A LA CONTRA
Respeto y dignidad
Es más ético y respetuoso, parece ser, almacenar restos humanos momificados en un depósito que permitir que sean admirados
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Iniciar sesiónJusto acababa de visitar la momia de Santa Catalina, en la pequeña iglesia del Corpus Domini en Bolonia, sentada en su trono desde hace 500 años y canonizada en 1712, cuando leía, de nuevo, sobre la ‘Carta de compromiso para el tratamiento ético de restos humanos en museos estatales’ ... del ministro Urtasun.
Gracias a este nuevo mandato, desaparecen de los recorridos expositivos de hasta 16 museos restos humanos de interés histórico y antropológico. Así, por ejemplo, la momia guanche que, hasta no hace tanto, se exponía en el Arqueológico Nacional, ya no podrá ser visitada por el público. Es más ético y respetuoso, parece, almacenarla en un depósito que permitir que sea admirada.
La medida enlaza con la obsesión del ministro por la descolonización de los museos y la restitución cultural, y nos da buena cuenta de su mirada sobre la cultura: esta debe ser recontextualizada y debe hacerse, cómo no, de manera ideológica. La carta en cuestión se apoya en el Código Deontológico para los Museos del ICOM (Consejo Internacional de Museos), una ONG asesora de la Unesco que introduce recomendaciones tales como que «los materiales culturales delicados deben ser tratados con respeto y dignidad, y de conformidad con los intereses y creencias de las comunidades y grupos étnicos o religiosos de origen».
¿O a la particular visión que de la cultura tiene Urtasun y que está imponiendo, sin debate ni diálogo?
Así, y atendiendo a la elasticidad y subjetividad de los criterios, ¿sería más respetuosos y digno acumular restos humanos en un almacén que exponerlos en una vitrina en condiciones óptimas? No creo que el ministro de cultura y yo, o el ministro de cultura y el Gobierno de Canarias, estemos de acuerdo.
¿Con «los intereses y creencias de los grupos étnicos de origen» se refieren a los intereses y creencias actuales o a los del momento del enterramiento del finado? Porque no son las mismas creencias las de los guanches del siglo XI que las de los canarios del XXI. ¿A qué sensibilidad exactamente se debe atender? ¿A la de hace 1.000 años? ¿A la actual? ¿A la del interés general? ¿O a la particular visión que de la cultura tiene Ernest Urtasun y que está imponiendo, sin debate ni diálogo?
Las implicaciones, obviamente, son muchas y a tener en cuenta: religiosas, históricas, antropológicas, morales, artísticas, científicas… Pero también, y especialmente en este momento, políticas e ideológicas. No olvidemos que fue el propio Urtasun quien llegó enarbolando aquello de que «la cultura es una herramienta de combate contra la ultraderecha». Y, como todo lo que no sea pensar exactamente igual que él y los suyos es ultraderecha, podríamos deducir que la cultura es instrumento para el adoctrinamiento de todo disidente.
Así, estas últimas razones, las políticas y las ideológicas, parecen pesar más en la decisión que cualquier otro argumento, más o menos filosófico, más o menos ético. Pero abortar un debate nutritivo e imponer un criterio único no parece la mejor de las maneras de abordar un problema que, en nuestro país, parece algo forzado: no constan campañas de rechazo aquí por la exhibición de restos humanos en museos públicos. Pero, en fin, podríamos dar por útil la polémica si con ella se abriese el diálogo.
Decía Georges Bataille que lo sagrado y lo prohibido estaban intrínsecamente ligados, y en este caso la afirmación viene al pelo: la muerte, incluso la lejana, sigue siendo tabú y algunos prefieren ocultarla.
Pienso de nuevo en Santa Catalina, reverenciada en su trono desde hace quinientos años, o en Santa Teresa (cuyos restos serán venerados este año al ser expuesto su cuerpo incorrupto por primera vez desde 1914), y no puedo menos que apiadarme del pobre guanche que descansa ahora archivado en las tripas de un museo. Dignificado y respetado.
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