ÁNIMA NEGRA
Demoliendo el mito de Marilyn
James Ellroy logra en 'Los seductores' un gran retrato coral de la corrupción policial y política de Los Ángeles en la época de Kennedy
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Iniciar sesiónNo tiene móvil. Ni ordenador. Ni siquiera máquina de escribir. Odia la televisión y dice que la novela negra ha muerto desde Hammett. Se considera un artesano del oficio, nacido hace 76 años en Los Ángeles. Apaga la luz de su casa por las ... noches para escuchar en la oscuridad las sonatas de Beethoven. Le llaman el ‘Dostoievski americano’ y se jacta de no haber leído jamás a ningún autor ruso. Es James Ellroy, paradigma de un género del que reniega.
Ellroy acaba de publicar ‘Los seductores’, un libro sobre la muerte de Marilyn Monroe, de la que afirma que era «una mujer estúpida, superficial y sin talento». Dice también que no era bella, sino tosca y maleducada, consumida por las drogas y el alcohol e infiel.
‘Los seductores’ es una novela de más de 500 páginas que arranca el 4 de agosto de 1962 cuando la mítica actriz es encontrada muerta, aparentemente por una sobredosis de barbitúricos, en su domicilio de Fifth Helena Drive en Brentwood (Los Angeles). Su ama de llaves vio luz tras la puerta de su dormitorio y, al no tener respuesta, llamó al médico de Marilyn, que halló su cadáver tras entrar por una ventana. Eran las tres y media de la madrugada.
Toda la narración está construida sobre el enigma del fallecimiento de la protagonista de ‘Los caballeros las prefieren rubias’, que tenía 36 años en aquel momento y se encontraba en el cénit de su fama. Su muerte conmocionó al mundo y desató una serie de especulaciones que no se han apagado seis décadas después.
Toda la narración está construida sobre el enigma del fallecimiento de la protagonista de ‘Los caballeros las prefieren rubias’
Con una mezcla de realidad y ficción, Ellroy describe el asfixiante y sórdido ambiente de Los Ángeles, en el que Marilyn es una pieza más en un entorno de corrupción policial, desenfreno sexual, alcohol y drogadicción y explotación salvaje. Nada queda a salvo de su mirada implacable, que, sin embargo, deja traslucir la nostalgia por una época que vivió en su adolescencia y que sigue poblando sus sueños.
El protagonista de la novela, relatada en primera persona, es Freddy Otash, un expolicía corrupto, drogadicto y chantajista. Es contratado por Jimmy Hoffa, el jefe del poderoso sindicato de camioneros para buscar trapos sucios contra John F. Kennedy y su hermano Robert, que le investigan por sus practicas mafiosas. Era un secreto a voces que el presidente de Estados Unidos había mantenido una relación con Marilyn. Al expirar la actriz, Hoffa encarga a Otash que le proporcione material para destruirlos si le siguen hostigando.
Otash descubre pistas que sugieren que Marilyn fue asesinada por un psicópata y lo conecta con el secuestro de otra actriz a la que había conocido y con la que había ejercido la prostitución en el incio de sus carreras. Todo cambia cuando Robert Kennedy detiene a Otash, incauta el material y le ordena que siga investigando para desacreditar a Marilyn y proteger a su hermano.
Mientras Otash sigue recorriendo las calles de Los Ángeles, interrogando testigos y manipulando pruebas, Ellroy nos muestra los métodos brutales de la Policía de Los Ángeles y el Departamento de Justicia, que, sin el menor escrúpulo moral, encubren crímenes y retuercen la ley al servicio de los estudios de Hollywood y de los clanes políticos.
Nadie se salva
La novela va mucho más allá de desmitificar a los Kennedy y el glamour de Camelot, el símbolo de la transformación que quisieron llevar a cabo. Ellroy les presenta como dos personajes ambiciosos, sin principios y que no dudan en utilizar su poder para borrar los rastros de sus correrías. John Kennedy es descrito como un obseso sexual, que busca chicas jóvenes y que lleva una doble vida que esconde sus perversos hábitos. Robert le protege pisoteando la ley.
Nadie se salva en la narración de Ellroy, en la que el protagonista arroja a un delincuente al vacío. Los jefes de la Policía de Los Ángeles son tipos corruptos y oportunistas, los actores de Hollywood son libertinos y drogadictos, los periodistas se dedican a chantajear y difundir bulos No hay en ‘Los seductores’, un vasto relato coral con más de 40 personajes, ninguno que muestre el menor atisbo de moralidad.
Escrita con frases cortas e incisivas, de forma telegráfica, como es su estilo habitual, Ellroy logra un grandioso fresco de la época y de un Los Ángeles en el que el mito se superpone a la realidad. Como dice el periodista de 'Liberty Valance', cuando los hechos y la leyenda chocan, siempre es preferible que que prevalezca la leyenda. El negativo que proyecta en ‘Los seductores’ no destruye, sino que refuerza el mito.
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