Crítica de:
'Raros como yo', de Juan Manuel de Prada: ¿cómo es el escritor maldito del siglo XXI?
En su nuevo libro, el autor asegura que lo contracultural hoy es abrazar la tradición, rezar a los santos y no invocar a los demonios
Juan Manuel de Prada: «Es menos maldito drogarse que comer jamón serrano»
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Iniciar sesiónAhora que el malditismo es un negocio y la transgresión se aplaude y se jalea y hasta se subvenciona (el canallita de salón, prácticamente un funcionario más), tal vez tenga sentido preguntarse quién es el maldito ahora, si es que tal ser existe todavía y ... no forma parte ya de la mitología que arde en las hogueras que encendemos en invierno: qué frío es el tedio. En el prólogo de 'Raros como yo' (Espasa), Juan Manuel de Prada aventura que hoy el maldito no es aquel que invoca a los demonios, sino el que reza a los santos, aquel que prefiere la tradición a la libertad y la templanza al griterío: esto es, no un heterodoxo sino un ortodoxo de lo suyo, de unos valores otro tiempo, no caducos pero sí olvidados. Un Quijote, en suma. Aunque quizá a los malditos, como a los clásicos, solo se los pueda reconocer en la muerte. En la distancia del tiempo.
No es casualidad que en esta galería de personajes marginales y marginados haya varios entierros, pues en el adiós también se define un legado. Si a Galdós lo fue a despedir el pueblo de Madrid, a las exequias de Silverio Lanza «sólo acudieron los gatos famélicos, para tumbarse al sol del cementerio, que es el sol de los hombres puros, porque es el que menos calienta». A Concha Alós, nos cuenta De Prada, apenas la lloraron un puñado de amigos frente al mar, en Montjuich. A esos desconocidos los rescata él, que los perfila con sus ideas y excentricidades. A Silverio Lanza y Léon Bloy con sus argumentos contra la democracia; a Gonzalo Seijas dedicando libros ajenos para llenarse los bolsillos; y a Iván de Nogales, que llegó a alcalde de Ciudad Rodrigo en 1917, tiñéndose la melena de verde para escandalizar a sus paisanos, después de haber multado por «resistencia a la autoridad» a una mujer a la que intentó seducir sin fortuna. También hay existencias trágicas, como la de Alejandro Sawa, de quien Manuel Machado dijo que había nacido para el placer, pero fue derecho al dolor, «como las polillas van derechas a la luz que las abrasa».
De Prada Busca la luz entre las grietas de esas biografías rotas, y celebra las que se han entregado a la luz, y por ello han sufrido escarnio. Destaca a Leonardo Castellani, el hombre al que más páginas dedica en este volumen. «Si hoy no soy un escritor sistémico, ni un católico chirle al uso, se lo debo a este gran maldito que con todos se peleó, salvo con Dios», confiesa. Pero es en su descripción de Santiago Alba Rico, uno de los pocos vivos de 'Raros como yo', cuando comprime el malditismo en una frase, concretando, así, este empeño ético y estético: «Un auténtico maldito nunca debe cejar en su vocación de marginalidad; tampoco desmayar en su irritación contra los suyos».
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