LO moderno
Cavia en los Cavia
Una noche elegante de smoking para ellos y tiros largos para ellas, presididos por nuestros monarcas, que otorgaban belleza y solemnidad al acto
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Mariano de Cavia da nombre al premio de periodismo más prestigioso
La tarde de los Cavia era naranja y tórrida, con un sol radiante que no había manera de hacerlo desaparecer, colgado sobre la M-30 como en aquel milagro medieval de la batalla de Tentudía. Cualquier becario temeroso utilizaría la expresión «no faltaba nadie» ... para abrir paso a la enumeración de asistentes a uno de los premios de periodismo más prestigiosos de España: había empresarios y nobles, algún compromiso de más, algún guapo de menos y tres flamantes premiados, además del articulismo en su plural representación de cabeceras y especialidades. Una noche elegante de smoking para ellos y tiros largos para ellas, presididos todos por nuestros Reyes, que otorgaban belleza y solemnidad al acto.
En mi mesa los comensales charlaban por parejas animadamente sin que nadie dirigiese la palabra al señor de mi derecha, un caballero con bigotazo y pajarita: «Buenas noches señorita; mi nombre es 'Sobaquillo', para servirle a Dios y a usted». Su acento maño introducía cierto toque rural en el rostro apacible de ojos chispeantes de humor tras los quevedos dorados. La noche transcurría entre discursos y platos, pero yo solo tenía oídos para el columnista del mostacho.
Supe que era hijo de carlista, que no terminó derecho porque quería estudiar periodismo y que el año que nació Juan Ramón Jiménez, él fundó un semanario satírico llamado 'Chin-Chin' que duró lo que dura un brindis; casi tan poco como su noviazgo, así que desengañado pero empeñado en su talento, se vino a Madrid donde pisó casi todas las redacciones: el Liberal, el Heraldo, el Imparcial. La soledad le acompañaba en el hotel donde vivía y los libros, desparramados por el piso que alquiló para guardarlos, compensaban la melancolía y añadían sabiduría al desánimo.
No militaba en ningún partido, quizás por eso era un gran comentarista político, se inventó y defendió la palabra 'balompié' a despecho del 'football' inglés, y como Espronceda, sólo reconocía una bandera: la libertad. «Al final, querida, lo más interesante de mi vida es que no soy nadie, ni tengo nada, ni lo quiero. Jamás he recibido ninguna adehala, sueldo o gratificación del Estado. Me atengo a lo pagado por lo servido: artículo que escribo, artículo que cobro, y entrada por salida». Sonreí a aquel hombre sabio pensando que Mariano de Cavia era tal vez el único periodista de la sala en comprender realmente el Premio Cavia.