el animal singular
Los arrancadores de cortinas
Si se revisara cada 'chat' de cada persona, incluidos los de la casta denunciante, no quedaría nadie a salvo de la hoguera
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Milan Kundera habló de la vieja utopía revolucionaria: «la vida sin secretos»
Hace unos meses decidí salirme de todos los grupos de WhatsApp en los que estaba. Se trataba de una estrategia más (hasta ahora parcialmente efectiva) en mi ya larga batalla contra la adicción al teléfono y las redes sociales. Viendo lo sucedido en la ... Universidad de La Rioja, pareciera que eso mismo es lo que tiene que hacer cualquier persona en el siglo XXI que quiera seguir siendo libre. Me refiero, por supuesto, a la apertura de expedientes a unos estudiantes del grado de Educación Primaria, de dicha institución, que profirieron una serie de gamberradas machistas y homófobas en un grupo de WhatsApp.
La noticia de estos mensajes la difundió Angels Barceló, en su programa 'Hoy por hoy', una periodista que sería la delicia de la policía secreta de cualquier dictadura. Las autoridades de la Universidad no tardaron en condenar los mensajes, anunciar investigaciones y sanciones. En este sentido, el rector Juan Carlos Ayala puntualizó: «Animamos a que los universitarios denuncien este tipo de mensajes».
Esto no es nada nuevo. Se trata, como dice Milan Kundera, de «una vieja utopía revolucionaria, fascista o comunista: la vida sin secretos, donde la vida pública y la vida privada no sean más que una. El sueño surrealista de Breton: la casa de cristal, casa sin cortinas en la que el hombre vive a la vista de todos (…): una sociedad totalmente controlada por la policía». Sin embargo, la gravedad de lo sucedido radica no solo en el hecho mismo sino, también, en su contexto. Pues ya no es necesario un estado policial para que estas aberraciones sucedan.
Para alcanzar esta utopía contamos, por un lado, con el capitalismo de la vigilancia creado por los monstruos de Sillicon Valley, quienes han dotado a los ciudadanos de un arma total, el teléfono inteligente, que sirve tanto para guardar registro de nuestra alma como para exponernos a la muerte pública con solo un tuit. Y, por el otro lado, tenemos a esos que Kundera llama «los arrancadores de cortinas», como Angels Barceló, siempre prestos a denunciar los pecados de palabra, de omisión y de pensamiento.
Es cierto que, sacados de su contexto de guasa y fanfarronería, da mucho qué pensar sobre los valores y lo que tienen en la cabeza unos estudiantes de grado que expresan semejantes cosas. Pero también es cierto que si se revisara cada 'chat' de cada persona, incluidos los de la casta denunciante, no quedaría nadie a salvo de la hoguera. ¿Quiere decir que los seres humanos somos intrínsecamente detestables? No.
Quiere decir que somos seres libres y pensantes, capaces de discernir entre lo público y lo privado, como una manera más de lidiar con ese cúmulo de contradicciones que hacen de cada uno de nosotros un individuo. Pues es eso lo que está bajo amenaza en sociedades donde los civiles hacen de policías y delatores. Vuelvo a las palabras de Kundera, en 'Los testamentos traicionados': «la divulgación de la intimidad del otro, en cuanto se convierte en costumbre y norma, nos hace entrar en una época en la que lo que está ante todo en juego es la supervivencia o la desaparición del individuo»..