Crítica de:
'Nada es verdad', de Veronica Raimo: Mi familia y otros animales
narrativa
Retrata a sus familiares con una mezcla de humor y ternura tan conseguida que conecta rápidamente con el lector
Otras críticas de la autora
Eva Cosculluela
En 'Nada es verdad', Veronica Raimo (Roma, 1978) cuenta la historia de su familia: una familia tan normal como cualquiera, pero, a la vez, tan peculiar como pocas. El padre de Veronica es un hombre muy aprensivo, que está obsesionado con desinfectar a su ... hija cuando llega a casa, pero que a la vez no es demasiado partidario de la ducha, que tras la catástrofe de Chernóbil no permite que coman nada fresco —leche, fruta y verdura, huevos…—, sino que todo debe estar envasado antes de la fecha en la que explotó el reactor, y cuya mayor afición consiste en construir tabiques dentro de su casa para dividir las habitaciones.
La madre, Francesca, es una mujer sobreprotectora hasta lo irracional que se inmiscuye sin parar en la vida de sus hijos —«La privacidad es un concepto contra el que mi madre siempre ha combatido infatigablemente»—; la abuela materna, Muccia, seca y malcarada, intentó abortar cuando estaba embarazada de Francesca con una percha metálica; los abuelos paternos, Flora y Peppino, mucho más cercanos y divertidos: la abuela habla con Dios y le escribe cartas; Dios la llama por teléfono, pero como no lleva puesto el audífono, no consigue hablar con él; el abuelo Peppino es el gran cómplice de Veronica, su amigo fiel y refugio. Y el hermano de la autora, Christian, también escritor, que responde a todo con parábolas de la Biblia y que ahora, ya adulto, es concejal.
NOVELA
'Nada es verdad'
- Autora Veronica Raimo
- Editorial Libros del Asteroide
- Año 2023
- Páginas 207
- Precio 18,95
La clave de este libro es que Raimo cuenta su vida familiar con una gracia apabullante y convierte cualquier episodio en un deleite en el que se ríe de todo, empezando por ella misma. Una muestra de ello son dos episodios hilarantes —y no son los únicos—: en uno de ellos, Raimo cuenta sus dificultades para ir al baño, pues desde niña sufre de estreñimiento, y es el abuelo Peppino quien la ayuda en ese trance, una ayuda que podríamos resumir con la frase que le dice a su nieta y que ella convierte en principio ético: «No hay nada tan asqueroso como el sentir asco por algo».
Volar sola
En otro, Raimo cuenta que en casa siempre oyeron decir palabrotas y los niños las integraron como parte del vocabulario normal, sin tener conciencia de que decían algo malsonante: si la madre les preguntaba qué hacían, ellos podían contestar perfectamente: «Estamos tocándonos los cojones»; es fantástica la anécdota de la pequeña Veronica en el supermercado pidiendo cortésmente a un señor que tapaba la estantería si «le importaría apartarse de una puta vez».
Cuando Veronica crece, deja atrás los recuerdos infantiles y habla del camino que recorre para volar sola: el libro es una memoria familiar, pero también un libro de iniciación, de paso a la madurez, de primeras relaciones, de amistad, de inicios profesionales, de duelo. Y es una reflexión sobre la memoria como algo no demasiado diferente a la escritura: un ejercicio de ficción en el que reconstruimos lo que ocurrió impregnándolo con lo aprendido a lo largo de la vida. Raimo retrata a su familia con una mezcla de humor y ternura tan conseguida que conecta rápidamente con el lector, que acaba el libro con una sonrisa y la sensación de haber disfrutado mucho conociendo a esta familia.
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