MÚSICA
Martín García García: «Además de artista, también tienes que ser humano, salir al parque y caminar»
entrevista
El pianista afronta estas semanas una serie de recitales que, junto a los premios internacionales obtenidos, lo confirman como uno de los grandes talentos jóvenes de España
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Iniciar sesiónTiene 25 años y la agenda de conciertos del pianista Martín García García ya da vértigo. Detrás hay muchos años de preparación, disciplina, esfuerzo y rigor, como pasa con todos los grandes músicos: trabajan tanto o más que los deportistas de élite, pero sin ... que los medios estén cantando sus gestas día sí, día también. Por mencionar solamente algunos compromisos de estos meses de octubre y noviembre: Carnegie Hall, una gira por Japón -donde tiene algo así como un ejército de fans- y el debut con la Orquesta Sinfónica de Barcelona, que ha aprovechado para interpretar en público por primera vez el 'Primer concierto para piano' de Tchaikovsky. Al terminar, completamente empapado tras más de media hora de entrega física y emocional, dio cuatro propinas a un público entusiasmado.
García García es uno de los talentos emergentes del piano en España. Entre los concursos en los que ha sido galardonado se cuentan el de Cleveland y el Frederic Chopin de Varsovia, donde obtuvo un más que meritorio tercer lugar. Hablar con él es recibir una descarga de energía. Imagínense, por favor, esta conversación repleta de risas: para ahorrarles acotaciones, solamente señalaremos los momentos en que se supera de largo el listón de la carcajada.
—Oiga, y ¿cómo empezó a tocar el piano?
—No tengo memoria de empezar en un momento determinado: no me acuerdo de mi existencia sin un piano. Por lo que me cuentan, mi hermano se puso a estudiarlo cuando yo tenía cinco años. Como buen hermano pequeño, quise imitarle. Me gustaba el timbre del piano, no sé. Pero lo que fuera, se ha quedado conmigo hasta hoy.
—Y hoy su hermano sigue siendo muy importante en su vida.
—Sí. Es abogado, pero me está haciendo de mánager.
—Bueno, uno nunca sabe cuándo va a necesitar un abogado.
—Hasta ahora, la verdad… ¡Todo el tiempo! Dejémoslo ahí… [Ríe a carcajada limpia].
—¿Le han demandado por romper algún piano al tocar con tanto ímpetu?
—No, no. ¡Esperemos que nunca pase!
—¿Cuándo se dio cuenta de que esa afición se iba a convertir en su oficio?
—Tampoco lo sé. Se dieron circunstancias que me fueron llevando. Como en la vida de todas las personas, en eso no soy diferente. A veces es casi imposible predecir lo que va a suceder. Si alguien me dice hace tiempo que estoy aquí sentado hablando con usted... [vuelve a reír]. Tuve la suerte de tener a unos profesores rusos que estaban en Asturias. Vinieron con los Virtuosos de Moscú, huyendo de su país.
«El deporte es parecido en la dedicación, pero nosotros, los músicos, tenemos menos apoyo»
—¿Cuántas horas echaba al piano cuando era estudiante?
—Con el talento no es suficiente, así que yo le dedicaba de media unas cinco o seis horas al día. Los colegios a los que asistí me ayudaron muchísimo. Faltaba dos días a clase cada semana, porque los dedicaba a estudiar piano. Me dejaban espacio para dedicar mi tiempo a la música.
—Y, con tanto estudio, ¿tiene la sensación de haberse perdido algo en la vida?
—No, la verdad. No sé qué podría haberme perdido, porque al final siempre encuentro un equilibrio. Además de artista, también tienes que ser ser humano, y visitar el parque y caminar.
—Me han dicho que, aparte de pasear, usted llena las horas libres con la consola de videojuegos.
-Mi Nintendo debe de tener un poquito de polvo. La tengo en Nueva York. Me encanta jugar, de toda la vida. Pero hace cuatro meses que no la toco, y tengo muchas ganas. De hecho, tengo tres o cuatro juegos nuevos, con el envoltorio aún. A ver cuándo puedo abrirlos.
—Por curiosidad, ¿qué juegos son?
—Soy muy clásico: 'Zelda Skyward', 'Pikmin 3', 'Xenoblade 3', que quería jugar, pero son como ochenta horas de juego, es una locura. [Les ahorramos la consulta en Google: a grandes rasgos, combinan acción, estrategia y juegos de rol].
—¿La habilidad tocando el piano sirve también con los mandos de videojuegos?
—No, creo que no. Tengo un amigo en Madrid que es un viciado [carcajadas]. También es pianista, pero su habilidad manejando el mando es algo que yo no puedo entender. Algo tendrá que ver lo del piano, pero no mucho.
—Hablábamos antes de su hermano, ¿qué importancia tiene el apoyo del resto de la familia para usted?
—La familia es muy importante, sobre todo cuando se empieza. En el momento en que se dan cuenta de que un chaval tiene potencial, en ese momento, la familia, si lo apoya, tiene que dar un cambio radical y empezar a pensar cómo puede ayudarlo sin dejar de lado todos los otros aspectos de la vida, como el colegio, sin ir más lejos. Solamente esto ya es muy complicado, encontrar un colegio que entienda que el chico necesita tiempo para estudiar música. Luego está el sacrificio, por ejemplo, de mi madre, que asistía a todas mis clases cuando era pequeño, dos o tres veces por semana; estaba en casa conmigo ayudándome hasta que pudiera entender qué significaba lo que mi profesora me decía, porque no se puede esperar que a un niño de seis años le digas «pon la mano así», y lo haga sin más. Y los viajes. De los 15 a los 17 años iba a clase a Madrid una vez por semana, y mi madre siempre venía conmigo. Esos sacrificios son complicados. Y también lo son en términos financieros. Es un esfuerzo continuo de mi familia y mis profesores. Y más tarde, cuando ya tenía capacidad de pensar con lógica, mío.
—Hablando de esfuerzos económicos, al menos en las disciplinas deportivas hay espónsores potentes para los jóvenes que destacan.
—Yo también tuve un espónsor cuando estudiaba en el Reina Sofía, la Fundación María Cristina Masaveu, pero sí, es complicado. El deporte es parecido en la dedicación, pero nosotros tenemos menos apoyo.
—Me estoy fijando en que sus manos son muy grandes. ¿De qué nota a qué nota alcanzan?
—De do al fa de la octava superior. Hasta sol, en un buen día. Pero tampoco es que ayude especialmente tener manos grandes. Lo que sí ayuda es poder abrir bien entre el tercer y el cuarto dedo.
—¡Oiga, pero si le abre más la mano entre esos dos dedos que entre el pulgar y el índice!
—[Otra carcajada] Efectivamente, y eso es mucho más importante. Al final, casi nunca usas la mano completamente abierta. Lo que importa es la elasticidad.
«El mundo romántico es el más favorable a la personalidad humana de hoy, por eso yo también lo entiendo»
—Debe ser como la de Rachmaninov.
—Él tenía la mano un poquito más grande. La verdad es que no me lo puedo ni imaginar.
—Toca con muchísima frecuencia Rachmaninov, Chopin… Se encuentra usted a gusto en el repertorio romántico.
—Se podría entender eso, pero al final, la verdad, estoy muy cómodo con Bach, e intento meterlo en el programa tanto como puedo. Pero si pones mucho Bach te puedes encontrar con que los programadores te pidan que lo acortes.
—O sea, que le gustaría tocar más Bach del que le dejan.
—Bach, Schubert, cosas increíbles que hay del Renacimiento... Mezclarlo todo. El mundo romántico es el más favorable a la personalidad humana de hoy, por eso también lo entiendo y es muy cercano a mí. Toco Rachmaninov como el más feliz pianista del mundo, pero hay tantísima buena música…
—¿Por qué dice que el Romanticismo es el periodo más cercano a la sensibilidad actual?
—Por cómo nos relacionamos, cómo entendemos el mundo... No sé por qué, pero es una música que, fruto de la Ilustración, pone al hombre como base del arte, de la filosofía. Es como si nos pusiera un espejo y viésemos todo a través de nuestro alma: el mundo, la sociedad, Dios, lo que sea. Habla de la Naturaleza, del hombre en sí mismo, de relaciones humanas, de cosas que todo el mundo entiende. Incluso en otras culturas, como la asiática.
—No es habitual encontrar tipos de 25 años que te hablen con este entusiasmo de Chopin, Tchaikovsky, la Ilustración, que te lo relacionen con el siglo XXI... ¿En su grupo de amigos, son todos así?
—En mi grupo de amigos, que nos encontramos cada millón de años, cuando vuelvo a Madrid, nos lo pasamos bien, vamos a cenar, y no hablamos de la Ilustración. Pero que no quede por ganas. Con Juan Barahona, a veces acaban saliendo temas como a ver cómo organizamos los programas para que la gente venga a escucharnos.
—¿Han llegado a alguna conclusión?
—¡Qué va! [Carcajada]. Imposible.
—La inclusión de transcripciones bien escritas de música pop, como la 'Bohemian Rhapsody' de Queen que tuvo que interpretar en las eliminatorias del concurso de Cleveland, ¿puede ser una vía? ¿Qué relación tenía con la música pop antes de ganar ese certamen?
—Algo de Queen sí que conocía. La 'Bohemian Rhapsody' la escuchaba con mi hermano, pero estoy muy fuera de la música y la cultura pop, sinceramente. Escucho más jazz y música de los 50, 60 y 70, como para relajarme. Lo de Queen fue una imposición del concurso, y Kurbatov hizo unos muy buenos arreglos. El hombre no se saltó ni una nota. Me propuse que la interpretación me permitiese meter en el piano todo lo que hay en la música original: la voz de Freddy Mercury, la orquesta, los solos de guitarra. Es como un puzle imposible, pero funcionó y fue muy divertido.
—¿La ha mantenido en el repertorio?
—No, pero no sé si fue la mejor de las decisiones. Estaría bien recuperarla para tocarla como propina. A lo mejor sí que la vuelvo a traer al repertorio.
—¿Qué proyectos tiene en mente para los próximos años?
—Varias cosas, pero funciono por intuición, cuando me dan ganas de hacer una cosa la hago. Ahora ha salido mi primer CD. Me lo he producido yo mismo. Está disponible en las plataformas de 'streaming' y solamente saldrá a la venta física en Japón, donde tengo un público bastante fiel, y voy a menudo. He incluido obras de Bach y Chopin, grabadas con un piano Fazioli.
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