LO MODERNO
'On the Beach'
«Sanlúcar de Barrameda me gusta porque puedo leer en sus páginas mi propia historia»
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Iniciar sesión«No sé cómo entre todas las playas eliges Sanlúcar de Barrameda; bañarte en el barro del río con el calor y el viento incómodo y cambiante ¿Me lo puedes explicar?»
Miro a mi alrededor. Al otro lado de la barra de agua quieta, la ... arena de Doñana brilla como si hubiesen derramado un cofre de polvo de oro sobre el que sombrean los pinos y el misterio: tal vez allí se esconde enterrada la Tarsis bíblica, contemporánea a los reinados de Salomón de Israel y Hiram de Tiro que algunos científicos identifican con la Feacia de Homero, la Atlántida de Platón o el Tartessos de Avieno, sede de un Imperio que abarcaba todo el Sur de la Península Ibérica; lugar de leyenda anhelado como la mismísima Troya; obsesión de Schulten, un arqueólogo brillante y tenaz al modo de Schliemann, aunque con menos suerte.
Camino hasta la orilla y meto los pies en el agua dulce del Guadalquivir que en este lugar se abraza invisible a la sal de un mar y un océano y sé que mis huellas se funden con la legua cero de la expedición que con Fernando de Magallanes al frente inició desde aquí la vuelta al mundo un 20 de septiembre de 1519, regresando al mando de Juan Sebastián Elcano tres años y catorce mil cuatrocientas sesenta leguas después.
Unas décadas antes, mientras Leonardo da Vinci pintaba la 'Última Cena' para los Sforza en Milán, nuestros Reyes Católicos bajaban desde Sevilla por el río hasta arribar a estas mismas playas y desde allá arriba, por entre los merlones de la Torre del Homenaje del castillo de Santiago, contemplaban por primera vez en su vida la inmensidad del mar.
Tumbada sobre la arena caliente cierro los ojos y pienso en aquellos amantes decimonónicos; el pintor y su 'Maja Desnuda' escandalizando a la Corte con su sexo y su talento en el cercano Coto de Doñana. Goya, la Duquesa de Alba, las intrigas de los Montpensier contra la corona; los palacios, conventos y bodegas; la manzanilla fría y los caballos en la playa, a la atardecida, como un antiguo regalo aqueo.
«Sanlúcar de Barrameda me gusta porque puedo leer en sus páginas mi propia historia».
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