CRÍTICA DE:
'Vivir bien es la mejor venganza', de Calvin Tomkins: las noches suaves de los Murphy
NARRATIVA
El autor norteamericano recrea la fascinante vida de los Murphy, en la que se inspiró Francis Scott Fitzgerald para escribir 'Suave es la noche'
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Iniciar sesiónNo conforme con haber formateado la ficción a su modo y medida (publicando los relatos de O'Hara, Cheever, Updike, Salinger, Beattie, Barthelme y Munro...), el semanario 'The New Yorker' también supo y sabe descollar en el terreno de lo verdadero. Allí, se ... publicó 'Hiroshima' de Hersey, los despachos del Mayo '68 de Gallant, el 'A sangre fría' de Capote, los reportes callejeros de Joseph Mitchell, el 'Habla, memoria' de Nabokov y —en la actualidad— las investigaciones y perfiles de Grann, Lepore, Keefe como anticipatorias semillas que no demoran en florecer en 'best-sellers' en serie o película.
Sin embargo, en la edición del 28 de julio de 1962, se publicó esta pequeña pieza de Calvin Tomkins (nacido en 1925, crítico de arte en 'The New Yorker' desde 1960) que apenas creció como libro en 1974. ¿Motivos? No hacía falta: ya era perfecta.
NOVELA
'Vivir bien es la mejor venganza'
- Autor Calvin Tomkins
- Editorial Alpha Decay
- Año 2024
- Páginas 107
- Precio 12 euros
Y lo que cuenta es el embrujado cuento de hadas de pareja formidable: los adinerados y artísticos 'expats' norteamericanos Gerald Clery Murphy (1888-1964) y Sara Sherman Wiborg (1888-1964). Más y mejor conocidos como 'Los Murphy' y cuya casa —Villa America, en la playa de La Garoupe creada por el mismo Gerald, en la Riviera francesa de los inspirados e inspiradores años '20— funcionó como sucursal mediterránea de aquel piso parisino de Gertrude Stein & Alice Toklas donde se encontraba la Generación Perdida.
A partir de sus conversaciones con los Murphy, cuenta con sentido y sentimiento sus historias con las palabras justas
Pasen y visiten: Cocteau, Porter, Picasso, MacLeish, Léger, Diáguilev, Satie, Parker, Stravinsky, Hemingway y siguen las firmas. Pero dos de sus huéspedes más conspicuos y catastróficos fueron la casi contracara de los Murphy compuesta y descompuesta por Francis Scott y Zelda Fitzgerald. Y, sí, el autor de 'El gran Gatsby' fue quien postuló aquello de «Muéstrame un héroe y te escribiré a una tragedia». Y así fue como vampirizó a los Murphy primero para luego fundirlos consigo mismo y su esposa en las páginas de su áspera 'Suave es la noche' y dedicársela con un 'To Gerald and Sara. Many fêtes'. Hemingway (aunque luego intentase algo parecido en su póstuma 'El jardín del Edén' y ya se hubiese valido de conocidos sin pedir permiso para 'Fiesta/El sol también sale') se lo reprochó una y otra vez, porque nada le gustaba más que torturar a quien había sido su benefactor y, para él, rival.
Sentido y belleza
Y a los Murphy la cosa no les cayó muy bien. Aunque, antes de morir Fitzgerald, un atormentado pero ya mítico Murphy —renunciada su vocación artística y adiós a seguir pintando más allá de esos quince excelentes cuadros y roto por la muerte de hijos e imposiciones del negocio familiar— le admitiese y le agradeciese al escritor el haber comprendido y haberle hecho comprender que «sólo la parte inventada de nuestras vidas —la parte irreal— tiene cierto sentido, cierta belleza».
Tomkins —a partir de sus conversaciones con los Murphy— cuenta con sentido y sentimiento sus historias con las palabras justas. Quien desee saber más de los Murphy, ahí está el catálogo de exposición dedicada a sus vidas y obras, 'memoir' de su hija, volumen de sus cartas a/de casi todos, y la exhaustiva y formidable biografía de Amanda Vaill: 'Everybody Was So Young: Gerald and Sarah Murphy / A Lost Generation Love Story'.
Aquí y allí, todas esas muchas fiestas.
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