Series
'Irma Vep': Deseo y amor, también al cine
La otra audiencia
Un cuarto de siglo después, Olivier Assayas regresa sobre una de sus mejores películas, 'Irma Vep', y la convierte en miniserie, con Alicia Vikander como fabulosa protagonista
Antes de los hechos, contemos lo esencial. 'Irma Vep' es un acto de amor al cine y a las mujeres, y otra vez al cine. En sus ocho episodios se respira cinefilia, se bebe sangre y se brinda por la magia de unos ... lunáticos empeñados en crear un arte imposible, que no se enseña en las escuelas.
Se avecinan estrenos de postín en las plataformas, pero era injusto postergar más este recuerdo sobre una de las series del año, disponible en HBO Max, aunque no haya reparado tanta gente en ella y pese a que sea una vampirización, aquí los hechos, de la película que Olivier Assayas dirigió hace un cuarto de siglo. El cineasta francés ya había estrenado en formato cinematográfico y como miniserie la estupenda 'Carlos', pero esta vez ha separado las dos versiones en el tiempo, aunque no tanto como la serie y la película de las que habla en su metaficción. Puede parecer enrevesado, pero en sus manos todo resulta sencillo. Lo que no debe de ser tan fácil de seguir son sus conversaciones de pareja con Mia Hansen-Løve. En esa casa desayunan fotogramas.
Vampiros de hace un siglo
En la serie, la protagonista es Mira (Alicia Vikander), una estrella de cine estadounidense que llega a París para protagonizar 'Irma Vep', serie inspirada en el clásico del cine mudo 'Les vampires', obra real de siete horas dirigida en 1915 por Louis Feuillade. El director de la adaptación, interpretado por Vincent Macaigne, es un artista pusilánime y genial, un tipo inseguro y con tantos ataques de ansiedad que su psiquiatra ha bloqueado su número en el móvil.
Maggie Cheung, 'Irma Vep' en 1996
Alicia Vikander, en 2022
'Irma Vep' remite a 'La noche americana' y a otras joyas del cine que se mira el ombligo, pero sin la famosa pregunta de si las mujeres son mágicas, porque a la vista está que lo son, sobre todo Vikander, digna heredera de Maggie Cheung, a su vez ex pareja de Assayas. La actriz se desliza ante nuestros ojos como una mezcla entre mujer pantera y patinadora, con esos movimientos tan característicos en los que ni de espaldas retrocede. Ya sabemos, gracias a Truffaut, que las películas son como trenes que avanzan en la noche, si es preciso atravesando paredes.
El género es actualizado con oportunas reflexiones sobre la gran pantalla y la pequeña, sobre arte y entretenimiento, sobre la débil membrana que separa realidad y fantasía, artificio y verdad. Incluso se discute con sorna bidireccional sobre la ultracorrección canceladora y la vista cansada. También sobre las plataformas, un ombligo lleno de pelusilla. Pero la sátira, que sabe volverse negra, no pierde nunca su ternura.
Assayas se vuelve errático en ocasiones, se pone intenso con frecuencia, pero el hechizo permanece, a menudo sobre los hombros de sus actores. La robaplanos Devon Ross, el colgado Lars Eidinger, los veteranos Jeanne Balibar y Alex Descas... Hay muchos más, que retratan sin piedad los distintos oficios de un mundillo maravilloso y rebosante de vanidades, del productor al último ayudante. Y al frente de todos ellos, o al menos con la batuta en la mano, alguien que a menudo no es capaz de dirigir su propia vida. Cuando los elementos se conjuran y la magia sucede, nada de esto importa.