UNA MIRADA ACADÉMICA

De la moviladicción

Esa dependencia continua del móvil, que los expertos denominan 'nomofobia' –feo anglicismo que ya ha sido recogido por la FundéuRAE– es claro que está siendo nefasta en muchos aspectos

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José María Merino

El «móvil para personas mayores» está ya bien asentado en nuestra sociedad —e incluso ajustándose a niveles diferentes de edad— y es fácil encontrar en Internet los numerosos modelos y las características que le corresponden: interfaz sencilla, pantalla grande y de alto contraste, botones ... grandes y táctiles, etc, etc… pero no deja de ser sorprendente la falta de sensibilidad social en lo que toca a la relación de los niños y los adolescentes con los móviles, la escasez de ofertas de aparatos para menores mínimamente comparables a las que afectan a los mayores, y la dispersión autonómica en las decisiones para determinar el uso de esos aparatos en los centros escolares…

Es sin duda estimulante que, a finales del pasado año, se haya aprobado el proyecto de ley orgánica para la protección de personas menores de edad en los entornos digitales —esperemos que la ley cuaje pronto— pero, incluso aunque los móviles utilizados por los menores carezcan de determinadas propiedades para entrar en campos que están resultando muy dañinos para ellos, no le quita al artefacto esa singular capacidad para conseguir una dependencia importante por parte de sus usuarios.

No hace mucho que, en el autobús, dos muchachos sentados delante de mí estaban utilizando cada uno su móvil para escribir. Y como de vez en cuando se miraban y sonreían, tuve la sospecha de que estaban enviándose guasaps y no pude resistir preguntárselo. «Sí, ¿qué pasa?» —me contestó uno, con actitud insolente. Yo le respondí, con afabilidad, que me imaginaba que se trataba de mensajes muy importantes, que no podían ser transmitidos de otra manera, y me miraron con desprecio.

Si unimos el abandono de la lectura en el artefacto llamado 'libro', podemos estar a las puertas de unos nuevos espacios culturales poco prometedores

Esa dependencia continua del móvil —hasta para ver la televisión— que los expertos denominan nomofobia —feo anglicismo que todavía no ha entrado en el DLE, aunque ya ha sido recogido por la FundéuRAE, lógicamente— es claro que está siendo nefasta en muchos aspectos, empezando por el que afecta a la comunicación personal, y con ello a la expresión oral, al discurso verbal, a la expresividad natural...

Si a esto unimos el abandono de la lectura en el artefacto llamado libroun aparato que lleva 575 años con nosotros, que no cambia de aplicación, que funciona utilizando solamente la energía lectora, que es de manejo técnicamente facilísimo…— creo que podemos estar a las puertas de unos nuevos espacios culturales poco prometedores, y el descenso del cociente intelectual que se está advirtiendo en el planeta acaso tenga algo que ver con ello…

Por eso me parece especialmente peligroso el uso del móvil en la infancia y adolescencia, fuera de los aspectos que se refieren a la comunicación urgente o a la localización física, naturalmente.

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