Picasso, por favor, mire a la cámara; cámara, por favor, mire al maestro

Es también la imagen que abre 'Picasso en foto. Archivos del Museo Picasso de Barcelona', una excelente muestra que supone el temprano pistoletazo expositivo de salida del festival PHotoEspaña'23, producida por el Ayuntamiento de Madrid en colaboración con La Fábrica, y organizada por el propio Museo Picasso de Barcelona. Se inscribe igualmente en el conjunto de eventos llevados a cabo para celebrar el 50 aniversario de su muerte.

Está claro que Picasso era 'fotogénico'. No solo no tuvo ningún reparo en posar para la(s) cámara(s), sino que además lo hizo con la conciencia de quien formaba ya parte importante del imaginario del arte y de la cultura contemporáneas.

Decía el gran poeta norteamericano Robert Frost que «la fotografía es una poesía instantánea, una emoción congelada en el tiempo». En el caso de Picasso, esas emociones capturadas en las fotos nos permiten acercarnos aún más a su legado y entender su genialidad –y su humanidad– de manera más profunda, más completa, más cercana. Una mirada con el diafragma abierto al máximo para que, precisamente así, con toda la intensidad de la luz, podamos aproximarnos a diversos aspectos –algunos incluso insospechados– de la vida y de los procesos creativos del artista.

Todas las numerosísimas obras, tanto anónimas y vernaculares de amigos y familiares, como las realizadas por grandes profesionales, que forman parte de la propuesta, pertenecen a los archivos del Museo Picasso de Barcelona. Y se articulan en tres grandes bloques. En un primer momento podemos observar fotos relacionadas con su gran amigo, cómplice y secretario Jaume Sabartés, quien, por cierto, sería pieza clave en la voluntad de fundar esa institución museística en la Ciudad Condal, tal como queda bien reflejado en la muestra. Junto a ello, se exponen otras muchas imágenes del vínculo profesional y personal de Picasso con el editor Gustavo Gili y su mujer Anna María Torra, así como con los galeristas barceloneses Joan y Miquel Gaspar.

Las otras dos series presentan un emotivo acta notarial y visual del especial y continuo diálogo que el artista entabló a lo largo de los años con dos fotógrafos referenciales como fueron el francés Lucien Clergue y el norteamericano David Douglas Duncan. A través de ellas, podemos bucear en determinados y variados aspectos del trabajo, la familia y la cotidianeidad picassianas. Me resultan así singularmente emotivas las imágenes captadas por Duncan en el estudio de La Californie que, posiblemente, reflejan los aspectos más entrañables de un genio que nunca dejó –del todo– de ser humano, fieramente humano.