Crímenes que sí se pueden contar

Lo que viene es un intento de reflexión sobre los crímenes reales y la ficción, sobre las tragedias mediáticas y sus adaptaciones a diferentes formatos. Y el por qué unos levantan tanta polémica y otros no. ¿Qué diferencia habría entre la serie documental sobre el caso de la niña Asumpta Basterra y una sobre el del niño Gabriel Cruz? ¿Qué diferencia entre un libro sobre el crimen perpetrado por José Bretón y uno sobre el cometido por Jean-Claude Romand? ¿Y cuál entre una serie sobre María Jesús Moreno y la película sobre Rosa Peral?

Nadie se echó las manos a la cabeza cuando se estrenó el documental sobre la pequeña Asumpta, pero sí se impidió que se culminara el rodaje del que narraría el caso de El Pescaíto. Sobre ambos casos ya lo habíamos leído y visto todo en infinidad de reportajes e informaciones. En ambos, son menores las víctimas. También lo sabíamos ya todo, nuestra curiosidad se había visto saciada, sobre los casos del crimen de Las Quemadillas, del parricida francés, del de la Viuda Negra de Patraix o del de la Guardia Urbana. Sin embargo, la publicación del libro de Luisgé Martín se vio suspendida por la polémica, mientras que el de Emmanuel Carrère es considerado una obra excepcional. Y, en el caso del crimen de la Guardia Urbana o de la Viuda Negra, cualquier podcast elegido al azar de entre todos proporciona detalles mucho más escabrosos que la serie o la película.

Ambas protagonistas cumplen condena. Pero la primera trató de impedir el estreno de la serie mientras que la segunda no me consta que lo intentase. No es nueva la expectación que despiertan estos sucesos en la opinión pública. Al morbo se suma algo primitivo de observar la amenaza desde un lugar seguro y aprender de ella. Nos gustan los ‘true crime’, qué le vamos a hacer. Por eso venden. Se han realizado películas y escrito libros sobre infinidad de casos terribles: Alcasser, Susqueda, Puerto Hurraco, Almonte, los Galindos… ¿Estaría justificado impedir que pueda hacerse? ¿Cuál es el límite? O, mejor dicho: ¿hay alguna razón que lo justifique en unos casos sí y en otros no? Yo creo que en ninguno.

Es sabido que, en ocasiones, el ejercicio de ciertas libertades fundamentales por parte de algunos puede resultar molesto para otros. Por distintas razones, entre ellas, precisamente, las víctimas de algunos de estos casos o sus familiares. Insistir en ejercerlas no es ser insensible al dolor de estas personas. Tampoco lo es obstinarse en defender que la condición de víctimas (su dolor) de unos pocos no puede ser utilizada como subterfugio para limitar esas libertades para todos.

Otra cosa es que una vez ejercida esa libertad tenga que vérselas el autor con la crítica, a veces despiadada y poco deseable. Y, el resto, puede decidir no consumir esa obra. Lo contrario sería dar alas al anhelo censor al que tan fervientemente se entrega la masa enfurecida a la mínima ocasión. La misma que, en otras ocasiones, dispara las audiencias. Será que hay víctimas y víctimas, y no todas son iguales.