A la contra

Museos 'throwaway'

¿Era el turista que destrozó por hacer una foto 'La silla de Van Gogh' consciente de que eso era arte?

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La llamada 'Silla de Van Gogh', del artista italiano Nicola Bolla, con el turista sentado

Hace no demasiado, en el Palazzo Maffei de Verona (Italia), una pareja destrozaba la obra de arte llamada ‘Silla de Van Gogh’, del artista italiano Nicola Bolla, al simular el hombre que se sentaba en ella mientras la mujer le hacía unas fotografías. Tras ... perder el equilibrio, caía sobre la pieza, cubierta por cientos de cristales de Swarovski, y ambos, al ver el resultado de su imprudencia, huían de allí antes de que el personal pudiese reaccionar.

En la Galería degli Uffizi, en Florencia, un turista quiso hacerse una foto imitando la postura en la que Fernando de Médici aparece en su retrato del siglo XVII allí expuesto, obra de Anton Domenico Gabbiani. Pero tropezó y cayó sobre la pintura, rasgando la tela.

La galería, que ha denunciado al turista, anunciaba su decisión de establecer estrictos límites a sus visitantes para impedir «comportamientos incompatibles con el sentido de nuestras instituciones y el respeto por el patrimonio cultural», señalando que la actitud de visitantes que acceden a las instituciones culturales para hacer selfies y realizar memes con el fin de compartirlos luego en las redes sociales se ha convertido, últimamente, en un problema.

Degradadas las instituciones culturales, tenemos comida basura para almas en busca de experiencias ‘instagrameables’

Quizá el problema, donde radique, sea en realidad, precisamente, en saber cuál es el sentido de las instituciones culturales. Su concepción clásica estaba más o menos definida: unas instituciones al servicio de la sociedad y comprometidas con su desarrollo que expone, conserva e investiga el patrimonio cultural de esta con fines educativos, de estudio y divulgación.

Pero ahora, inmersos en el intento de cambio hacia un nuevo modelo cultural que, envuelto en una retórica farragosa y redicha, en lo que se desemboca en realidad es en la conversión de la institución museística en un componente más de la oferta de ocio y entretenimiento, despojado de toda carga intelectual.

«Repensar los museos»

Y en ese proceso («repensar los museos» lo llaman los cursis), en ese devenir de espacio de saber a lugar de divertimento, no se ayuda a que cualquiera pueda, de desearlo, elevarse hasta alcanzar el arte, sino que el arte acaba descendiendo hasta quedar al alcance de cualquiera.

Por decirlo de otra manera: ¿Era el señor que destrozó ‘La silla de Van Gogh’ consciente de qué era aquello? ¿Sabía lo que era o significaba la obra, conocía su valor (no ya material, sino cultural e intelectual? Para él, hacerse esa foto era, es muy probable, lo que había que hacer justo después de ver el balcón de la casa de Julieta en via Capello y subir a la torre Lamberti. Capuccino en piazza dei Signori, subir todo a IG, revisar ‘likes’. La degradación de las instituciones culturales disfrazadas de democratización del arte.

Para Juan Manuel de Prada, la cultura es el alimento que el alma necesita para no consumirse ni rendirse a la barbarie. Para la historiadora del arte y ensayista Lorena Casas Pessino, el arte nos recuerda quiénes somos y es la manera que tenemos de acercarnos a lo sublime y reencontrarnos con los dioses.

Y así, degradadas las instituciones culturales, aun en nombre de una igualdad (una mal entendida: esa que siempre confunde la igualdad en las oportunidades con la igualdad de los resultados), convertidas estas en centros de ocio para adultos con cámara en el móvil y necesitados de ‘likes’, huérfanas de un fin que no sea atraer cada vez más visitantes (sin importar quién ni cómo), lo que obtenemos, lo que ya tenemos, es eso: comida basura para almas en busca de experiencias ‘instagrameables’, alejadas ya de lo divino y lo sublime. (Y en ello estamos: si hasta la Macarena parece una ‘influencer’).

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