El MNAC se expande entre viñetas
Del retablo al tebeo, el dibujante Sagar y el guionista Jorge Carrión relatan la historia del museo barcelonés en un cómic que funciona como catálogo de arte remezclado
En imágenes: Jorge Carrión y Sagar hacen historia (gráfica) en el museo
Sagar celebra la publicación de 'El museo' con una viñeta inédita para los lectores de ABC Cultural
Barcelona
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Iniciar sesiónUn museo, asegura Jorge Carrión, es un banco de ojos. Una historia de la luz. Un libro de arte con paredes, que diría André Malraux. ¿O era al revés? «Los museos siempre han sido tebeos», leemos ahora. «Esto es igual que lo mío», cuentan ... que dijo Ibáñez el día que pisó por primera vez las salas de arte Gótico del Museo Nacional de Arte de Cataluña (MNAC).
Esto, claro, eran los retablos. Antepasados directos de las viñetas. Maneras de narrar que Carrión y el dibujante Sagar Forniés, pareja artística y creativa desde que hicieron tándem en 'Barcelona. Los vagabundos de la chatarra', han querido llevar aún más lejos. ¡A la columna Trajana! ¡A las pinturas rupestres! «Las cuevas fueron los primeros museos», escribe el ensayista casi al final. Aunque, en realidad, es el principio. La primera piedra de una historia que discurre entre ermitas románicas, retablos góticos, vestíbulos modernistas y bodegones barrocos.
También, faltaría más, entre viñetas. Porque de eso trata 'El museo', novela gráfica sin ficción y artefacto narrativo que expande la historia del MNAC y la concentra en un cómic asombroso. Un catálogo de arte remezclado y tuneado, un artefacto narrativo que combina reconstrucción histórica, crónica a pie de sala y clase magistral de la historia del arte.
«Yo llevo diez años aquí y es de lo mejor que hemos hecho», asegura el director del museo barcelonés, Pepe Serra. ¿Exageración? Parece que no. «Tenemos un dossier de veinte páginas para resumir nuestra relación con el Románico, pero solo este dibujo funciona mejor que cualquier explicación escrita», apunta. El dibujo en cuestión es una doble página que conecta el Palau Nacional de Montjuïc, sede del museo, con las iglesias de Santa Eulalia de Erill-la-Vall, Santa María de Cardet, San Climent de Taüll y San Juan de Boí, a través de una de red de tuberías subterránea. Bajo la estructura visible del museo, escribe Carrión, «están los sótanos invisibles. Los muelles de carga y los laboratorios de restauración. El turismo y las exposiciones universales. Las iglesias y los manantiales del principio, sin luz».
Colección mutante
La mezcla de lo uno y lo otro, de lo tangible y lo invisible, fue lo que hizo que Sagar y Carrión subieran la montaña de Montjuïc cada viernes durante casi dos años para empaparse de museo. Para observar, curiosear e investigar la colección. Para estudiar cómo el público interactuaba con las obras y entrevistar a trabajadores de casi todos los departamentos. «Conocíamos la colección y hacíamos exploración de campo», explica Carrión. Luego, añade, llegaría el destilado. «Toda la mañana que estuvimos entrevistando a las expertas en restauración, por ejemplo, se quedó en dos páginas en las que se ven cuatro cuadros con rayos X. No hay ninguna entrevista a las expertas, ya que vas seleccionando con la voluntad de representar la esencia», explica.
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La libertad, aseguran, ha sido total. Ninguna interferencia, ninguna consigna. «Jorge ha hecho un trabajo de mutación entre ensayista, periodista y guionista», resume Sagar. El dibujante, por su parte, ha adaptado su estilo a cada periodo artístico para acumular trazos, planos pictóricos y maneras de mirar. «Fíjate en la portada -dice Carrión-. Por un lado está el edificio como monstruo Frankenstein, con cueva y ermita románica, y todos los personajes dentro de la portada, incluidos Sagar y yo como dos miradas más entre una multitud de miradas que convergen». 'El museo', ya ven, como proyección de todos los demás museos.
«Por más que sea sobre el MNAC, en verdad este libro habla de todos los museos, porque intenta llegar al corazón, al núcleo, de lo que es un museo en el siglo XXI», explica el escritor barcelonés. El museo, una vez más, como colección de miradas, seres vivos y naturalezas muertas. El museo, en fin, como historias de la historia. «Lo primero que hay que construir para que exista un museo nacional, mucho antes que el edificio, la colección, el conocimiento y el discurso científico, es una nación», leemos justo antes de acompañar a Jacint Verdaguer en sus incursiones pirenaicas. Ahí están también, sentado las bases de la colección y el museo, el redescubrimiento de las iglesias románicas de la Vall de Boí, el saqueo de unas obras de arte que acabarían en museos de todo el mundo y el traslado a Barcelona de piezas capitales como el Pantocrátor de Taüll.
Laboratorio gótico
«Un cómic te tiene que explicar una historia», desliza Sagar. Y la que explica 'El museo' es la de una espacio en el que las huellas de Verdaguer, Picasso y Goya importan tanto como las miradas de un exjefe de seguridad, un profesor de secundaria y una extrabajadora invidente. «Nunca se había contado el museo desde gente que trabaja en el propio museo», defiende el dibujante. En realidad, nunca se había contado un museo así.
Carrión y Sagar habían tanteado en terreno hace unos años con 'Gótico', un encargo del propio museo para actualizar demonios y cambiar el marco del retablo por el de la viñeta, pero esto, asegura el escritor, es otra cosa. «En 'Gótico' prácticamente no había páginas con viñetas, aunque sí que había experimentación con el retablo como protocómic. Al final se quedó en un ensayo gráfico. 'El museo' es mucho más cómic que lo que era 'Gótico'», sostiene Carrión.
De aquel primer envite recuperan un fabuloso bestiario que viaja de Bermejo y El Bosco a Hannibal Lecter y Dexter, una galería de monstruos y pesadillas que Sagar despliega sobre el suelo para mostrar casi tres metros de mitologías propias y heredadas. «Había que encontrar el equilibrio entre la solemnidad del museo y la ligereza del cómic», defiende el dibujante aragonés. «El cómic ya es un lenguaje prestigiado y los museos son bastante populares -añade Carrión-. Lo que ocurre es que todavía hay zonas en las que museo y cómic no se acaban de encontrar; una de ellas es el relato de lo que es realmente un museo más allá de la simple exhibición de sus obras maestras».
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Así, con la idea de «humanizar» el museo y perderle el miedo escénico, Carrión y Sagar remezclan narrativas y estéticas, relatos y ficciones, mientras exhuman la Barcelona de Carmen Amaya, restituyen el legado de Lluïsa Vidal y recuperan la última visita de Picasso a Barcelona en 1934 para acercarse al Pantocrátor a través del genio malagueño. «Mi contemporáneo», celebra Picasso frente al imponente Cristo de Taüll. El «esto es igual que lo mío» de Ibáñez, décadas antes y en versión cubista y revolucionaria. «Ahora, con el cómic terminado y dando por hecho que el libro se ideaba como un catálogo de lo que había dentro del museo, creo que forma parte de la obra del museo. Se distancia de todo para generar su propia identidad», reflexiona Carrión.
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