Crítica De:
'Tres días de junio', de Anne Tyler: guía de modales para desorientados
NARRATIVA
La autora norteamericana explora las alegrías y sinsabores del amor y de la familia, narrado en su más desconcertante detalle
Otras críticas del autor
En las primeras páginas de ‘Tres días de junio’ —novela número veinticinco de Anne Tyler— la un tanto disfuncional Gail Baines renuncia a su trabajo en vísperas de la boda de su hija Debbie. Y, sí, allí estamos allí otra vez: Tyler (Minneapolis, 1941) ... preparando el banquete de otra de sus historias –en modo no orquesta-sinfónica como en ‘El hilo azul’ sino en estilo minimal—de cámara como en sus más recientes títulos— narrada casi en tiempo real y plano secuencia.
Y en estos ‘Tres días de junio’ (antes y durante y después de las nupcias) pasará mucho-poco y poco-mucho, como de costumbre en el Mondo Tyler. Cosas de insignificante significado y de trascendente intrascendencia (como la visita del ex marido permanente de Gail acompañado por un gato y de un antiguo y pasajero ex novio de Gail) trufados con pequeñas epifanías de gran alcance para que Gail nos las cuente al más perfecto y, en más de una ocasión, muy particular y desconcertante detalle.
NOVELA
'Tres días de junio'

- Autora Anne Tyler
- Editorial Lumen
- Año 2025
- Páginas 192
- Precio 19,90 euros
Porque —sépanlo, ya lo dije en otra parte— conociéndola muy bien y sabiendo de quien se trata, alguna vez alguien le regaló a Gail un manual de etiqueta social y protocolo festivo titulado ‘Modales para personas desorientadas’. Y de un modo u otro, ese es un libro que le vendría muy bien a todos los personajes de novela de Anne Tyler: mujeres y hombres siempre perfectamente situados en su falta de orientación pero quienes saben perfectamente de dónde vienen y a dónde van y cómo empezar llegando y acabar partiendo de/a ese sitio al que jamás imaginaban y que, por lo general, no es otro que sus propias casas sólo que, de pronto, como con todos los muebles cambiados de lugar.
Y ellos y ellas son, de nuevo, gente raramente normal o normalmente rara y —sin que esto signifique que Tyler es una escritora muy realista— son gente fantástica en el sentido más mundano del término. Es decir: lo suyo no es realismo mágico pero sí realismo ilusionista o iluso. Sí: el mundo está lleno de personas como los personajes de Tyler. Sólo que cuesta verlos y apreciarlos.
Pasará mucho-poco y poco-mucho, como de costumbre en el Mondo Tyler
Por suerte, está Tyler para ponerlos por escrito y nosotros podamos leerlos. Y así, en más de una ocasión, frente al espejo de nuestras rarezas, nos digamos —entre el consuelo y el orgullo—; «Ah, parezco un personaje de Anne Tyler».
Aquí, de nuevo, por suerte, otra vez la familiar exploración de El Tema de Tyler: La Familia, con mayúsculas pero deteniéndose y acelerando en pequeños detalles y grandes acciones y en alguna infidelidad posible de ignorar o casi imposible de admitir. De ahí y por eso y entonces todas esas novelas modelo Anne Tyler en las familiares novelas de Anne Tyler.
De ahí, así, también, el encantador final, con una deslumbrante Gail (quien en principio masculla cosas como «La rabia sabe mucho mejor que la tristeza. Es más limpia, en cierto modo, y más definida. Pero luego, cuando la rabia se esfuma, la tristeza vuelve a ocupar su sitio, igual que siempre») casi encandilada por una súbita y, quién sabe —tal vez, ojalá— por fin permanente orientación: la de saberse y asumirse íntima y familiarmente rara. Y a quién le importa lo que piensen o no piensen de ella —o de nosotros— los demás.
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