ILUMINACIONES
Gesualdo, cuando la sangre es inspiración
Los madrigales de Carlo Gesualdo expresan la tragedia del noble napolitano que asesinó a su esposa y su amante en 1590
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Iniciar sesiónFue un genio y un asesino. Se llamaba Carlo Gesualdo, príncipe de Venosa. Su nombre permaneció en el olvido durante tres siglos y hoy es considerado como uno de los máximos exponentes de la música del Renacimiento, a la altura de Claudio Monteverdi, su ... contemporáneo.
Nacido en una familia aristocrática de Basilicata, en el sur de Italia, Gesualdo compuso seis libros de madrigales entre 1594 y 1611. Los he escuchado muchas veces y, sin exageración alguna, sobrecogen por su belleza armónica y unos textos que expresan la trágica existencia de un hombre atormentado por la culpa.
El príncipe de Venosa, sobrino nieto del Papa Pío IV, asesinó a su esposa y prima María Avalos, hija del duque de Pescara, a la que sorprendió en adulterio en el lecho conyugal. En el mismo acto, mató a Fabrizio Carafa, duque de Andria y conde de Ruovo, su amante, ilustre miembro de la nobleza italiana. Aconteció el 16 de octubre de 1590 en el palacio de San Severo en Nápoles, donde les había tendido una trampa para confirmar sus sospechas.
Gesualdo era un hombre violento y brutal, que luego contrajo matrimonio con Leonor de Este, perteneciente a la estirpe que había gobernado Ferrara. Maltrató y humilló a su segunda esposa hasta el punto de que ella le abandonó para refugiarse en una mansión rural de su propiedad. Dado que su crimen era notorio, los tribunales abrieron una investigación que sólo duró unos días porque el virrey de Nápoles ordenó su archivo. Consideró que su acción estaba justificada por las leyes del honor y se limitó a recomendarle que saliera de la ciudad para evitar las represalias de la poderosa familia de María Avalos.
A pesar de su acción, el prestigio social del noble y compositor no menguó. Por el contrario, pudo mantener su privilegiado estatus, siendo un músico muy reconocido y celebrado en su época, aunque olvidado después de su desaparición.
Gesualdo murió en 1613 tras terminar su sexto libro de madrigales y 23 años después del asesinato de su mujer. Era un personaje tan irascible y vengativo como atormentado por la culpa. Era consciente de la gravedad de su pecado y hacía penitencia todos los días. Entre los correctivos que se imponía, el más duro era la flagelación. Se hacía azotar por un sirviente a pesar de que su estado de salud era crítico. La leyenda dice que murió a raíz de una de esas sesiones. Otra de las tragedias fue el fallecimiento de un hijo de su primer matrimonio, el primogénito, que se cayó de un caballo a los 28 años. Nunca superó ese contratiempo, que achacó a un castigo de Dios.
Pudo mantener su privilegiado estatus, siendo un músico muy reconocido en su época
El amor y el odio, la vida y la muerte, el placer y el dolor subyacen en una música sublime, en esos madrigales compuestos para ser cantados por cinco o seis voces, sin acompañamiento de instrumento alguno. Todo un prodigio de armonía y de cromatismo vocal que transmite una emoción que el tiempo no ha menguado.
No sólo merece la pena cerrar los ojos para embeberse en las voces, sino que además los textos son de una belleza inefable. He aquí una muestra: «O dolorosa alegría, o suave dolor, suspiros queridos por los que esta alma se aflige, bienvenidos tormentos, no me privéis de vuestro dulce daño tanto si vivo como si muero». No es posible saber la autoría de estos versos que tan bien expresan los sentimientos de Gesualdo, obsesionado por atrapar y expulsar a sus «demonios», como él confesaba.
Perpetuo interrogante
Desde su más temprana infancia, el príncipe de Verona estudió laúd y composición en Nápoles. A los 18 años, publicó unas 'villanellas', canciones populares napolitanas, escritas para tres o cuatro voces. Vivió dos años en la corte de Ferrara, donde aprendió armonía musical y tocó en un grupo de virtuosos. Pero fue en la última etapa de su vida, marcada por la enfermedad y la desdicha, cuando compuso esos libros de madrigales que le convierten en un creador genial.
Hay un recomendable largometraje de Werner Herzog, titulado 'Muerte para cinco voces' (1995), en el que se narra la vida y el tormento de Gesualdo, cuya fe cristiana era tan fuerte como el instinto autodestructivo que le llevó al crimen, la soledad y la angustia que marcaron su existencia. Su obra plantea el perpetuo interrogante sobre en qué medida el dolor y el desgarramiento personal agudizan la creación artística. No hay respuesta a esta pregunta, pero nos queda la excelsa música de este espíritu violento y convulso.
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