una mirada académica
El pinganillo
Palabra saltarina donde las haya, pues, de referirse a pintar saltó a 'píngano' —para el leonés el extremo puntiagudo, o la aguda cima de una montaña
Otros artículos de 'Una mirada académica'

Voy por la calle y me acude sin cesar a la mente aquel título de Amalia Iglesias: ‘Tampoco yo soy un robot’. Las personas caminan como entes automáticos, muchos con tatuajes que casi les cubren el cuerpo, otros con mínimos dibujos que dicen ‘sígueme’, ‘ ... soy una mariposa’, ‘mira mi cogote’…, si no vemos puntos dorados en la nariz, en las cejas, o el pendiente que indicaba haber cruzado el Cabo de Hornos… ¿Esconden o exhiben?
¿Y los que —con frecuencia en parejas—, con sus móviles en mano, junto a la boca, van cada uno dirigiéndose al aire, es decir a un invisible, soltando su voz al espacio, mientras llevan los oídos recubiertos de unas formas blancas, que, justamente, parecen protegerles del habla de su compañero?
Puro mercado, pienso. Y he aquí que la palabra que remite a este artefacto empieza por ‘pi’ —y no es la letra griega de la matemática—. Se trata del ‘pinganillo’, un auricular inalámbrico poco visible, la venta del cual permite a quien lo usa no salirse de sí mismo. Palabra saltarina donde las haya, pues, de referirse a pintar saltó a píngano —para el leonés el extremo puntiagudo, o la aguda cima de una montaña.
¿Y los que —con frecuencia en parejas—, con sus móviles en mano, junto a la boca, van cada uno dirigiéndose al aire, es decir a un invisible?
A partir de ahí podía, naturalmente, investirse de hielo, de modo que se convirtió en carámbano o chuzo… Con este aspecto la acogieron en Asturias, León, Palencia, Salamanca, Valladolid y Zamora. Y, a pesar del frío al que remitía, la abrieron en abanico: pinganello, candelizo, candela…
¿Ha gozado con estos avatares la palabra o ha pasado un purgatorio? «Y cantaré a aquel segundo Reino donde se purifica el espíritu humano y se hace digno de subir al cielo», escribió Dante hablando del purgatorio.
Pero la palabra, de pronto, da un traspiés cuando por la calle alguien la incorpora en esta frase: «¡Mira esa pinganillo supercoqueta que va por ahí luciéndose para ligar!»
Se diría, con todo, que a la voz le da igual, es insolente: pingar remite también a apartar una cosa de su posición vertical o perpendicular, inclinar, pender, colgar, colgajo, andrajo, guiñapo, pingajo, pingo, jirón, trapo… De ahí el sutil vocablo se cuela a significar lo que está empapado de algún líquido, gotear, rezumar, chorrear, hasta que, con un mínimo paso, se hace con lo que le interesa: la bota para beber.
¡Vaya astucia la que esta palabra viene a demostrar!
Esta funcionalidad es sólo para suscriptores
Suscribete
Esta funcionalidad es sólo para suscriptores
Suscribete