Miguel Ángel Hernández: la vida, el tacto ausente, la muerte

La conciencia de artista ejecutando la escritura esta siempre presente en Miguel Ángel Hernández, quien tiene una difícil y curiosa singularidad: ser profesor experto en Arte, haber leído sobre las dimensiones y dificultades de la representación (así fue en ‘Intento de escapada’ y en ‘El instante de peligro’) no le lleva a ser menos novelista, sino mejor novelista, porque tiene detrás, en cuanto escribe, la reflexión sobre los temas, conocedor profundo de las grietas o fisuras del signo, y la capacidad de los símbolos para verse atrapados en un estrato de significación mayor.

NOVELA

‘Anoxia’

• Autor Miguel Ángel Hernández
• Editorial Anagrama
• Año 2023
• Páginas 273
• Precio 18,90 euros

El secreto de saberlo hacer tiene que ver con la curiosa mezcla de lo reflexivo y lo próximo, sea la Huerta o la muerte por asfixia de los peces del Mar Menor y la maldición del diluvio cebada sobre el pueblo costero de Los Alcázares.

Ha sabido mostrar Miguel Ángel Hernández que lo universal literario tiene que ver menos con las ideas abstractas que con las emociones concretas, la condición humana, las mismas en unos pueblos murcianos, que en Nueva York, la Patagonia o Bombay. Con una diferencia que enriquece ‘Anoxia’ por doquier, a cada página. Solo habiendo visto latir los peces en su lucha por respirar poco antes de morir, puede trasladar a página literaria el poder de una imagen en la que la novela ha depositado el universal de la lucha de la Vida y la Muerte, que si no estuviera el Amor llenarían todo cuanto ocurre al ser humano. Al autor le importa mucho aquello sobre lo que escribe, como a todos, pero él sabe transmitirlo.

Ahí entra una dimensión de la conciencia de que la emoción se traduce en tacto, de que el amor por el hijo muerto, o por el padre, el luto, los lutos, llenan la Memoria íntima de los seres humanos, y que solo si alguien, una fotógrafa, o un escritor los capta, tal memoria llega a los lectores como asunto que les concierne. No es de buen gusto, que una crítica revele mucho del argumento de la novela, por lo que me limitaré a decir que los pivotes sobre los que descansa son la doble dialéctica de la Vida y la Muerte y la de Memoria frente a Ausencia.

La vida de Dolores pugna por sobrevivir más allá del duelo de años por el marido que la Muerte le arrebató. Dolores es un formidable personaje al que vemos latir (también desde el cuerpo) como el pez de la orilla queriendo respirar. El segundo pivote: la dialéctica de la Memoria y la Ausencia, con las fotos, en general el Arte de la representación explorado en tanto mecanismo que M. A Hernández, lector de Sontag, R. Barthes y Mieke Bal, conoce en su función performativa. Hay, por fin, un elemento estilístico fundamental.

Se viene rescatando en novelistas jóvenes una tercera persona interior, por el estilo indirecto libre unas veces o por la perspectivización desde dentro, esos ojos de la mente que las profesoras Elide Pittarello y Carmen María López ha estudiado en Javier Marías, el gran maestro en ello. Decir la interioridad. El estilo de Miguel A. Hernández es muy diferente al de Javier Marías, pero no lo es la conciencia compartida por ambos de que la literatura encuentra en esa interioridad el reducto inaccesible a cualquier otro signo. Dolores es vista desde dentro siendo narrada desde fuera. Sólo artistas grandes saben hacerlo. Miguel Ángel Hernández se ha convertido en uno de ellos.