PUES DICES TÚ
El segundo mundo
Una nueva entrega de los diálogos ideados por el escritor y cineasta Rodrigo Cortés. Ironía a raudales
Ilustración de Nieto para este relato
Las dos personas normales esperan el autobús sentadas en una marquesina. La primera persona normal hojea un periódico gratuito, delgado y lleno de publicidad. La segunda persona normal mira al frente; luego, consulta el reloj.
—No viene.
—¿Cómo?
—No viene.
—¿Quién ... no viene?
—El autobús.
La primera persona normal mira con descuido a la izquierda.
—Ah, no. No viene.
—Tenía que estar ya aquí.
—Tenía.
—Hace diez minutos, digo. No hace dos ni tres.
—Ya.
—Y los que queden.
—Y los que queden.
—Un poco tercermundista, ¿no?
La primera persona normal levanta la mirada del periódico.
—¿Cómo?
—Un poco tercermundista.
—El qué.
—Lo que tarda el autobús.
—Ya, ya. Yo es que no tengo ninguna prisa.
—Ni yo. Pero no es eso.
—Ya, ya. Si te entiendo.
—Es que cinco minutos, vale. A lo mejor siete, si ha pasado algo. Pero diez…
—Y lo que quede.
—Y lo que quede. A partir de diez es tercer mundo.
—Yo creo que sí.
—A partir de diez no es europeo.
—Pues dices tú -dice la primera persona, mientras dobla el periódico y lo deja en el asiento-, pero leía yo el otro día que el tercer mundo está lleno de oportunidades.
—¿Y eso?
—Pues no me acuerdo muy bien, pero era algo de un país que tenía caucho, y luego llegaba un rey y les cortaba las manos, y, si no les hubieran robado nada, habrían sido todos ricos. Salía en la tele.
—¿Los del tercer mundo?
-No sé si se puede decir tercer mundo ya.
—Igual no.
—Igual está mal visto. Tampoco sé cuál es el segundo, te advierto.
—Seremos nosotros, ¿no?
—Pues igual. Primero irán los americanos y Alemania, y luego ya nosotros. Y luego, donde haya caucho.
—¿Y Japón?
—Pues no lo sé. Será primer mundo, ¿no?
—O segundo.
—O segundo.
—¿Y Afganistán?
—¿No es tercero?
—Creo que no. Creo que tercero es África y Haití. Y la selva en general.
—A ver si vamos a ser primero.
—Pues lo mismo.
—Depende de con quién te compares. Mal de muchos, consuelo de tontos, como digo yo.
—Es verdad: tú lo dices mucho.
—Pues por eso.
—Pues eso.
Las dos personas normales miran el trocito de calle por donde debería aparecer el autobús. Lo que aparece es un Peugeot, y luego un Hyundai Tucson nuevecito. La segunda persona normal suspira.
—Pues dices tú, pero el pequeño me ha regalado 'Reina Roja'.
—¿Y eso qué es?
—Por lo visto, un libro.
—¿Y has guardado el ticket?
-No, pero pasan cosas. Parece que es entretenido.
—¿Entretenido un libro?
—Yo no sé. Lo que me dice el pequeño. Por lo visto, el escritor es huérfano.
—Toma, y yo.
—Ya, pero él lo va diciendo.
—Me quiere sonar. ¿Es uno que ha escrito más libros?
—Me parece que sí. 'Reina Roja' todos.
—¿Se llaman igual?
—Me parece que sí. Para facilitar, me parece. Para que sepas que van de lo mismo.
—A mí no me gustan los reyes.
—A mí sí, pero este es distinto. Este es de intrigas.
—¿Y no hay película?
-Tengo que mirar. Mejor en película, ¿no?
—Dónde va a parar.
—Mucho mejor, sí. Tengo que mirar. En película pasa todo más deprisa, y se entiende lo mismo.
—En película está todo mejor hecho. Menos cuando hay batallas, que ahí van a lo barato.
—En España, sí.
—En España salen dos soldados en una tienda de campaña y uno dice: «La que se está liando ahí fuera». Y con eso tiran.
—Ya sé cuál dices.
—Decimos la misma.
La primera persona normal despliega de nuevo el periódico. Pasea la mirada por la sección de deportes.
—Pues dices tú, pero yo veo ahora a los jugadores y no reconozco a nadie.
—No, ni yo. Y mira que se ponen tatuajes, para que los distingas.
—Y los pelos esos de cantante.
—Yo creo que los traen del segundo mundo. Para que les hagan precio.
—Esos cobran más que tú y que yo.
—Ahora sí. Pero al principio, digo.
—Al principio, lo mismo sí. Pero luego se lían a meter goles y ya no hay quien les tosa.
—Yo no.
—Ni tú ni nadie. Se acostumbran a marcar goles y enseguida se ponen piscina. Y se quedan con el caucho.
—A mí no me gustan las piscinas.
—Ni a mí. Pero es un suponiendo.
—¡Mira!
—¿Dónde?
—Ahí está el bus.
—Ah, mira, sí. Ahí lo tienes. Quince minutos tarde o más.
—Creo que tenía que venir a menos cuarto.
—Ah, pues entonces está bien.
—Pues por eso te decía.
—Yo creo que era eso.
—Pues lo mismo.