CRÍTICA DE:
'Una traición mística', de Alejandra Pizarnik: escribir como llora un niño
RELATOS
Textos en prosa de la conocida poeta en los que aparece su lado más lúdico, gamberro y obsceno. Atrevidos experimentos
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Iniciar sesiónA Alejandra Pizarnik le gustaba hacer recortables con papeles de colores con los que componía formas simétricas como de trabajo escolar, o bien 'collages' recortando figuras y pegándolas en un cartón. Hace un par de años la Biblioteca Nacional de Buenos Aires (donde ... se conservan de forma permanente algunas de estas obras) hizo una muestra del lado visual y pictórico de la escritora en la que se podía ver, por ejemplo, el famoso «cuaderno verde» donde pegaba citas de libros que le gustaban en papeles de diversos colores que luego «intervenía» con pinturas, bolígrafos («biromes» en Argentina), figuras recortadas, etc.
Si cuento todo esto es porque la lectura de 'Una traición mística', una antología de la prosa más o menos narrativa de la autora, me ha traído a la memoria ese lado de «art brut» de Alejandra, ese misterioso aire de niña encantada, de infancia rosa, que se percibe a menudo en su mundo, al lado de la crueldad, el misterio, la desolación, una ternura y una nostalgia del paraíso infantil que me recuerdan también, por cierto, a los poemas de Leopoldo María Panero, donde Peter Pan, Wendy o Alicia aparecen sin cesar. El recuerdo de los delicados y terribles niños de Henry Darger es también inevitable.
RELATOS
'La traición mística'
- Autora Alejandra Pizarnik
- Editorial Lumen
- Año 2024
- Páginas 248
- Precio 20,90 euros
Es posible que el suicidio de un poeta tiña su obra lo queramos o no. Cuando leemos cualquier línea de Sylvia Plath, de Alfonsina Storni o de Anne Sexton, esa música lejana parece oírse siempre. También tiñe las imágenes que tenemos de ella, ese rostro tan bello de Alejandra, tan sensual, tan tierno, tan frágil, tan fuerte e imponente al mismo tiempo.
Siempre que veo fotos de ella pienso que podríamos haber sido amigos, que me resultaría fácil hablar con ella y bromear con ella. Su rostro ligeramente hinchado, sus grandes ojos, sus ojeras, su sonrisa irónica, son inolvidables. Pero uno espera que un crítico hable de los escritos del escritor, y no de cosas tales como sus ojos o sus labios.
En el caso de Alejandra Pizarnik, todos esos aspectos son inseparables. No conozco a ningún otro poeta que pretenda menos, que finja menos, que exagere menos y que llegue, al mismo tiempo, más lejos. Hay una frase de Djuna Barnes que me obsesiona: «Nadie sufre tanto como dice». Esto puede ser cierto de todos los seres humanos y de todos los escritores, no de Alejandra Pizarnik.
No conozco a ningún otro poeta que pretenda menos y que llegue, al mismo tiempo, más lejos
En estas prosas la hallamos entera, y hallamos además dimensiones no tan presentes en su poesía: su lado más lúdico, gamberro y obsceno, y un arte combinatoria de las palabras que puede recordarnos a los experimentos más atrevidos de Joyce.
Las máscaras. Las muñecas. Los espejos. «Voy a escribir como llora un niño, es decir: no porque esté triste sino que llora para informar, tranquilamente». Cuentos de hadas. La horrible historia de la condesa Bathory. La pieza más deslumbrante, extensa y desmadrada es 'La bucanera de Pernambuco o Hilda la polígrafa'. Nunca fue publicada: fue encontrada en una carpeta, tras la muerte de la poeta, en dos versiones, una a mano y otra a máquina, ambas con numerosas correcciones. Kafka dijo una vez que a él no le interesaba la literatura porque la literatura era él. Lo mismo podría decirse de Alejandra Pizarnik.
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