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El único refugio antiatómico (antitontos) es la comedia

fuera de campo

Son tiempos que animan a esconderse, a la búsqueda de un lugar donde haya vida inteligente. Y ese lugar está ya localizado en el sentido del humor

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Fotograma de 'La cena', filme de Manuel Gómez Pereira

Aunque la frase la hemos escuchado en una película de Woody Allen, al parecer su autoría pertenece a Mark Twain: «La comedia es igual a la tragedia más tiempo». Da igual quien inventara esa fórmula que, desde luego, no es matemática. Yo todavía no ... le he encontrado la gracia a, por ejemplo, la Batalla de las Termópilas, donde la diñaron cientos de espartanos y miles de persas, a pesar de que ya han pasado dos mil quinientos años del suceso, y a pesar también de que he visto varias veces ‘300’, la película de Zack Sneider en la que el rey Jerjes aparece en una carroza como las del Orgullo Gay.

Si el considerado sentido común va en sexto lugar detrás de los cinco que sí son comunes, el sentido del humor será probablemente el séptimo, y se tiene o no se tiene, como un tío en Alcalá o una granja al pie de las colinas de Ngong. Pues bien, para los que lo tengan (el sentido del humor, no un tío en Alcalá o una granja en África), el cine inventó un género, el de la comedia, aunque los griegos clásicos presumen de haber sido ellos los inventores, y en esas comedias del cine se ha dicho absolutamente todo, desde el «Nadie es perfecto» o el «Y también dos huevos duros», hasta el «¿Quién eres y cómo has entrado aquí? Soy cerrajero y soy cerrajero».

A pesar de que el cine de comedia es el más buscado, querido y reído por el público, no suele ganar Oscar ni premios en los grandes festivales de cine (raro es, incluso, que se le invite a participar), ni tampoco ocupa los primeros puestos en las listas cinéfilas de la Historia. Y el motivo es que la seriedad (incluso la seriedad del asno) está más valorada intelectualmente (¿?) que el humor; y que lo sensato, lo adusto, lo solemne tiene mayor dignidad que lo alegre, agudo, ocurrente, gracioso.

Pues los listos, listos de verdad, es decir, los científicos y pensadores, aseguran que el humor es un signo máximo de inteligencia, y que para hacerlo o degustarlo se precisa de mayor creatividad y flexibilidad mental que para ser grave y circunspecto. Se llega al mundo sabiendo llorar, pero nuestra risa tienen que ganársela tipos como Groucho, Woody Allen, Billy Wilder y algunos miles más. Y lo más importante: en nuestro mundo de ‘correcciones’, desgarros, de ridículas seriedades, del «¡ahivá lo que has dicho!» y el «¡por ahí no paso y te cancelo!», el humor no solo es un salvavidas sino también un paraguas, un parapeto, una trinchera para defenderse de la pedrada de la estupidez.

La seriedad (incluso la seriedad del asno) está más valorada intelectualmente (¿?) que el humor

Ayer comenzó un Festival de Cine a contrapelo, el Begur Comedy Film Fest, dedicado a la comedia, y su cartel de este año es una imagen tuneada de ‘Con faldas y a lo loco’, probablemente la mejor película de ese género que se ha hecho nunca, aunque como nada ni nadie es perfecto, habrá quien tenga otra opinión.

El Festival de Begur se inauguró con ‘La cena’, una película dirigida por Manuel Gómez Pereira que tiene un argumento descacharrante sobre una tragedia de la que ya ha pasado el tiempo suficiente para ser muy, muy graciosa: al término de la Guerra Civil, Franco quiere celebrar a lo grande con una cena en el Hotel Palace, ocasión que aprovechan Gómez Pereira, sus guionistas Oristrell y Yolanda García Serrano, y un gran y numeroso equipo actoral para hacer risas continuas con lo que algunos se toman tan en serio a ver si alguien se los cree. No ha pasado tanto tiempo como desde la Batalla de las Termópilas, pero a mí esta historia me hace mucha más gracia, aunque tal vez dentro de mil o dos mil años la haya perdido por completo.

Otros títulos y momentos de comedia en este festival son ‘Playa de lobos’, de Javier Veiga; ‘Mario’, comedia negra de Guillem Miró; un homenaje a Cassen con la proyección de ‘Plácido’; ‘La mujer más rica del mundo’ (con Isabelle Hupert), ‘Las delicias del jardín’ o un recuerdo para ‘9 reinas’… Unos días de refresco y burbujas en un lugar precioso de la Costa Brava.

Vivimos tiempos muy severos y grises, con una espuma (los de arriba) en nuestra sociedad que soplas y desaparece, como la de las cervezas mal tiradas, con una idea del mundo que no va más allá del yo y los míos, con el manejo de unos argumentos que, aunque infantiles, partidistas y crueles, harían de reír si no dieran tanta pena.

Es decir, son tiempos que animan al refugio, a la búsqueda de un lugar donde haya vida inteligente, y ese lugar está ya localizado en el sentido del humor y en la comedia, en una película, en una viñeta, en un chiste que no tiene que ser necesariamente ‘de progreso’, en todos esos tipos creativos y libres que pueden darle una vuelta o dos a la realidad para, precisamente, mostrarla como debiéramos verla y reírnos a boca muy abierta de ella.

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