Crítica DE:
'Vida y muerte de un jardín de papel', de Menchu Gutiérrez: jardines de ausencia
ENSAYO
El tema motivador de la escritora madrileña son aquí las flores, en donde desarrolla con cada vez mayor intensidad su prosa poética
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La escritura de Menchu Gutiérrez desarrolla cada vez con mayor intensidad, un género que se ha denominado prosa poética. Se diferencia de los conocidos como poemas en prosa en que cada uno de sus libros, trate del tiempo, de las ventanas o como ocurre ... en este, de las flores, no forma un conjunto aditivo de poemas en que se sucedan unos a otros como si se tratase de realizaciones de distintos asuntos, sino que el libro está concebido como una unidad que se comporta con variaciones sobre un tema predominante.
Si fuese una estructura musical se asemejaría a la del poema sinfónico. El tema motivador de todos los comentarios son aquí las flores, pero no aisladas, sino en jardín, sea este doméstico, sea parque, o sea cementerio, es decir, conjunto de hábitat que precisa definirse desde un clima, en el que cada flor de las descritas o evocadas da paso a una idea, reflexión o una vivencia.
ENSAYO
'Vida y muerte de un jardín de papel'

- Autora Menchu Gutiérrez
- Editorial Siruela
- Año 2025
- Páginas 232
- Precio 21,95 euros
Las hay de dos tipos: las autobiográficas y las de comentarios de cuadros o de páginas y poemas de otros. Las autobiográficas vienen atravesadas por la circunstancia de haber coincidido el libro con el duelo por la pérdida de la madre de la autora, gran entusiasta de las flores, que regaló con sus manos preciosos momentos de cuidado de ellas. La muerte es jarrón roto, búcaro quebrado sin restauración posible, como no sea por la vía de dedicarse al contenido del libro.
Uno de los elementos de mayor celebración, aunque no constituye sorpresa para quienes seguimos la febril singularidad de su creación literaria, es que la autora haya sido capaz de decir tantas cosas, encerrar en las páginas centenares de matices, que discurren tanto por la forma física de diferentes flores (rosas, azucenas, crisantemos, girasoles, jazmines, claveles etc.), su textura y su color, como también por su significación simbólica, en distintas culturas, en las que han ocupado valores diferentes, que se evocan aquí a través de lo que en cada momento ha sido dicho o pintado.
Podría decirse que este libro es en sí la restauración de un jarrón, tan hermoso como necesario
Lo que podríamos denominar, desde el título, los jardines de papel se configuran a partir de aquello que los escritores, no solo los poetas, han dejado escrito. Jardines de papel desde la escritura, pero también jardines del lienzo pues la pintura ofrece no pocas paradas en el viaje, que se convierte por tanto en un viaje cultural por el modo como las flores han dicho cada sentimiento, o inaugurado cada percepción. De ese modo Charles Baudelaire, Emily Dickinson, T.S. Eliot, Cioran, Cunqueiro, Fleur Jaeggy, Petrarca, Alejandra Pizarnik, Gabriela Llansol, Rainer M. Rilke, Virginia Woolf, Marina Tsvietáieva, W.G. Sebald y otros, son convocados para introducir cada uno una mirada, que Menchu Gutiérrez no se limita a glosar.
Incorpora a cada mirada, la suya, que amplifica o matiza lo leído, convirtiendo su libro en eco de voces, y vida nueva para ellas. También para los cuadros, pues viene comentada la pintura que de flores hicieran, por supuesto Van Gogh, pero también Lucien Freud o Frida Kahlo. Uno de los momentos mas emocionantes lo arranca Menchu Gutiérrez de la narración de una mujer contenida en el libro 'El fin del Homo Sovieticus', de la premio Nobel Svetlana Aleksiévich. En medio de la guerra, evoca la significación que cobró el regalo de alguien de unas flores a dos niñas huérfanas, hambrientas, abandonadas, en un sótano de Siberia.
Gozo estético
Lo que proporcionaron esas flores, que significaron esperanza, las mantuvo con vida. Un espíritu de hondo calado cultural: la belleza a pesar de la fragilidad, alimento necesario para sobrevivir la barbarie. Para los lectores literarios también puede significar este libro una invitación a irrepetibles sensaciones de gozo estético, por la forma tan delicada como profunda en que se aúnan distintas culturas, a través del valor concedido a las flores en jardines y cementerios.
Podría decirse que este libro es en sí mismo la restauración, en tiempos de muerte, de un jarrón, tan hermoso como necesario. Y puesto que comienza con la evocación de la madre muerta, no puede dejar de decirse que el lector comprende también cuánto logran ocupar los silencios y las ausencias. Su inscripción, como flor en una lápida, logrará el lugar donde no habite el olvido.
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