CRÍTICA DE:
'Testamento hecho en Wánati', de Ángel García Lopéz: defensa de la poesía
POesía
El autor gaditano ha dialogado consigo mismo en la tierra de nadie de los recuentos generacionales. No es extraño el silencio sobre él como en gran parte de nuestros grandes poetas
Otros textos del autor
Ángel García López (Rota, Cádiz, 1935) ha obtenido, entre otros premios, el Nacional de Poesía
Para Ángel García López la poesía es una cuestión de intensidad, de intensidad emocional, de indagación cultural y de apasionamiento lingüístico. Se inventó una Generación del 60 para rescatar a la poesía española de la pedagogía ideológica de lo social, para dotarla de ... algo más vasto que lo que pasa en la calle.
Hizo volver a la poesía al brillo verbal, a la metáfora y a la imaginación como forma de expresar lo íntimo, logró que el poema fuera una fiesta métrica sobre la base muchas veces de las múltiples formas del alejandrino o del endecasílabo. Cuidó la música tanto como la sensualidad, la riqueza plástica tanto como ese léxico que recogía del léxico andaluz. No esperó otra cosa del poema que una revelación de la vida, de la vida biográfica y de la cultura que estaba en el fondo de ella, hacer del poema « una religión del lenguaje, amar palabras vivas».
POESÍA
'Testamento hecho en Wátani'
- Autor Ángel García López
- Editorial Reino de Cordelia
- Año 2023
- Páginas 82
- Precio 10,95 euros
POESÍA
'Luna del verbo'
- Autor Ángel García López
- Editorial Renacimiento
- Año 2023
- Páginas 84
- Precio 12,90 euros
No es extraño por eso que, en estos tiempos donde la poesía de mayor éxito confunde el sentimiento con la efusión sentimental más simple, donde la palabra es, como diría Alessandro Baricco, un surfear por la superficie, el viejo Ángel García López tome parte en la polémica y reivindique ese gesto revolucionario de defender la verdadera poesía de la poesía de los bárbaros, de aquellos que creen que la venta masiva es un valor literario en sí.
García López viene a denunciar una «okupación», la de la poesía convertida en un 'souvenir', en un gesto de consumo. Su 'Testamento hecho en Wátani', de esta manera, es un acto de legítima defensa frente a un lenguaje poético 'low cost', de bajo coste, básico, funcional, que desprecia la profundidad, la aventura lingüística. Para ello construye una fabulación, un extenso poema de veintiún fragmentos donde los falsos poetas de la otra parte del río vienen a tomar la casa en la que mora ese gran libro de la poesía escrito por todos los grandes poetas desde el principio de los tiempos.
Aquí están Rota, el mar de la bahía de Cádiz, los pinos en los arenales... el pulso del muchacho
García López denuncia el secuestro de la belleza, ese fuego al que dieron vida las palabras divinas que expresaron qué es el amor en unas simples jarchas, qué es la pérdida en las palabras de Jorge Manrique, cómo darle la vuelta al idioma en los poemas mayores de Luis de Góngora… Y cuya llama, cuyo incendio llegó hasta las puertas mismas de este tiempo a través de Gerardo Diego, José Hierro o Luis Rosales. Como dijo Shelley la poesía es un recuerdo de los mejores y más felices momentos de los mejores y más felices ingenios.
Escrito en alejandrinos blancos, 'Testamento hecho en Wátani' es un autorretrato, el autorretrato de aquel muchacho de trece años que se conmocionó con la poesía y supo, como Homero, como Dante, como Juan de la Cruz, que era una manera de ordenar el caos, una manera de intensificar la experiencia. Aquí están Rota, el mar de la bahía de Cádiz, los pinos en los arenales, aquí están las calles del barrio y la plaza con sus jardines, la mano, el pulso de aquel muchacho que minió las estrofas, que cuidó el canto, que rescató «bellos himnos» y que sembró «acebos/ en la voz del idioma».
Y el autorretrato de ese viejo poeta que vive solitario en su piso de Madrid y que ha hecho de este 'Testamento… ' un registro de ruinas, una visión de la vejez, la crónica de una expulsión y de un silencio, según las palabras del profeta Jonás. Este canto del final, esta visión de un íntimo y personal apocalipsis último es extremadamente emocionante por lo que tiene de confesión biográfica, de un sentido testimonio de quien conversa con la muerte y hace de la poesía esa acción de gracias capaz de iluminar la realidad, de hacer que la vida vivida junto a ella sólo pueda ser celebrada en toda su verdad. Esa poesía, esa «diosa bella», ese «vaso santo» donde el mundo revela sus secretos.
Obra poliédrica
Demasiado barroco para ser incluido en la estricta nómina del 50 y demasiado clásico para ser atraído por el parnasianismo novísimo, Ángel García López ha dialogado solo consigo mismo en la tierra de nadie de los recuentos generacionales y demás inventos, incluido el de la generación del 60. No es extraño el silencio que pesa sobre él si uno piensa que gran parte de nuestros mejores autores viven la misma suerte. ¿Dónde están Jorge Guillén, Pedro Salinas, Gerardo Diego, Claudio Rodríguez o José Ángel Valente? En efecto, como dice en el poema 'Últimas voluntades' : «Se que merezco/ lugar que no tendré. De ello no duelo (…) fue Justicia/ quien más calló».
Su obra poliédrica es todo un universo, un universo demasiado amplio para ser ocultado en el sistema métrico decimal de nuestra poesía contemporánea, donde todo tiene sus medidas y su tallaje. No hay un solo Ángel García López, sino muchos, no hay dispersión en su obra sino mundos que vienen a ampliar la experiencia del mundo, a hacerlo íntimo, mítico, elegíaco y siempre celebratorio. La antología 'Luna del verbo', de cuya selección de poemas se encarga Felipe Benítez Reyes, viene a demostrarlo. En ella, como diría Robert Frost, los poemas empiezan en deleite y terminan en sabiduría.