A LA CONTRA
Repitan conmigo: 'lawfare', bulo, máquina del fango
Las palabras pueden actuar como dosis ínfimas de arsénico: uno las traga sin darse cuenta, parecen no surtir efecto alguno
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Iniciar sesión«Lawfare», dijo uno de los señores que jugaban al truc, sin mirar a la tele siquiera (informaba sobre lo de Begoña Gómez) y mientras dejaba un naipe sobre la mesa. «Es la máquina del fango», dijo otro, sin inmutarse, mientras yo levantaba la ... cabeza de mi ordenador para prestarles atención. El bar de mi pueblo es mi oficina y también mi particular termómetro de la realidad: si allí se habla, es que de verdad está en la conversación popular, que ha traspasado el empapador y ha calado bien la cosa. Por eso, al escuchar «lawfare» y «máquina del fango» en la boca de dos señores de setenta años de un pequeño pueblo de la España vacía, pensé automáticamente en las palabras de Victor Klemperer en su libro 'La lengua del Tercer Reich': Las palabras pueden actuar como dosis ínfimas de arsénico: uno las traga sin darse cuenta, parecen no surtir efecto alguno, y al cabo de un tiempo se produce el efecto tóxico. Si alguien dice una y otra vez «fanático» en vez de «heroico» y «virtuoso», creerá finalmente que, en efecto, un fanático es un héroe virtuoso y que sin fanatismo no se puede ser héroe.
Yo solo recuerdo, como fenómeno similar reciente, a Chiquito de la Calzada (Sánchez tiene menos gracia, bastante menos, lo reconozco). De pronto, todos andábamos utilizando, con soltura y en nuestras conversaciones cotidianas, expresiones como 'acandemor', 'guarreridas españolas' o 'fistro pecador' («no puedor, no puedor»). Ahora, escuchas con la misma soltura, pero en modo solemne, 'lawfare', máquina del fango o bulo' Como mancha de brea se extiende, se populariza, todo lo pringa.
«Estaba construido de tal modo —explicaba Orwell en referencia a la Neolengua, lengua oficial de Oceanía (pero bien podría estar refiriéndose al Sanchezlandés, lengua oficiosa aquí y hoy, y ambas creadas para solucionar necesidades ideológicas)— que diera la expresión exacta y a menudo de un modo muy sutil a cada significado que un miembro del Partido quisiera expresar, excluyendo todos los demás sentidos, así como la posibilidad de llegar a otros sentidos por métodos indirectos», explicaba Orwell.
Lo que no contempla Sánchez (o quien le lleva estas cosas de pensar) es que un eufemismo, tiene fecha de caducidad
«Esto se conseguía inventando nuevas palabras y desvistiendo a las palabras restantes de cualquier significado heterodoxo, y a ser posible de cualquier significado secundario». Por eso precisamente ahora 'fascismo' ya no significa 'movimiento político de carácter totalitario y antidemocrático': ha mutado su significado y pasado a designar a cualquiera que ose discrepar, aun en lo más mínimo, con la línea de pensamiento imperante. O los derechos, que ya no son los principios morales legítimos y justos para todos, sino cualquier deseo que se le antoje al fiel.
Pero su gran contribución a la lengua castellana, por enriquecerla en lugar de limitarla, es en materia de eufemismos. El último, maravilloso, a cuenta de la ocurrencia del 'pajaporte' (esa pretensión de control estatal del onanismo audiovisual). Como el 'bonogayola' contempla los treinta usos mensuales como límite aceptable y decoroso, quien lo exceda se denominará «usuario intensivo» (por no llamarle «cochino»).
En eso estamos
Y no olvidemos aquella feliz aportación de llamar «restricción de movilidad nocturna» al toque de queda durante el confinamiento. Porque «toque de queda», pensaba Sánchez, tenía cierta connotación «facha» (retrocedan hasta el final del párrafo 2 y relean) a evitar. Y urgía desvestirla de significante. La lista no es corta: «desaceleración económica internacional» llamó a la crisis que se nos venía, «reforzamiento del modelo autonómico» las cucamonas a separatistas, «líneas precautorias sin condicionalidad macroeconómica» a los rescates de Europa o «plan de regeneración democrática» a la pretensión de control a la prensa.
Lo que no contempla Sánchez (o quien le lleva estas cosas de pensar) es que un eufemismo, por definición, tiene fecha de caducidad y necesitará pronto de un sustituto: un eufemismo nuevo que sustituya al anterior cuando ya se ha impregnado del verdadero significado de lo que designa y ha dejado de resultar suave y decoroso para señalar, de manera cruda, aquello que significa.
Solo hay que pensar en la palabra «minusválido», que sustituyó a «disminuido», que hoy es ofensiva pero en su momento sirvió para evitar decir «deficiente», y que fue sustituida luego por «discapacitado», más tarde por «persona con discapacidad», luego por «persona en situación de discapacidad» y ahora, creo (que ya no sé por qué eufemismo van), por «persona con diversidad funcional». Y en eso estamos.
«Cada reducción era una ganancia, ya que cuanto menor era el área para escoger, más pequeña era la tentación de pensar». 'Lawfare', bulo, máquina del fango. Ultraderecha, ultraderecha, ultraderecha.
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