Crítica De:
'Notre Dame de la Alegría', de Ana Rodríguez Fisher: la memoria indómita de Maruja Mallo
NARRATIVA
Se rescata la voz de la pintora surrealista, una creadora tan brillante como olvidada durante mucho tiempo. Esta novela la retrata con sus aristas, sus luces y sus sombras
Lea la crítica de la muestra de la artista gallega en el Centro Botín
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Durante siglos, las mujeres creadoras han sido silenciadas, borradas de la historia del arte o reducidas a figuras marginales. En 'Notre Dame de la Alegría', Ana Rodríguez Fischer (Vegadeo, 1957) rescata la voz de una de ellas: Maruja Mallo, una artista tan brillante ... como olvidada durante mucho tiempo.
Postrada en la cama de un hospital, con la mirada crepuscular de quien sabe que su tiempo se acaba, Maruja Mallo deja fluir su torrencial conciencia sin pose ni filtro, decidida a explicar quién fue.
NOVELA
'Notre Dame de la Alegría'

- Autora Ana Rodríguez Fisher
- Editorial Siruela
- Año 2025
- Páginas 248
- Precio 19,95 euros
A través de un largo soliloquio que avanza y retrocede, superpone ensoñaciones a los recuerdos y diluye el tiempo igual que lo hace la memoria, Maruja —Ana María Gómez González de nacimiento; Marúnica por elección— se transforma en todas las Marías, Marujas y Marúnicas que fue: es la niña que nació la noche de Reyes y creció fascinada por los mercados gallegos, llenos de olores y colores que la autora describe con formidable viveza.
También la estudiante de Bellas Artes que se aburre de seguir los cánones formales; la joven artista que deslumbra a Lorca, Dalí o Buñuel en la Residencia de Estudiantes; la amante de la luz, la alegría y las verbenas que tan genialmente retrató; la mujer que se exilia huyendo de la barbarie, la que regresa para constatar con tristeza que ya no la recuerdan y se niega a ser olvidada; la mujer que supo habitar la vanguardia con una intensidad única.
La construcción de la protagonista es uno de los grandes aciertos de la novela. Lejos de ofrecer una versión idealizada de la artista, Rodríguez Fischer muestra sus aristas, sus luces y sus sombras, y la retrata en toda su complejidad, con sus certezas y sus contradicciones, con su origen humilde y su deseo de trascendencia.
En una poderosísima primera persona, el relato se convierte en una exploración de la identidad, la vejez, la creación artística...
Encontramos aquí a la Maruja rebelde y fuerte que quiso escandalizar con su irreverencia —la joven que se quitó el sombrero y se lo puso a un globo —¡si supiera que iba a acuñar el nombre de las mujeres de su generación casi cien años después!—, la que ganó un concurso de blasfemias dejando como aprendices a Alberti y a Buñuel o la que entró en bicicleta hasta el altar en la iglesia de Arévalo, en plena misa—; también a la Maruja pionera —la que ingresó en la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando; la artista que expuso en la 'Revista de Occidente' en la única exposición que la revista organizó; la que se consagró en los círculos artísticos de Madrid, París o Nueva York—.
Pero también encontramos a la Maruja orgullosa —«¡Sigo siendo la gran Maruja Mallo! […] Para eso trabajé duramente: para ser una de las aventuras más fascinantes del arte español contemporáneo»—, la que zozobra en el olvido, la que se exilia y no halla su sitio; a la Maruja vulnerable, consciente de su fragilidad.
Territorios de la conciencia
Ana Rodríguez Fischer no construye una biografía canónica: más que un recorrido por la vida de la artista, elabora un recorrido por sus ideas, sus anhelos y su concepción del mundo y para ello elige una voz narrativa desnuda, íntima y feroz, que raspa y deja huella, otra de las fortalezas de la novela. En una poderosísima primera persona, el relato se convierte en una exploración de la identidad, la vejez, la creación artística y el sentido último de la memoria.
Esta voz emparenta la novela con el modernismo anglosajón de Virginia Woolf, pero también con las frases largas y cadenciosas de Juan Benet o Javier Marías, con desvíos sinuosos que hacen que la novela transite por los territorios de la conciencia, más que de la acción.
Otro aspecto notable de la novela es el cuidado equilibrio entre un exigente proceso de documentación —si Maruja Mallo dijo o escribió una frase, Rodríguez Fischer lo sabe; si sucedió algo a su alrededor, también— y la forma de ofrecerla, sin que la erudición abrume ni lastre el ritmo del relato. La reconstrucción de la época —la Edad de Plata, la República, la guerra civil, el exilio y el regreso— es mucho más que un escenario: es el retrato de una España fracturada que expulsó y borró a muchos de sus intelectuales.
Ana Rodríguez Fischer reivindica en este libro —que revisa y reescribe su novela 'Objetos extraviados'— a una mujer libre, vitalista, que no dejó que nada se le pusiera por delante; una artista rebelde de imaginación desbordante que amó la belleza y supo mirar el mundo de otro modo. Una mujer fascinante que hizo mucho más que formar parte de la vanguardia: la vanguardia era ella.
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