Dan Lyons: el hombre que 'suplantó' a Steve Jobs y perdió ocho millones por no cerrar la boca
El periodista, una de las voces más críticas contra Silicon Valley, publica 'Cállate', un libro en el que cuenta cómo su charlatanería estaba arruinando su vida (y cómo aprendió a cerrar el pico)
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Iniciar sesiónDice Dan Lyons (Massachusetts, 1960) que él es un 'talkaholic' de manual. Perdón por el anglicismo, pero existe: el 'talkaholic' es alguien que no sabe callarse, que tiene la necesidad de dar su opinión, de hacerse oír; en fin, un adicto a la turra. Por ... lo que sea, este hombre se ganó la vida como periodista durante años. ¿No acaban aquí todos los bocazas? Primero lo hizo en 'Forbes', después en 'Newsweek', siempre enfrascado en temas tecnológicos, su campo de juego y conocimiento. También tenía un blog en el que se disfrazaba de Steve Jobs y se desfogaba con humor de toda la pompa del sector. Ya saben: vamos a cambiar el mundo con esta nueva colección de emojis. Y así. Luego llegó a ser guionista de 'Silicon Valley', una serie acidísima de HBO sobre el mundo de las 'startups', que él conocía de primera mano: tras ser despedido de 'Newsweek' entró a trabajar en HubSpot, una empresa joven que le ofreció un buen sueldo y la promesa de que, si aguantaba cuatro años, tendría un suculento paquete de acciones. Pero lo echaron a los veinte meses por no cerrar el pico. Hoy sus participaciones valdrían más de ocho millones de dólares: el precio del silencio.
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«Pensé que la promesa de semejante El Dorado me mantendría a raya. En lugar de eso, insulté al director general en una publicación impulsiva de Facebook», confiesa Lyons en 'Cállate' (Capitán Swing), un ensayo llega a España el 11 de septiembre y en el que cuenta su conversión a la religión no tanto del silencio como de la calma, del contar hasta diez antes de abrir la boca. Su relato empieza como el de alcohólicos anónimos: reconociendo el problema. Hola, me llamo Dan y… «Mi forma compulsiva de hablar y mi falta de control hicieron que me separase de mi mujer y casi me costaron el matrimonio». Su puntuación en el 'Test Talkaholic', diseñado por James C. McCorsey y Virginia Richmond, fue de cincuenta sobre cincuenta, un récord absoluto, casi olímpico. Cuando se lo contó a su mujer esta le respondió: «Llevo años diciéndotelo».
En el libro describe el camino de la conversión, un proceso largo y tortuoso y lleno de pruebas. Va a una boda y se tiene que morder la lengua, lo mismo en el Uber, en el supermercado, en el ascensor; en esos lugares que antes llenaba con palabras. Las reuniones eran su némesis. Para controlarse, se ponía pósits por en la pantalla con lemas sencillos: «¡CALLA! ¡ESCUCHA! ¡RESPUESTAS CORTAS! ¡ACABA!». El reto era decir menos para escuchar más. «No hablar requiere mucha concentración. Probablemente sea más difícil que hablar». Cuando flojeaba, pensaba en Joe Biden: «Durante cuatro décadas Joe Biden fue el campeón de las meteduras de pata en campaña: los periódicos lo coronaron como el Rey de las Pifias. Sin embargo, en 2020 aprendió a callarse. Empezó a hablar en voz baja y a dar respuestas breves. Hacía pausas antes de hablar. Cuando aparecían los periodistas, solo respondía a unas pocas preguntas, daba respuestas aburridas y se marchaba. La historia de Biden me dio esperanzas».
Para él, callarse era como ir al gimnasio, un ejercicio diario, una cuestión de disciplina. Su entrenamiento lo resume en estos cinco mandamientos: cuando sea posible, no decir nada; dominar el poder de las pausas; dejar las redes sociales; buscar el silencio; aprender a escuchar. ¿Qué sencillo, no? Pues cumpliendo eso, asegura, ha convertido en alguien más inteligente, más empático, menos ansioso, menos estúpido. «Mi mundo contiene menos ruido y más alegría, menos remordimientos y más paz. Básicamente soy más feliz», sentencia, con ese tono de autoayuda que sobrevuela el libro. Ahora su puntuación en el 'Test Talkaholic' es de cuarenta. Nadie es perfecto.
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