PUES DICES TÚ
También vienen en bote
Un desternillante encuentro de las dos «personas normales » en la puerta de un gimnasio
Madrid
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Iniciar sesiónLas dos personas normales se encuentran en la puerta del gimnasio. Las dos van en chándal y ambas llevan bolsa de deporte. La segunda persona normal tiene, además, una cinta en la cabeza.
—Hola.
—Ah, hola.
—¿Qué tal? ¿A hacer ejercicio?
— ... Pues sí, empecé ayer. Se ha empeñado mi hija.
—¿Y qué tal?
—No noto mucho.
—Yo tampoco. Llevo viniendo el doble que tú y no noto nada.
—Igual es que lo estamos haciendo mal.
—Pues lo mismo.
—Igual es la técnica.
—La técnica es la clave. Si no, vas y te lesionas.
—Pues dices tú, pero igual es cosa de la alimentación.
—Poca broma. Dicen que, para adelgazar, es lo primero.
—¿La comida?
—Por lo visto. Yo como normal y mira.
—Si estás muy bien.
—Pues díselo a mi hija.
—Pues se lo digo.
—Pues díselo.
La segunda persona normal se ajusta bien la cinta a la cabeza.
—¿Entrabas o salías?
—Entraba, entraba. ¿Y tú?
—Salía, me iba ya a casa. He estado haciendo máquinas.
—¿Y eso qué es?
—Te pones a la cola de una máquina y, cuando te toca, pones una toalla.
—Ah, sí, por lo visto es buenísimo.
—Por lo visto, sí.
—Yo llevo toalla también, en la bolsa. Me lo ha dicho mi hija. No sabía que era para adelgazar.
—Por lo visto hay que hacer eso y comer menos. Por lo visto no hay que desayunar.
—Yo, si no desayuno, me caigo.
—Y yo. Pero lo puedes cambiar por la cena. Hay gente que prefiere no cenar.
—¿Estamos locos? Mucho peor.
—Es lo que digo yo.
—Pero, ¿no había que comer cinco veces al día?
—Eso era antes, ahora es malísimo. Ahora ya no. Ahora, si comes cinco veces, es que estás loco. Hay que comer una o dos veces, como si fuéramos pobres. Y mucha proteína, por lo visto.
—¿Y eso qué es?
—Unos polvos que tiene la carne. También vienen en bote.
—Será como la cecina, ¿no? Pero en polvo.
—Eso será. Cogerán cecina y la rasparán.
—¿Y no es mejor cenar?
—Ahora ya no. Ahora hay que beber lo normal y dormir de noche. Por lo de las horas.
—¿Qué horas?
—Las de dormir. Como no desayunas, puedes dormir lo que quieras. Pero de noche.
—De noche duermo yo siempre.
—Si yo no digo que no. Yo te digo cómo es.
—¿Y fruta puedes comer?
—Si no es para el desayuno…
—No, no. De postre.
—Pues no lo sé. No sé si me lo ha dicho mi hija. Le pregunto.
—Pregúntale.
—Pero ahora no. Ahora está en clase.
—¿Va a clase?
—De guitarra.
—¿Quiere tocar la guitarra?
—No, ya sabe. Está enseñando. Ahora se puede. Antes estaba prohibido, pero ahora se puede, aunque seas chica.
—¿No se podía?
—Sí se podía, pero guitarra no, me parece. Matemáticas y lengua. ¿Has visto tú a alguna chica que toque la guitarra?
—Supongo que sí.
—Pues no.
—Bailar sí.
—Bailar sí que has visto, pero yo digo tocar.
—Cantar también.
—Cantar se puede.
—¿Y enseña sólo a chicas?
—Enseña a todo el mundo. No veas cómo toca la chavala. Se pone a mover los dedos y no los ves. Do, fa, sol…
—¿Es eso lo que toca?
—Ni idea. Lo digo por decir, la que sabe es ella. Se sabe muchas canciones; de flamenco y de las otras. Y la de la 'Granja San Francisco'.
—Ah, sí, ya sé cuál es.
—Y la de 'Érase una vez el hombre'.
—Ah, ya…
—Y la de Paco de Lucía. Esa que suena también un tambor.
—Tengo yo el disco.
—Pues ella la clava, pero sin el tambor.
—Qué bien tu hija, ¿no?
—Pues sí, pero aquí me tiene. Me dice que tengo que sudar.
—¿Por eso te has puesto la cinta?
—Es que la tenía por casa. De una vez que me compré una raqueta, para jugar al frontón. En el pueblo.
—Qué bien el frontón, ¿te acuerdas?
—Muy bien.
—También jugaba yo.
—Normal. Es que el frontón es muy agradecido. Y se suda mucho.
—Ponía en la pared: «Vivan los quintos del 82».
—En mi pueblo no, que era la pared de la iglesia. Pon tú algo ahí.
—Ponlo tú. Pero en los frontones buenos, digo.
—Sí, en esos sí.
Las dos personas normales se ponen a recordar sus cosas. Se les dibuja una sonrisa pequeñita mientras vagan en un sueño vaporoso del que la primera persona regresa un poco antes que la segunda.
—Bueno, pues me meto ya, ¿eh?
—Entra, sí, que luego se pone hasta arriba. Luego llegan los más jóvenes.
—Los jóvenes llegan siempre. De eso va la vida, ¿no?
—Y las jóvenes.
—Y las jóvenes. Por eso te decía.
—Pues sí.
—Pues por eso.
—Pues por eso...
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