CRÍTICA DE:
'Paisajes de interior': los colores del alma de Chema Peralta
MADRID
Regresa a Utopia Parkway el madrileño como el que vuelve a la ciudad 'desde el pueblo': cargado de saberes (en torno a la pintura)
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Madrid
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Iniciar sesiónEs interesante la alusión al 'pueblo' como lugar misterioso, mítico para el infante urbanita con la que inicia su texto del catálogo Javier Díaz-Guardiola: cavilando sobre las diferencias entre los pueblos –inauditos– que conocí de niño, en los sesenta, los que conoció él en ... los ochenta y los que retrata Chema Peralta en 2025 –evidentemente, vaciados–, se concluye que 'el pueblo' es un ecosistema autónomo, aislado, que evoluciona –e incluso involuciona– con asombrosa lentitud y en el que no operan en absoluto las normas que rigen las llamadas «sociedades complejas» (Tainter), sin vértice ni centro.
Es decir, que sigue poseyendo propiedades míticas y es más bien la imagen que del 'pueblo' tiene el urbanita la que cambia a velocidad urbana.
El caso de Peralta (Madrid, 1965) es especial: sus pueblos, inspirados en los sorianos o leoneses pero indistinguibles de los manchegos, son, como todo en su pintura, abstracciones –literalmente, 'Paisajes de interior', título de esta su octava individual en Utopía– y, más concretamente, elementos compositivos destinados a organizar armonías cromáticas.
E, igual que Albers –al que ya cité en relación con su pintura, como me recuerda– desarrolla su investigación sobre 'La interacción del color' (1975) ciñéndose a una figura lo más neutra posible –huelga decirlo, el cuadrado–, Peralta se vale de objetos, paisajes o elementos arquitectónicos siempre esquemáticos y esenciales para ensayar unas combinaciones de colores extremadamente delicadas y sutiles que son el único argumento de su pintura.
Por eso –me comenta– en sus casi 40 años de trayectoria, jamás ha abordado el asunto de la figura humana: la figura es inmensa, sus resonancias son inmensas, su historia es inmensamente larga y pesada; aplasta, aniquila cualquier posibilidad de reflexión serena sobre los componentes objetivos de la pintura.
No obstante, hay algo enigmático e inquietante en la obra ascética y sublime –se ha citado a Morandi o a Luis Fernández– de Peralta que lo distingue de sus maestros puristas –Cillero, por ejemplo, que tampoco lo era del todo–, amantes de las tintas planas: la armonía, llevada a su máxima expresión, es inevitablemente un léxico, es lenguaje y narración.
Precisamente en estos cuadros últimos, que son una evolución –puede que definitiva– de los delicados paisajes desérticos de los últimos años, en los que las naves o los campanarios, rigurosamente esquemáticos (e imaginarios), centran la composición, se aprecia mejor la voluntad del artista de transmitir sentimientos y estados anímicos complejos con la pintura.
Chema Peralta: 'Paisajes de interior'
Galería Utopía Parkway. Madrid. C/ Reina, 11. Del 10 de setiembre al 31 de octubre. Cuatro estrellas.
Mitologías personales que, efectivamente, se corresponden con ese 'pueblo' como refugio, como remanso, como oasis que yace en el fondo de cada alma.
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