Crítica De:
'El monte de las furias', de Fernanda Trías: el sermón de la montaña
narrativa
La autora uruguaya nos narra la historia de una mujer a la que se le ha encargado vigilar una montaña, sin tener otro contacto humano que un celador
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De vez en cuando a los narradores los asalta el deseo chejoviano de escribir libros sin trama y sin final. Este parece haber sido el caso de Fernanda Trías en 'El monte de las furias', novela que nos narra la historia de una mujer a ... la que se le ha encargado vigilar una montaña, sin tener otro contacto humano que un celador que vive en una caseta de vigilancia ubicada un poco más abajo, por el caserío de Los Rurales, en dirección hacia Pueblo Pobre, territorio a partir del cual se vislumbra «la ciudad roja».
Parajes ficcionales que le dan a la autora el silencio y la distancia necesarios para que la soledad y la locura de su personaje se expandan como una pierna gangrenada o como un arrebato lírico de nubosidad variable.
NOVELA
'El monte de las furias'

- Autora Fernanda Trías
- Editorial Random House
- Año 2025
- Páginas 248
- Precio 18 euros
La única distracción de esta mujer es escribir en un cuaderno: «Yo escribo porque sí, no porque haya pasado algo en mi vida sino lo contrario, porque nada ha pasado y lo único que pasa es esto: mi lucha con las palabras, mis propios pensamientos». Por fortuna, esto no es cierto. Es justo a partir de ese instante cuando el lector comienza a enterarse del pasado familiar de la protagonista, de su cercanía con la abuela y del sufrimiento de haber crecido con una madre cuya vida estuvo marcada por el alcoholismo y la prostitución.
La relación entre la mujer y el celador es de los segmentos más interesantes de la novela. Por un momento, pareciera incluso que la historia derivaría en una especie de 'El amante de Lady Chatterley' proletaria, o una 'In the mood for love' rural, pero Trías abandona pronto esta subtrama para sustituirla por otra, que es la que al final ganará más peso: la misteriosa aparición de unos cadáveres que la mujer lavará y enterrará en diversos lugares de la montaña. Esta vocación piadosa degenerará en una convivencia necrofílica, con un personaje llamado la Revivida.
Por un momento, pareciera incluso que deriva en una especie de 'El amante de Lady Chatterley' proletaria, o una 'In the mood for love' rural
En una entrevista reciente, Trías dijo: «Cuando quiero ver una historia con trama busco una serie de Netflix, pero contar una historia no es la función principal de la literatura». Este desinterés por la trama vendría de su hartazgo por el éxito alcanzado con su novela anterior, 'Mugre rosa'. Sin embargo, lo más logrado de la novela me parecen los pasajes que precisamente formarían parte de eso que Trías llama, de forma despectiva, 'trama'.
Los recursos que la autora usa para sabotear o diluir la trama son el equivalente estilístico a esas mujeres de Jehová, que de vez en cuando visitan a la mujer de la montaña para hacerla entrar en razón. Me refiero a esos capítulos intercalados en los que se asume la perspectiva narrativa de la montaña, de una factura pretendidamente ingenua y, al final, prescindibles.
O el tono admonitivo con el que se nos alecciona sobre el poder de destrucción del hombre y sus máquinas que horadan la tierra. O los reiterados dibujitos e incursiones tipográficas cuya función es, supongo, despertarnos de la tonta ilusión de la literatura. Y es una pena porque, en este libro, Trías nos regala varios ejemplos de lo buena narradora que es y de que contar una historia que atrape al lector no está reñido con una prosa excelsa, evocativa y sugerente.
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