ARTE
Quico Rivas, el crítico como artista
MADRID
Fue colaborador de ABC Cultural y un tipo bohemio, creativo. La Galería Guillermo de Osma le homenajea en este 'Apertura'
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Iniciar sesiónEn el Museo Mausoleo de Morille se enterraron de forma póstuma los zapatos de Quico Rivas (1953-2008) con un epitafio en el que se dice que «lo que tuvo lo gastó». En realidad, regaló más de lo que tenía, invitando a una ... fiesta que él llevaba siempre por dentro.
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La última vez que nos vimos, el 21 de febrero de 2008 en Patio Herreriano, me dijo entre risas que estaba «de maravilla». Sus últimas palabras: «Tenemos que hablar». Me hizo un guiño de complicidad, acaso recordando la que tuvimos años atrás en la piscina de un hotel valenciano cuando me recriminó por no tener un 'plan claro' para el fin del milenio. Entre bromas y veras podía soltar un cartucho de dinamita, anárquico devocional, capaz de seguir su camino incluso sin los viejos zapatos.
Bizarro cordial
Quico es el crítico de arte español que ha compuesto el más fascinante de los 'personajes', bizarro y cordial, simpático e incluso desconcertante. Precoz como su colega adolescente Juan Manuel Bonet. Con él formó en 1969 Equipo Multitud y compartieron páginas en el 'Correo de las Artes' a una edad en la que la mayoría seguía dando patadas al balón de fútbol.
En aquellos años, esta pareja de críticos-artistas mostraba querencia por el arte óptico y cinético, pero también admiraban a Zóbel, Rothko, Fontana o Palazuelo, intrigados por las rarezas ZAJ e incluso fascinados por el pop de Larry Rivers. Todo aquello terminó cuando la galería Juana de Aizpuru montó la exposición 'Nueve pintores sevillanos' (1972).
En una foto de Tony Catany de 1972 aparecen ambos con las manos en los bolsillos, elegantes con sus melenas de época, con gafas como si no hubiera nada que fueran a dejar sin leer. Rivas no paró de hacer crítica de arte, entre otros medios en ABC Cultural, comisariando exposiciones magníficas como 'Corona roja sobre el volcán' (CAAM, 1996), reflejo de su personalidad eruptiva.
En 2001, él mismo inició una reivindicación de Equipo Múltiple con citas en la galería Sandunga y, tras su muerte, se han realizado varias muestras de homenaje, por ejemplo, en la galería Artesonado de La Granja (2012) o la gran revisión que comisarió Esther Regueira en Santa Clara de Sevilla (2018), año en el que en el CACMálaga se vieron hermosas piezas suyas en diálogo con Gonzalo Torné.
La galería Guillermo de Osma recupera al que fuera uno de sus cómplices, un admirador de Maruja Mallo, un defensor de causas perdidas que no se avergonzaba de ser un pintor dominguero. Pablo Sycet apunta que el conato de atropello que Rivas sufriera en la infancia fue determinante para forjar su carácter. Este creador de situaciones se entregó a una particular psicogeografía, transitando los 'bajos fondos', disfrutando de la noche en su local llamado oportunamente Mala Fama, alojándose en infinidad de hoteles.
Sedimentos de deriva vital
Precisamente los papeles timbrados de esos establecimientos fueron campo de juego para sus 'collages' y dibujos, sedimentos de su deriva vital. Vivió 'a puerta batiente', convertida la casa en un lugar incierto, como en los dos 'collages' titulados 'Sweet Home' realizados en 1999 y 2006.
Este aristócrata incorporado a la CNT rindió homenaje a Bakunin (2006) pero también representó, en 2008, los paraísos artificiales en 'Sister morphine', 'Fumador de opio' o el excelente lienzo 'Cabeza del opiómano'. Las cajetillas de Camel le sirvieron para divertirse con 'La caravana de camellos' (2004). No es casual que entre los héroes confederales que recorta esté Yves Klein ejecutando su mítico salto (fake) al vacío en 1960.
Quico Rivas
'Genio y figura'. Galería Guillermo de Osma. Madrid. C/ Claudio Coello, 4. Hasta el 3 de noviembre
Bonet califica a Quico como 'un verso suelto', un heterodoxo que se miraba en el espejo de Alberto Greco, al que dedicó una investigación impresionante (IVAM, 1992) o en las correrías del excéntrico sablista Pedro Luis de Gálvez. En 2003, en un hotel de Badajoz, realizará una suerte de 'metacollage' en el que vemos una tijera sobre un retrato de Patricia Highsmith. Este bizarro continuador de la bohemia sabía que en ocasiones había que cortar con todo. Genio y figura hasta la sepultura.
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