La NSO en el aire: siestas antes del concierto, los nervios y una salida precipitada
Los músicos viven con una paz indescriptible los instantes antes de salir a tocar. El maestro Noseda, exhausto y satisfecho, se seca el sudor con una toalla y recibe a los músicos tras el exitoso concierto
Los músicos se preparan antes de salir a tocar
La vida de una orquesta es extraña. Hay ruido, caos y belleza. Mucha belleza. Los músicos son muy distintos, como lo es la gente en su ciudad. Hay quienes afrontan el concierto de un modo espiritoso, mientras que los más veteranos entran a las instalaciones ... con una parsimonia admirable. Algunos se preguntan si les acompañaremos a Europa y otros prefieren mantener las distancias. Con paz o agitación el conjunto debe sonar hoy de nuevo en la capital, esta vez con un programa muy distinto y con una parte del público que repite tras el éxito de ayer.
Día 6. Madrid, 17:00 hrs. Los músicos entran otro día más, tras el exitoso concierto de ayer, a los pasadizos del Auditorio Nacional de Madrid. Muchos acuden a la cafetería de los artistas que está dentro del edificio, entre camerinos y salas de ensayo. Las botellas de agua comienzan a llenar las mesas y los sofás empiezan a abarrotarse de aquellos que quieren dormir o charlar. Tras su puerta derecha se encuentran más músicos. «¡Oh, me has pillado infraganti!', exclama riendo Loewi Lin mientras recuerda lo bien que comió en Barcelona. Está escondido en uno de los vestidores portátiles, allí se corta las uñas antes del concierto.
Y tras la puerta izquierda están la mayoría de músicos cambiándose y preparándose para salir. Algunos se abrochan la camisa, otros se calzan los zapatos y muchos se ríen por la presencia de las cámaras en tal lugar. Entre el alboroto que retumba en los pasillos, se puede apreciar cómo comparten sus expectativas del concierto y recuerdan las últimas indicaciones del director.
El maestro Noseda está en una sala contigua, acompañado de su mujer y otros allegados. En ocasiones se asoma y sonríe. Los pasillos del Auditorio Nacional están repletos de cuadros que enmarcan a todos los directores que como Noseda han pasado por allí. Ricardo Cyncynates y Regino Madrid, primeros violinistas de la NSO, miran sorprendidos las imágenes y comentan con quiénes han trabajado.
19:00 hrs. Mientras tanto, en las butacas del Auditorio se comienza a escuchar el bullicio que crece por momentos. Créame si le digo que los músicos afrontan el concierto con una paz indescriptible. Hay algunos que minutos antes siguen en el sofá con los ojos cerrados. Otros cuentan chistes. La música es humana. La música es el reposo de un cuerpo que en minutos estará expuesto al límite. O segundos, porque con un par de palmadas y un silbido se levanta a todo el personal y seguidamente comienzan a acceder por una pequeña al escenario.
Si ayer la orquesta apostó por el programa con Hilary Hahn que presentaron también en Zaragoza donde mostraron la destreza y dominio de los maestros de la composición cinematográfica, esta noche toca hacer tributo a Berg, Beethoven y Schubert con el joven pianista surcoreano Seong-Jin Cho como solista principal. Tres piezas de Suite lírica, de Alban Berg, es la primera pieza que interpretan bajo la batuta de Noseda. En el escenario, las articulaciones de los arcos bailan mientras el director milanés transmite con seguridad estas tres partes de la obra. De las cuerdas pasamos a la maestría de Seong-Jin Cho en el Concierto para piano núm. 4, de Beethoven. El contundente cierre de la obra pone a algunos ya de pie y el coreano tiene que salir junto al maestro varias ocasiones para saludar.
La National Symphony Orchestra durante el concierto en el Auditorio Nacional de Madrid bajo la batuta del maestro Gianandrea Noseda
No ha cumplido los 30 años y Seong-Jin Cho ya ha consagrado su carrera musical como una de las más prometedoras. Prueba de ello es la larga cola que se forma en el hall del auditorio durante el intermedio, donde es recibido entre aplausos para que firme autógrafos. El público está contento, emocionado por recibir a una orquesta americana, que no suele visitar tierras europeas normalmente. En esta segunda parte, se aprecia las habilidades de la NSO como agrupación sinfónica, después de haber reconocido su dominio en la cuerda y su pericia en su dimensión concertante con Berg. Ahora, con 'La grande' de Schubert, el conjunto brilla y provoca una gran ovación tras una deslumbrante conclusión.
22:30 hrs. La gente, en pie, los músicos sonríen y el maestro entra a los bastidores tras saludar al público una vez más. Se seca el sudor con una toalla, exhausto y acalorado. Piensa en no salir más, pero cuando decide bajar las escaleras a los camerinos arquea las cejas. «¿Qué son esos gritos?», pregunta sorprendido. La gente quiere que vuelva a salir y el director secunda al público y toca un bis. Noseda se dirige al público en español para explicar el bis regalado a los presentes: el estreno de 'Meditations on grace', del compositor residente en la NSO Carlos Simon. Un fuerte contraste con la última pieza.
Los trabajadores de la NSO están acostumbrados a este tipo de situaciones, pero lo que no sabían es que tras esa pieza el maestro tiene que tocar otra ante un público enloquecido. Pero el público no queda satisfecho, quiere más. De modo que el maestro coge una vez más la batuta, esta vez para dirigir la Obertura de «Las Bodas de Fígaro» de Mozart, interpretada con brío.
El público al fin se calma y el primero en salir del escenario es Noseda, que nos sonríe y nos da la mano. Está contento, satisfecho, en sus ojos se ve agradecimiento y el regocijo de un trabajo bien hecho. Allí recibe a cada uno de los músicos que bajan en una rigurosa fila mientras les da la mano. Les da la enhorabuena y sonríe a todos ellos. Abel Pereira lo abraza.
22:50 hrs. Y en cuestión de segundos la orquesta recoge todas sus pertenencias como si se cerraran las puertas de embarque en dos minutos. Hay músicos que corren de aquí para allá, algunos se quitan la camisa mientras van introduciendo su instrumento en la caja. Allí está el bueno de Daryl, que se cuelga sobre su cuello un cartel que estaba pegado en la pared. «No olvidéis vuestro pasaporte, por favor», reza el papel. La gente ríe cuando lo ve y lo saluda con cariño. Es un hombre oculto en la sombra que vela en lo escondido y que ha salvado a la orquesta en más de una ocasión.
Daryl recuerda a todos los músicos que no deben olvidar su pasaporte dentro de la caja del instrumento, ya que los instrumentos viajan en camiones por tierra, mientras que la orquesta cogerá el avión
Tardaron tres horas en montar todo un concierto y en diez minutos no queda ni rastro de la NSO en el Auditorio. Algunos nos despiden con abrazos, risas y bromas y aquellos que no querían salir en ninguna foto posan ahora con sus amigos. Y en fila vuelven a subir al autobús, esta vez para ir al Hotel Meliá Castilla. Allí pasarán su última noche antes de volar a Berlín.
El sonido de la NSO no es solo el que se escucha cuando interpreta la partitura en el auditorio, detrás del golpe al instrumento suena la infancia, como la de Abel en la banda municipal de su pueblo, los desvelos y el esfuerzo, como la historia de Daniel Foster y su familia, que, con suerte, termina en esa vida circense y trashumante que lleva a Sue a reencontrarse con su amiga en un país diferente, a Abel a impartir una masterclass en otro país y a Daniel a ensayar en hoteles de cinco estrellas. Cada día en una ciudad del mundo, como si fuera posible mover una ciudad entera. La vida de una orquesta es extraña. Hay alboroto, caos y belleza. Sobre todo, belleza.