Lo MODERNO
La dama sin rostro
La niña tenía entonces algo más de 10 años y se llamaba Ana, como su madre. Era la primogénita de los duques de Pastrana y príncipes de Éboli
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Iniciar sesiónPuestos a reivindicar feminismo y ya que estamos, podemos usar como excusa más que válida que este mes de abril de 2025 se cumplen los 460 años de un enlace matrimonial. No cualquier matrimonio, claro. Este fue acordado entre los padres de los contrayentes cuando ... la novia contaba tan solo cuatro años de edad. Nadie se escandalice; en la Europa del Renacimiento las cosas se hacían así; de hecho, en 1572, el Papa concedió una dispensa para la consumación del matrimonio.
La niña tenía entonces algo más de 10 años y se llamaba Ana, como su madre. Era la primogénita de los duques de Pastrana y príncipes de Éboli: la literaria Ana Mendoza de la Cerda y su marido, el apuesto Ruy Gómez de Silva, secretario de Felipe II. El novio tampoco se quedaba corto: VII Duque de Medina-Sidonia, entre otros muchos títulos poseía una de las mayores fortunas de España. Comandante en jefe de la Armada Española, demostró al mundo que no era tan Invencible como la pintaban.
Ana, amante de la música y la naturaleza, pasaba largas temporadas en las inmediaciones de Doñana, cuyo Coto lleva desde entonces su nombre. Disgustada por los escándalos de su madre y el castigo fatal impuesto por el rey, se volcó en su señorío sanluqueño, vinculándose al mecenazgo de edificios emblemáticos. Hasta aquí todo resulta más o menos normal para la época.
Rodeada de objetos de arte e importantes pintores, sin embargo, no se conoce ni un solo retrato de Ana
Pero, por supuesto, en torno a esta mujer se desarrolla un enigma. Rodeada de objetos de arte e importantes pintores, sin embargo, no se conoce en la actualidad ni un solo retrato de Ana. Ni uno solo. A veces se la confunde con su hermana menor, del mismo nombre, que tras enviudar entró en un convento de clausura. De ella sí se conserva un cuadro, hoy en la Iglesia de Pastrana.
Consta en la documentación del archivo de Medina-Sidonia que su marido encargó un retrato de su bella esposa para sus aposentos del palacio, pero hasta ahora nadie sabe nada de él. Dicen las malas lenguas que el rostro de Ana era tan parecido al de Felipe II, su verdadero padre que, así como su madre era la «tuerta más famosa», ella quería vivir siendo «la dama sin rostro». Para algunos historiadores del arte entre los que me cuento, ese retrato es una especie de búsqueda del Grial. Quién sabe si algún día podremos resolver el enigma.
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