ÁNIMA NEGRA

Elmore Leonard, el espejo roto de la traición

El autor norteamericano dibuja en 'El día de Hitler' una magistral intriga coral en torno a unos filonazis que conspiran en Detroit al término de la II Guerra Mundial

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Elmore Leonard (Nueva Orleans, 1925-Detroit, 2013) AFP

Elmore Leonard, fallecido en 2013, fue el autor de más de 40 novelas de diversos géneros, algunas de ellas, de enorme éxito. Fascinado por los forajidos y la vida salvaje, empezó escribiendo narraciones del Oeste. Fue en 1969 cuando publicó ‘The Big Bounce’, su primera ... novela negra. En las cuatro décadas siguientes, Leonard exploró las posibilidades del género con obras que acreditaron su maestría en la narración y que propiciaron que fuera considerado por algunos críticos como el sucesor de Hammett y Chandler.

Su consagración llegó en 1984, cuando fue galardonado con el premio Edgar por ‘La Brava’, un ex agente del servicio secreto que va tras los pasos de un ladrón de automóviles en Florida. Martin Scorsese quiso llevar al cine el libro, pero surgieron dificultades que hicieron inviable el proyecto. ‘La Brava’ es una excursión por los bajos fondos y el retrato de una serie de personajes marginales que luchan por sobrevivir. Al año siguiente publicó ‘Glitz’, una historia de apuestas en Atlantic City, que encabezó la lista de los libros más vendidos durante cuatro meses.

Resulta difícil elegir una novela de su extensa producción, pero hay una que por su singularidad y su interés histórico merece ser destacada: ‘El día de Hitler’, publicada en 2007, cuando su autor había cumplido los 82 años. La trama se desarrolla en los primeros meses de 1945, cuando el Tercer Reich está a punto de perder la guerra.

La fluidez de la prosa atrapa al lector. La acción es trepidante y funciona como un mecanismo de relojería

Leonard elige Detroit, la ciudad en la que vivió en su juventud, como el escenario de su trama. Walter Schoen, un carnicero de ascendencia alemana, es un ferviente admirador de Hitler. Schoen nació el mismo día y en el mismo lugar que Himmler, con el que tiene un parecido asombroso. El carnicero colabora con una red de espionaje en favor de los nazis dirigida por Vera Mezwa, una misteriosa aristócrata de origen polaco. Los dos protegen a dos oficiales del Ejército de Rommel que se han fugado de un campo de internamiento.

‘El día de Hitler’ es una obra coral porque aparecen otros personajes como Honey Deal, la mujer de Schoen, Bohdan, un homosexual con antecedentes criminales que colabora con Vera, y el agente Carl Webster, que va tras el rastro de los dos fugados nazis. Todos ellos tejen un complicado entramado de afectos y odios que lleva a un desenlace fatal.

Como en otros trabajos de Elmore Leonard, la fluidez de la prosa atrapa al lector. La acción es trepidante y funciona como un mecanismo de relojería. La construcción de los personajes es sólida y convincente. Pero, sobre todo, brillan los diálogos de sus protagonistas, que parecen escritos para ser filmados. No en vano, Leonard trabajó durante algunos años como guionista. Ello facilitó que diez de sus novelas fueran llevadas al cine. Quentin Tarantino adaptó a la gran pantalla ‘Cóctel explosivo’, estrenada como ‘Jackie Brown’ en 1997.

Leonard muestra en casi todas sus obras la fascinación por personajes que se mueven al margen de la ley y que sobreviven con códigos morales que no encajan en los estereotipos dominantes. En ‘El día de Hitler’, Webster, el agente de la ley, opta por hacer justicia por su cuenta con un sentido del deber que le enfrenta a la misión que le han encomendado sus jefes. Todos los protagonistas de la novela tienen una doble cara que refleja una ambigüedad moral que, a juicio de su autor, está inscrita en la naturaleza humana. Nadie es bueno o malo porque todo depende de las circunstancias y de la necesidad de sobrevivir en un mundo hostil.

Leonard nació en 1925 en Nueva Orleans, pero creció en las calles de Detroit porque su padre trabajaba para la industria del automóvil. Como él confesó, la muerte de los gánsteres Bonnie y Clyde en una persecución policial, acaecida en 1934, cuando el novelista tenía nueve años, fue un acontecimiento que jamás olvidó y que le impulsó a escribir.

Luchó contra los japoneses dos años en el Pacífico y, a su vuelta a casa, pudo estudiar Inglés y Filosofía en la Universidad con una beca del Ejército. En 1949, empezó a trabajar en una agencia de publicidad. Tenía 25 años cuando comenzó a escribir cuentos y novelas del Oeste, ambientadas en Arizona y Nuevo México.

En el momento de su muerte, Leonard era uno de los diez escritores que habían vendido más libros en Estados Unidos en las cuatro últimas décadas. Fue no sólo un novelista con oficio y creatividad, sino también un filósofo que profundizaba en los secretos y las contradicciones del alma humana sin caer en estereotipos. Nos legó media docena de novelas que figuran ya en la antología de la literatura contemporánea estadounidense.

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