LO MODERNO
Mariano no va a ARCO
Alumno de Constant y amigo de Wagner, murió siendo el artista más moderno en el sentido absoluto del término
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Iniciar sesiónNació, hijo y nieto de artistas, en Granada, el oriente más próximo de occidente, entre pañales tejidos con el suave algodón de una familia materna adinerada, y las broncas telas de lienzo que pintaba con finura y éxito, su padre. Los apellidos lo acunaron unos ... años, pero lejos de resultar plomo en sus dedos, vinieron a acumularse en él como plumas de unas alas que ni el sol pudo derretir. Así, el joven Mariano Fortuny y Madrazo emprendió muy pronto el vuelo colonizando bellezas y exotismo en ciudades y mujeres.
Francia, Alemania, España pasaron por sus manos como una caricia porque occidente nunca le convenció, y sin dejar de buscar el oriente que imantaba su talento, recaló por fin en el lugar que sería su vida y su tumba: Venecia. Son necesarios diez pasos por el Traghetto Vecchio en un recorrido de apenas cincuenta metros desde el Gran Canal para llegar al Campo San Beneto y a una pequeña plaza construida tan solo para que el que busca, encuentre sin caer a ningún canal, la casa del pintor: el Palazzo Pesaro degli Orfei.
Llegó a tener cincuenta patentes de innovaciones o inventos: grabador, fotógrafo, escenógrafo...
En aquella atalaya destartalada que Fortuny fue comprando a trozos y restaurando a golpe de belleza, instaló el taller de creación y experimentación más moderno de Europa, elevándose junto con Morris en Londres y Chanel en París, en el dios de la Tríada del estilo.
Recorrer el palacio entonces y ahora es viajar en el tiempo a una Venecia que tiene más que ver con la Ruta de la Seda, Bizancio o Persia que con el Barroco, y en él, este Leonardo español, se nos muestra con casi todo lo que podía transformar en ingenio y sorpresa. A pesar de definirse a sí mismo como pintor, llegó a tener cincuenta patentes de innovaciones o inventos: grabador, fotógrafo, escenógrafo, estampador de telas, constructor de luz, diseñador de moda, empresario internacional. Logró, además, uno de mis sueños estéticos: desnudar al guapo Auriga de Delfos.
Lo hizo, y vistió con aquella túnica sencilla a las mujeres más sofisticadas del siglo: Luisa Casati y Peggy Guggenheim. Alumno de Constant y amigo de Wagner, murió siendo el artista más moderno en el sentido absoluto del término. Estos días de ARCO y de modernidad contundente, no entiendo por qué ningún creador lo cita, lo recuerda o lo invoca. O sí. Tal vez sí lo entiendo.
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