'Tierra de los hombres', de Antoine de Saint-Exupéry: volando a través del Sahara

Famoso autor de 'El Principito', obra que conocería una fama inmediata y mundial al ser publicada en 1943, este hecho, popularmente, oscurecería de manera injusta el resto de su magnífica obra, una de las mejores de su época.

«Esa es la moral que Mermoz y otros nos han enseñado», continuará diciendo esta mezcla de piloto, reportero, escritor, combatiente, moralista y héroe de Francia, cuyo avión desaparecido, mientras luchaba en una operación de reconocimiento contra los nazis, nunca sería encontrado. «La grandeza de una profesión consiste en unir a los hombres (…) Trabajando sólo por los bienes materiales, construimos nuestra propia prisión. Nos encerramos a solas con nuestras monedas, que no proporcionan nada por lo que valga la pena vivir».

Tiene mucha razón Yaiza Santos, en un estupendo epílogo, al afirmar que leer por primera vez este libro, «ante todo de un poeta», más que de un aviador, es una auténtica conmoción. Las bellísimas y apasionadas páginas de recuerdos de Saint-Exupéry se suceden con un encanto y fascinación prácticamente ininterrumpido; la escritura, por su profundidad moral y humana, por su exaltación de la vida elegida, sin temor ni metas prohibidas, hacen de él un libro inolvidable. «Habitante de un planeta errante», Saint-Exupéry acaba de ser nombrado piloto de la compañía francesa Latécoère, pionera en abrir rutas de correo aéreo a lo largo de todo el planeta durante la década de los años treinta, a través de cordilleras, desiertos y océanos en misiones tan apasionantes como a menudo arriesgadas.

Los diversos capítulos, con elocuentes títulos, combinan las aventuras humanas con las reflexiones filosóficas y humanistas, como siempre sucedía en este escritor: 'Los camaradas', 'El avión', 'En el desierto', 'Los hombres'. Saint-Exupéry elabora un espléndido relato sobre los avatares y accidentes sufridos por él mismo y sus camaradas en pleno desierto del Sahara, sobre la amistad, la muerte y la condición humana y universal, a la vez que va tejiendo un continuo homenaje dedicado a aquellos legendarios pilotos, algunos de ellos desaparecidos, como el gran Mermoz, que crearon la línea francesa entre Casablanca y Dakar, «a través del Sahara insumiso».

Un texto en el que, por supuesto, está también muy presente en su aventura iniciática y en su canto humanista que «se transmite de generación en generación, con el avance pausado del crecimiento de un árbol», crecimiento que es vida «pero también conciencia», el profundo rechazo que sufrió siempre Saint-Exupéry, héroe de guerra, por la política. Durante sus años en Estados Unidos, de 1940 a 1943, preocupado por hacer entrar a EEUU en la guerra, y con un prestigio inmenso entre el público americano, que apreciaba su nobleza como escritor, combatiente y aviador apasionado por su profesión, exclusivamente preocupado por las cualidades del alma humana, siempre se mantuvo al margen de las luchas internas de gaullismo, donde era mirado con sospecha seguramente por su pacifismo inicial.

El filósofo Raymond Aron escribiría un emocionado pasaje sobre aquellos días del escritor, durante la guerra mundial: «Era el odio de los mediocres que creían encontrar en la Causa la grandeza que la naturaleza les había negado (…) En cambio él, solo en su Lighting Patiente dans l’Azur, a 8.000 metros de altitud, ofrecía su vida a una patria que buscaba vanamente en la tierra».

Un libro magníficamente traducido por Berta Vias Mahou, en cuya edición se incluyen documentos, ilustraciones y artículos inéditos escritos por Saint-Exupéry para periódicos de la época, como 'Paris-Soir', en especial el famoso y desesperanzado 'Mozart asesinado'.