lo moderno
Antonio Gala, un cisne en la Quinta Avenida
El escritor, recientemente fallecido, fue un poeta de 'best sellers' cuando nadie vendía poemas
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Iniciar sesiónLa primera vez que vi a Antonio Gala fue en una calle del sur una noche cálida de 1980, cuando mi madre (que se llama Guillermina como la reina de Holanda, que por coherencia nominal sólo lee biografías de monarcas, y que jamás había pedido ... a un desconocido ni la hora), soltó la mano de esta niña de cinco años y se acercó con un libro de poemas para que el escritor se lo firmara. Aquel recuerdo sin importancia tiene hoy la fuerza del símbolo, porque Antonio Gala fue siempre como ese instante de mi memoria: un escritor de éxito cuando casi no existía ese fenómeno, un poeta de 'best seller' cuando nadie vendía poemas, un dramaturgo erudito y valiente, un columnista literario, un recuperador de erotismos, reyes, mitologías y harenes; pero sobre todo fue un traductor de belleza clásica volcada a un lenguaje popular que casi todas las mujeres, incluida mi madre desde el misterio de su silencio de siglos (ese que ahora tratan de corregir las logopedas del feminismo) leyeron, comprendieron y admiraron mejor que nadie.
De no haber nacido español, sería, probablemente, inmortal
Niño prodigio y adulto de mirada sofisticada, guerrero en defensa de los perros, los versos y los jóvenes creadores a los que apoyó siempre desde su fundación cordobesa, ejerció una aristocracia del alma logrando sin complejos poner de moda el pasado. También logró mi amor incondicional con su obra '¿Por qué corres Ulises?, donde descubrí que don Antonio y yo compartíamos, junto con Tennyson, la certeza incuestionable de que Ulises sólo es Ulises cuando está lejos de Ítaca.
De no haber nacido español, don Antonio sería un personaje misterioso y cínico de Somerset Maugham adorado por la corona británica, los documentales de la BBC y las producciones de Hollywood. O tal vez, uno de aquellos amados cisnes de Truman Capote paseando su mordaz elegancia por el otoño lluvioso de la Quinta Avenida, eternamente atrapado en el paréntesis de un pañuelo de seda al cuello y un bastón de marfil. De no haber nacido español, Antonio Gala sería, probablemente, inmortal.
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