ARCO 2024
El oleaje extraño del Caribe que entra en Ifema
Sección comisariada
Se empeña ARCO en secciones comisariadas que no aportan nada. Este 2024 le toca al Caribe, que concluimos, ante la pobreza del discurso, que puede estar en cualquier lado
ARCO'24: Diccionario de imprescindibles
43 edición de ARCO: dos grandes ausencias y algunas novedades
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Iniciar sesiónRecibimos más bofetadas que los payasos del circo. Si un día un sesudo experto 'descolonizador' informa en un foro político de que Velázquez era un perverso «esclavista», semanas antes entendemos que los artistas españoles brillarán por su ausencia en la Bienal de Venecia. Menos mal ... que, como las golondrinas del poema, los curadores aficionados la rumba de ARCO volverán a estrechar manos, gozando del abracismo y trasegando algunas cervezas propias de su condición VIP.
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Un 'océano' que baña las calles de Madrid
Francisco Carpio
Aunque se desplazaron las fechas feriales, las inercias continúan y la sensación de impotencia cultural es irrefutable. Tal vez un cuento que llega en barco desde el Caribe pueda reanimarnos un poquito o, por lo menos, hacer que el trago no sea tan amargo.
ARCO, como es sabido, tiene forma de ser mitológico, mezcla de todas las cosas: mercado con más enredadores que compradores, foros de conferenciantes que combaten contra la prisa y bullicio, pseudo-bienal que abre las puertas cada año, escaparate (durante décadas) para que concejales de remotos pueblos, presidentes de diputaciones y otras especies zoo-políticas puedan colgarse la medalla y soltar calderilla del dinero público. A falta de un coleccionismo sólido se recurrió a todo tipo de estrategias y el 'marketing' simplificó el pantano con los «países invitados». Ciertamente, en pocas ocasiones tuvo algún rendimiento, siendo lo habitual el fracaso; hasta se apeló al 'Futuro', como si no estuviéramos intoxicados de nihilismo posmoderno.
La apuesta más lógica para la feria madrileña fue, cuando se comprobó que jugar en las grandes ligas era una tarea imposible, apostar por América Latina, y así se organizó un proyecto que comenzó con el curso 'Horizontes del arte latinoaméricano' que dirigí junto a José Jiménez en 1997. Octavio y Antonio Zaya, junto a otros curadores, dieron entrada a galerías de ese contexto que comenzaron a vender obras a museos españoles y a algunos coleccionistas. También sabemos que, desde hace años, son precisamente los coleccionistas latinos afincados o vinculados a España los que están dinamizando un mercado siempre raquítico.
Carla Acevedo-Yates y Sara Hermann Morera comisarían la sección 'La orilla, la marea, la corriente: un Caribe oceánico' y declaran que una de sus intenciones es «refutar la condición insular» para acercarse a «su dimensión continental y reticular». La retórica ventoso-evanescente o, incluso, 'orillada' del texto curatorial termina aludiendo a «lo inaprensible», cuando da la impresión de que el asunto puede presentarse con un poquito más de claridad. Basta revisar la relación de galerías seleccionadas para sorprenderse de que este mar es tan poroso que apenas baña la geografía caribeña. De las 19 en este programa, una es puertorriqueña (Embajada), otra está en Panamá (DiabloRosso), una es dominicana (Lyle O. Reitzel) y otra tiene su sede en Nassau (Las Bahamas): Tern; seis son norteamericanas (una, David Castillo, de Miami, dos de Nueva York y dos de Chicago), una es bonaerense (Vigil Gonzales), otra mexicana (Arróniz), una más es parisina (193 Gallery), a la que se añade una de Romainville (Air de Paris), una de Zúrich (Peter Kilchman) y, por fin, la contribución española con tres de Madrid y una de Barcelona. La conclusión podría ser dramática: no hay apenas galerías en el Caribe. O sencillamente es que no pueden ni les interesa participar en ARCO.
Demasiado corto
Aunque algunos artistas que expondrán sus obras en esas galerías de un 'Caribe desubicado' son interesantes, especialmente Glenda León, Quisquella Henriquez, Donna Conlon o Emilia Azcárate, poco puede aportar esta corta selección a quien quiera hacerse una mínima idea de las dinámicas artísticas en esa 'región'. Las muestras en Casa de América sobre foto en el Caribe o de la colección de vídeo-arte del Museo de Arte Contemporáneo de Puerto Rico en La Casa Encendida ofrecerán algunas perspectivas que eviten la sensación de que todo se ha quedado demasiado corto.
Gerardo Mosquera, en el último de los capítulos de su libro 'Arte desde América Latina (y otros pulsos globales)', medita, con su lucidez habitual, sobre el coleccionismo de arte en un mundo global y recoge una pertinente cita de Terry Smith: «La energía fluye de las periferias al centro, pero el poder de definir la agenda general siempre viene del centro a las periferias». En la era de las ferias que recogió el impulso del 'bienalismo', los coleccionistas, como proponía Pablo Helguera en uno de sus 'Artoons', se han convertido en los nuevos curadores.
No nos gusta una fiesta
Puede, así, que el dinero latino haga que esa arquitectura de «espacios que se dilatan y comprimen, y superficies que se cortan pliegan y retuercen», en descripción extrañísima de los arquitectos Galán, Fidalgo y Ozaeta que han acondicionado la sección orillada, tenga éxito y no tengamos que sublimar el naufragio en la fiesta caribeña programada en el MNCARS.
Por cierto, en este museo descolonizador y afectuoso, los artistas caribeños no han sido, hasta ahora, apenas coleccionados. El 'conceptualismo del Sur' tenía querencias argentinas y daba la impresión, si uno seguía el catecismo curatorial imperante, que en Cuba, por ejemplo, solamente ironizaban con el juego de la pelota. Contemplemos el oleaje para ver si en las playas llega algún mensaje en la botella.
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