de Madrid. Una prostituta suya se lleva una comisión de veinticinco millones de pesetas de la época al vender un piso a un cliente. La primera vez que cae Casper solo le condenan a tres años, por robar los cuadros de Esther Koplowitz, pero no tiene comprador y ahí falla.

Se dedica al asesinato, la extorsión, el robo con fuerza mayor, la trata de personas, a todo. Al final lo encarcelan condenado a noventa años. Muere de cáncer en 2021. Es un tipo malvado cuyos empleados apenas han pisado el talego, un personaje de cómic.