A la Contra
Hay tetas y tetas
Hay pechos que parecen hechos de poder y otros de sometimiento y cosificación. Y no parece que sea la voluntad de mostrarlo de la propietaria lo que lo determina
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Iniciar sesiónEnseñar las tetas hoy poco tiene de ‘épater le bourgeois’. Un par de tetas al viento no escandalizan a nadie. Ni curiosidad despiertan. Como mucho, un leve debate sobre lo apropiado o lo fuera de lugar de la ocurrencia. Más cuestión de educación que de ... acto de subversión.
Nada que ver un pecho fuera hoy con uno en 1978, frente a Tierno Galván y Adolfo Suárez, en plena Transición, cuando enseñar el cuerpo femenino sí tenía un valor simbólico, cuando esa mujer (brava Susana Estrada) se jugaba el pan y la libertad con sus actos (fue condenada por escándalo público y no tuvo derecho a voto ni pasaporte hasta 1989).
¿Qué se juega hoy Inés Hernand? ¿Qué tiene de transgresor su gesto? Su destete dando brincos frente a un público a favor de obra tiene poco de heroico, sabedora de que tiene todo por ganar y nada que perder. El aplauso febril de los suyos, garantizado, hace que cotice al alza la ocurrencia.
Pero nunca se conquistó libertad ni derecho alguno entre los algodones del pensamiento hegemónico, nunca con la palmadita complaciente en el hombre de quien ostenta el poder. Lo realmente curioso es que la defensa del mismo hecho sea tan dispar entre los mismos que sostienen que, a los que no pensamos así, lo que nos pasa es que nos dan miedo sus tetas.
Hay tetas y tetas, y coinciden en el tiempo, para ponernos más fácil el ejercicio de entenderles, que dos señoras las enseñen pero susciten diferentes reacciones. Por un lado, Inés Hernand, musa del progreso por eructar frente a la cámara, olerse la axila en prime time y llamar «icono» al presidente del gobierno (ahora también por llamar «sumidero horroroso» a Madrid y enseñar los pechos patrocinada por RTVE y la Comunidad Valenciana).
Nada que ver un pecho fuera hoy con uno en 1978, frente a Tierno Galván y Adolfo Suárez, en plena Transición
Por el otro, Bianca Censori, esposa del rapero Kanye West, que lució un vestido transparentísimo en la gala de los Grammy. A la primera, le aplaudieron desde ciertos sectores su libertad y desparpajo, el atrevimiento (ejem) de mostrar sus pechos. A la segunda, la acusaron de estar dominada por su pareja, abusada, coaccionada, vejada. La vieja historia de que no se trata de qué sino de quién.
¿Qué diferencia hay entre dos mujeres que enseñan los pechos? ¿Por qué una es valiente y, la otra, una mujer sometida? Me convence la tesis de mi compañero Cristián Campos que apunta al atractivo objetivo de la protagonista, a la existencia de arquetipos amenazantes en el mercado sexual (estas serían frívolas, superficiales o esclavas y enseñarían sus pechos por motivos incorrectos) y arquetipos no amenazantes (mujeres liberadas y dueñas de sus cuerpos).
Lo cierto es que Censori luce un cuerpo de escándalo frente a una Hernand de infantería. Ya ocurrió también en Eurovisión hace unos años, cuando se celebraba que Rigoberta Bandini cantara aquello de «no sé por qué dan tanto miedo nuestras tetas» (precisamente la canción que Hernand cantaba cuando enseñó las suyas), mientras se arremetía contra Chanel Terrero, otra de las participantes y ganadora del festival, porque su canción (y su vestuario y su coreografía) cosificaba a las mujeres. ¿En qué quedamos? ¿La mujer es libre de hacer con su cuerpo lo que quiera y mostrarlo cuando guste o solo las mujeres que ciertas mujeres decidan?
Casualmente, o no tanto, en este caso también Chanel era una mujer atractiva y exuberante frente a otra con un físico mucho más de infantería. ¿Es la mirada de la mujer más severa con el cuerpo de otras mujeres? ¿Opera condicionada por la de este al tiempo que la desprecia? Hay pechos que parecen hechos de poder control y otros de sometimiento y cosificación. Y no parece que sea la voluntad de mostrarlo de la propietaria lo que determina que así sea.
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