LIBROS
Mario Vargas Llosa: el valiente albacea de su siglo
ENSAYO
Un material enorme, un tomo de 786 páginas, el primero de los cinco que su editorial tiene previsto publicar para reunir la obra periodística del Premio Nobel hispano-peruano
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Iniciar sesiónAl igual que 'Rayuela', la obra maestra de Julio Cortázar, 'El fuego de la imaginación', de Mario Vargas Llosa, es, a su manera, muchos libros. Principalmente dos: el de sus escritos publicados en la prensa a lo largo de las últimas seis décadas y ... el de las variaciones temáticas de este mismo 'corpus' a través del tiempo. Se trata de un material enorme, pues este tomo de 786 páginas es apenas el primero de los cinco que la editorial Alfaguara tiene previsto publicar para reunir la obra periodística del Premio Nobel hispano-peruano.
El criterio del editor de este volumen, el ensayista Carlos Granés, ha sido el de romper la secuencia cronológica de los textos para reagruparlos en seis bloques de acuerdo a su contenido: I. El arte de la ficción: debates y aproximaciones; II. Libros y escritores. Literatura latinoamericana, francesa, anglosajona, española y de otros países; III. Bibliotecas, librerías y universidades; IV. Escenarios; V. Pantallas; y VI. Arte y Arquitectura. Una decisión acertada pues la cercanía temática propicia atajos temporales que dinamizan el recorrido por el itinerario intelectual de Mario Vargas Llosa.
ENSAYO
'El fuego de la imaginación'
- Autor Mario Vargas Llosa
- Editorial Alfaguara
- Año 2022
- Páginas 786
- Precio 26,20
Así, comenzamos con 'La literatura es fuego', el discurso de aceptación del Premio Rómulo Gallegos por su novela 'La casa verde' en 1967, donde hace una fervorosa declaración a favor de la Revolución cubana, para luego, unas 145 páginas más tarde, leer 'Un francotirador tranquilo', la reseña que escribe sobre 'Persona non grata', de Jorge Edwards, y constatar lo poco que queda de aquel entusiasmo. Por entonces, 1974, ya ha sucedido el caso Padilla y las memorias de Jorge Edwards sobre el régimen autoritario de Fidel Castro llevan a Mario Vargas Llosa a la disyuntiva de decidirse por lo que ya no considera una utopía, en su sentido positivo, sino solamente por el menos malo de los sistemas: «si debo elegir entre uno y otro [capitalismo y socialismo], aprieto los dientes y sigo diciendo: con el socialismo. Pero lo hago ya sin la ilusión, la alegría y el optimismo con que durante años la palabra socialismo se asociaba en mí, gracias exclusivamente a Cuba».
Mantiene las ventanas de su razón y su sensibilidad siempre abiertas, siempre alerta
Estas elipsis permiten apreciar cómo ciertas concepciones fundamentales de Mario Vargas Llosa sobre la literatura se van asentando. Por ejemplo, su acérrima defensa de la ficción como un territorio de libertad que los escritores mantienen a salvo de la censura de los estados policiales y de la moral de las sociedades conservadoras. O, también, su recelo con los autores que conciben la creación artística como una experiencia divorciada de las preocupaciones humanas y del deseo de comunicarlas. Dos posturas que lo llevan a afirmar que «La violencia, en el dominio de la literatura, es una prueba de amor» ('Una insurrección permanente') o que «sólo los literatos exquisitos juegan a acabar con la literatura» ('Entre infantes difunto'). Frases que, en el contexto del puritanismo imperante de hoy, no han perdido un ápice de provocación.
Otro valor de esta recopilación, como ya lo dejaba ver el índice de temas, es que muestra la vastedad de asuntos que concitan el interés de Mario Vargas Llosa: literatura, teatro, cine, arquitectura, artes plásticas y series de televisión. Bien sea por la vía del entusiasmo, como en sus panoramas de la literatura latinoamericana, o, de manera no menos apasionante, por la vía de sus rechazos, como en el riguroso examen que hace del 'Nouveau roman' francés, cuyos exponentes principales, Alain Robbe-Grillet y Nathalie Sarraute, lo aburren y desesperan. Lo significativo es que, al contrario de la mayoría de los intelectuales, el disgusto por estos autores se convierte precisamente en el acicate para leerlos de cabo a rabo, pues por encima de la apreciación subjetiva en Vargas Llosa se impone un deseo mayor: el de comprender los fenómenos históricos, culturales y sociales del presente.
Generosidad
Lo cual propicia una reevaluación constante de sus principios éticos y estéticos a la luz inconstante del mundo que lo rodea. Y este es, me parece, uno de los rasgos que mejor definen a un verdadero escritor. O, al menos, al escritor que es Vargas Llosa: alguien que mantiene las ventanas de su razón y su sensibilidad siempre abiertas, siempre alertas. Prueba de esta atención son los no pocos textos dedicados a autores de generaciones posteriores, en quienes se ha detenido con generosidad, como Javier Cercas, Leila Guerriero, Héctor Abad Faciolince, Hernán Migoya o Laurent Binet.
Con respecto a los escritores, directores y artistas que fueron sus contemporáneos, la persistencia de Mario Vargas Llosa, de su fascinación indeclinable por la vida, se ha teñido de los atributos del tiempo. Los dioses le dieron la fortuna, o quizás fue el resultado de su tan preciada noción de la voluntad humana, de haber sido no solo uno de los protagonistas de su siglo sino también su más fiel, preclaro y valiente albacea.
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