El DEBATE DEL MUSEO REINA SOfía
De la monopolización del relato y sus peligros
ARTE
Existe una sola colección del Museo Reina Sofía, pero muchas lecturas de la misma. La que queda en salas es la propuesta por el exdirector Manuel Borja-Villel. He aquí tres recorridos alternativos
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Madrid
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Iniciar sesiónManuel Borja-Villel anunció que no seguirá al frente del Reina Sofía unos días antes de que finalizara su mandato y días después de publicarse que su continuidad podía acarrearle problemas legales, tras haber tenido a todo el sector en vilo durante meses y haber ... obligado a muchísima gente –que no quería ni tenía por qué hacerlo– a opinar sobre su gestión, desde directores de museos –que le han elogiado unánimemente– hasta galeristas –como Helga de Alvear, que le considera el mejor director que ha tenido el Reina– y artistas –nueve fueron entrevistados el martes por Natividad Pulido, y sus juicios no eran tan positivos–.
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Y por si no fuera bastante, ahora yo me veo obligado a escribir un artículo. Aunque como todo esto se veía venir, esta semana fui dos veces, acompañado de ojos queridos y fiables, a ver la colección, e hice unas llamadas.
Mi opinión personal es que la reordenación de la colección que han hecho Borja-Villel y su equipo es una auténtica maravilla. Una joya, una refinadísima obra de arte. Este museo posee un fondo documental apabullante, maravilloso, y cada uno de los episodios del relato –a veces microrrelato, como las salas dedicadas a 'La romería de los cornudos', o a Ramón, o a Bataille– se acompaña de primeras ediciones, de originales de los manifiestos, de revistas, fotografías y manuscritos, la mayor parte nunca mostrados al público.
Pensado para eruditos
Hay quien dice que todo esto está pensado para eruditos, que el gran público no quiere tanto documento; es cierto que hay bastantes salas dedicadas íntegramente a contextualizar obras que no están, otras tantas dedicadas a episodios históricos como la Semana Trágica o la Comuna y muchas centradas en la arquitectura y el urbanismo, pero yo he disfrutado como un enano.
Este museo es extraordinario y Borja-Villel ha sabido demostrarlo. Y ahora, el primer pero: un año después de presentar su delicioso y polémico proyecto, la mitad de la colección –y singularmente, las salas dedicadas al arte actual, desde los años 70– no se puede ver porque el proceso administrativo de convocatoria de oposiciones se eterniza y faltan 140 vigilantes.
Se reporta, a este respecto, la ausencia –otra vez– de Antonio López y el Realismo, la escasa presencia de El Paso, del Equipo Crónica y, en general, de la pintura y de los artistas españoles más activos hoy en día. Aún así, la dirección tuvo la amabilidad de abrirles la cuarta planta a los cronistas de ABC Cultural. Mucha foto de Franco, muchas obras menores y más salas maravillosas, como las dedicadas al Centro de Cálculo de la Complutense o los Encuentros de Pamplona; de nuevo, el fondo documental, apabullante.
El caso es que el público sólo puede conocer los primeros episodios –con el 'Guernica en su epicentro'– y el famoso, ya mítico 'Capítulo 8'. Que es, claro está, la madre del cordero.
«Hay una guerra ideológica contra el Museo», declara Borja-Villel justo cuando escribo estas líneas. Es el colmo. Desde luego que la hay. Y el problema es, tal vez, que ninguno de los bandos es capaz de ver en qué punto está el otro. El señor Borja-Villel, que no ha ocultado su afinidad con Podemos, ha declarado –más o menos 'off the record'– que el 15-M es el acontecimiento más importante desde la Comuna y que es comparable al 'Guernica'.
Debo decir, desde mi absoluto descreimiento de 'la política' –muy propio de los setentayochistas, que vivimos la deliciosa anarquía y el vacío ideológico y de poder de la añorada Transición–, que para la mayoría de la gente –eso también es un 'movimiento ciudadano'–, 'la política' es una entelequia, un relato -a lo sumo, un negocio- o, como magistralmente explica Beppe Grillo, «una enfermedad mental» que definiré como un «síndrome de Don Quijote» cuando uno la toma como algo real.
«Eché en falta a Bárcenas»
Sólo así se explica que el personaje brillantísimo, erudito e inteligente que ha creado el relato de la colección permanente diga algo así. El 'Capítulo 8', para quien no lo conozca: cartones y pancartas del 15-M; los desahucios; las manifestaciones feministas del 8-M; el movimiento LGTBi; las manifestaciones en Valencia; el chapapote y el urbanismo de Benidorm. Eché en falta a Bárcenas.
Voy a ser un poco brutal porque creo que tenemos un problema grave con los conceptos de 'pensamiento único', 'monopolización del relato', 'hegemonía cultural de la izquierda', 'pensamiento Woke' o 'cultura de la cancelación', entre otros.
«Porque ya está bien de 'asaltos a la institución', esto ya no es el siglo XX, tal vez pudiera haber sido aconsejable –ya da igual, por desgracia–, un pequeño cambio en la institución»
Umberto Eco escribió que «Mayo del 68 fue el último gran simulacro de revolución», y es obvio que el 15-M fue el simulacro del simulacro –ni siquiera les mandaron a los antidisturbios– y que la reacción del pueblo –eso también es un 'movimiento ciudadano'– fue darle al PP la mayoría absoluta más abultada de la historia democrática. Ese tipo de cosas tal vez también deberían aparecer en el relato.
Iré más lejos. El otro bando –que es igual de numeroso e igual de 'movimiento ciudadano'– da la impresión últimamente de que va al grano, no hace simulacros: «Toma la institución al asalto» de verdad. Como cuando lo de la Bastilla. Y contra lo que lucha es contra un 'establishment' que posee el monopolio del relato y le asfixia con su corrección política.
Y está ahí, y es tan 'movimiento ciudadano' como las hordas que ahorcan a blasfemos en Irán o dinamitan estatuas en Afganistán (Ai Weiwei, el disidente que no está en la Colección, se dedica a romper jarrones chinos). Por todo ello, porque ya está bien de 'asaltos a la institución', esto ya no es el siglo XX, tal vez pudiera haber sido aconsejable –ya da igual, por desgracia–, un pequeño cambio en la institución.
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