UNA MIRADA ACADÉMICA
Frases magnéticas
¿Qué es lo que hace de pronto que un libro cuyo autor me es por completo desconocido atrape mi atención?
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Soledad Puértolas
No soy de esa clase de escritores que recorren las librerías para comprobar que sus libros están, bien visibles, en ellas y que hay fondos suficientes para reponerlos en el caso tan deseable de que se agoten. Pertenezco más bien al grupo de escritores ... que sienten una especie de pavor cuando, desde la calle, miran hacia el interior de la librería, íntimamente convencidos de que sus libros no estarán allí.
De vez en cuando, sin embargo, me arriesgo a entrar, por la sencilla razón de que me quiero comprar un libro, ya sea uno que me hayan recomendado o uno que de pronto suscite mi interés. Paso deprisa delante de la sección donde pudieran estar mis libros, y luego, estoicamente, emprendo la búsqueda del libro deseado.
¿Qué es lo que hace de pronto que un libro cuyo autor me es por completo desconocido atrape mi atención? Hace unos días, me compré una novela de un escritor que, según se proclamaba en la solapa, era mundialmente famoso y del que yo nunca había oído hablar. Lo que me decidió a comprarlo no era la fama que se le atribuía, sino una de las frases que, al ojearlo, alcanzó esa parte de mí que siempre está sedienta de frases, de literatura, de fantasía.
Es el estilo lo que convierte los hechos de la vida en literatura
«El tren arrancó». Poca cosa, pero lo tenía todo, porque un tren es un todo. Es el todo. En cuanto al verbo «arrancar», que no sé si es el apropiado en este contexto —¿los trenes arrancan?, puede que sí, pero de pronto me pareció extraño—, me produjo un sobresalto. Una pequeña conmoción. La vibración del tren se hizo presente dentro de mí, casi palpable, el movimiento, la inquietud del viaje, el olor —ya no era el de la antigua carbonilla, sino, quizás, de hierros, oxidados unos y cromados otros, de goma, de café, de ambientador—, los extraños ruidos sordos que recorren los vagones, la gente alrededor, seres a quienes el azar ha traído hasta aquí.
«El tren arrancó». Una frase sencilla, un sujeto y un verbo. Una acción que los ojos ven, un movimiento que el cuerpo siente. Allí, en medio de las páginas del libro, la frase cobró magnetismo.
En mi época escolar, se hablaba mucho del estilo. Creo que es una palabra que ya no se aplica a la literatura tanto como se hacía entonces. A mí me gustaba. Es el estilo lo que convierte los hechos de la vida en literatura, la vida más cotidiana y predecible adquiere un repentino misterio, los sucesos más triviales y rutinarios entran en el reino del asombro, de las promesas, de lo inesperado.
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