ILUMINACIONES
París era una fiesta
La librería Shakespeare and Company, frente a Nôtre Dame, fue un refugio y un lugar de cita de los grandes escritores del siglo pasado
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Iniciar sesiónMe resulta imposible escribir sobre la librería ‘Shakespeare and Company’ sin hacer referencia a lo importante que fue para mí el establecimiento de la rue de la Bûcherie cuando llegué por primera vez a París en el otoño de 1975. Situada frente a ... Nôtre Dame, a unos pasos del Barrio Latino, la Shakespeare era un refugio, un templo de la cultura y la memoria de unos tiempos que jamás volverían a ser lo que fueron.
Su fundador, propietario y ‘alma mater’ se llamaba George Whitman, un americano nacido en Nueva Jersey en 1913, que había emigrado a París en 1948 tras haber luchado en la II Guerra Mundial y haber recorrido a pie el continente americano. Amante de los libros, abrió un pequeño negocio de préstamo con los fondos que almacenaba en la habitación del hotel en el que sobrevivía. Ese fue el origen de ‘Shakespeare and Company’, inaugurada en 1951 con el nombre de ‘Le Mistral’. Pocos años después, pasó a adoptar su actual denominación.
Recuerdo a Whitman como un hombre alto, de ojos azules y pelo claro, descuidadamente afeitado. La primera vez que entré en el local, se dirigió a mí para decirme que podía quedarme a leer el todo tiempo que me apeteciera. Y me invitó a tomar un té, algo que, intimidado por su generosidad, no pude aceptar.
Ángeles disfrazados
En los siguientes meses, me convertí en un cliente habitual de ‘Shakespeare and Company’. Yo vivía en una residencia cercana a Saint Sulpice y acostumbraba a ir por las tardes. En una ocasión, Whitman me dejó caer de forma indirecta lo que yo ya sabía: que en el piso superior del establecimiento había varios camastros en los que se podía pasar la noche a cambio de vender u ordenar libros durante algunas horas. Le dije que tendría en cuenta su información si algún día necesitaba un techo bajo el que dormir.
Nada más congruente con aquella librería que las empinadas escaleras de caracol que ascendían al altillo bajo un dintel el que rezaban unos versos de Yeats: «No seas poco hospitalario con los extraños, quizás sean ángeles disfrazados». Lo fueran o no, Whitman acogía a cualquier persona en apuros en aquel París de los años 70 donde todavía Sartre y Beauvoir salían a pasear, cogidos del brazo, por los Jardines de Luxemburgo en las tardes de invierno.
La primera impresión que producía ‘Shakespeare and Company’ era de desorden porque apenas había espacio para moverse. Los libros llenaban los altos anaqueles que llegaban hasta el techo. Había volúmenes apilados en aparente caos sobre unas mesas. Y en el exterior, Whitman había dispuesto ediciones baratas sobre unos mostradores. El libro era la única realidad sustantiva en aquel lugar, donde las personas parecían un ‘atrezzo’ de las enormes estanterías.
Whitman murió en París en 2011 a la edad de 98 años. Fue enterrado en el Père Lachaîse, no muy lejos de la tumba de Balzac. Hacía ya bastantes años que había dejado el negocio en manos de su hija Sylvia y su marido, que mantuvieron intacto el espíritu de la librería, pero sin poder llenar jamás el vacío dejado por su fundador.
«Quise crear esta librería como quien escribe una novela. Y me gusta pensar que la gente cruza su puerta con la misma sensación de quien abre un libro», dijo Whitman en una entrevista. Eligió el nombre como homenaje a Silvia Beach, que, durante más de dos décadas, regentó un establecimiento con la misma denominación en la rue de L’Odéon, frecuentado por Hemingway, Pound, D, H. Lawrence, Eliot, Stein, Gide y otros. Beach fue la editora del ‘Ulises’ de Joyce y su amiga y confidente. Tuvo que cerrar el local en 1941 cuando los nazis ocuparon París. Se dice que se negó a vender un ejemplar del ‘Finnegan’s Wake’ a un oficial alemán, pero lo cierto es que la librería fue clausurada, ella conducida a un campo de internamiento y que su negocio jamás volvió a abrir.
Eligió el nombre como homenaje a Silvia Beach, que regentó un establecimiento con la misma denominación
Gracias a su carisma personal, Whitman logró recuperar el esplendor de aquellos tiempos de Beach, atrayendo a los principales escritores de la generación ‘beat’ a la nueva ‘Shakespeare and Company’. Ginsberg, Corso y Burroughs frecuentaron el local. Pero también autores como Samuel Beckett, Lawrence Durrell, Henry Miller y Julio Cortázar fueron visitantes asiduos. No hay en París un lugar que haya reunido tanto talento en el último siglo. Hoy los turistas siguen haciéndose fotos frente a sus escaparates, pero poco o nada queda ya de aquella librería que fue una fiesta.
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