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A LA CONTRA

Repitan conmigo: 'lawfare', bulo, máquina del fango

Las palabras pueden actuar como dosis ínfimas de arsénico: uno las traga sin darse cuenta, parecen no surtir efecto alguno

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Rebeca Argudo

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«Lawfare», dijo uno de los señores que jugaban al truc, sin mirar a la tele siquiera (informaba sobre lo de Begoña Gómez) y mientras dejaba un naipe sobre la mesa. «Es la máquina del fango», dijo otro, sin inmutarse, mientras yo levantaba la ... cabeza de mi ordenador para prestarles atención. El bar de mi pueblo es mi oficina y también mi particular termómetro de la realidad: si allí se habla, es que de verdad está en la conversación popular, que ha traspasado el empapador y ha calado bien la cosa. Por eso, al escuchar «lawfare» y «máquina del fango» en la boca de dos señores de setenta años de un pequeño pueblo de la España vacía, pensé automáticamente en las palabras de Victor Klemperer en su libro 'La lengua del Tercer Reich': Las palabras pueden actuar como dosis ínfimas de arsénico: uno las traga sin darse cuenta, parecen no surtir efecto alguno, y al cabo de un tiempo se produce el efecto tóxico. Si alguien dice una y otra vez «fanático» en vez de «heroico» y «virtuoso», creerá finalmente que, en efecto, un fanático es un héroe virtuoso y que sin fanatismo no se puede ser héroe.

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