ARTE
La Mar de Músicas 2025: Un océano en calma tras 'El juego del calamar'
Cartagena (Murcia)
El arte se contrae en esta edición de 'La Mar de Músicas' pero solo en apariencia. La ética y estética coreana, país homenajeado, amplifica sus resultados
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Iniciar sesiónLa casualidad ha querido que el fin de la tercera temporada de 'El juego del calamar', la serie coreana de moda (no hace falta especificar que se trata de la mitad occidentalizada de esta península dividida desde 1953) haya coincidido con el arranque de ... una nueva edición de La Mar de Músicas, en Cartagena (con esta nación asiática como país invitado), después de que Netflix la cortara en rodajitas, como en rodajas nos comemos nosotros y en bocadillo a estos moluscos cepalópodos en otro puerto sin mar como es Madrid.
Pero volvamos a lo que nos trae aquí, esa trigésima entrega de uno de los festivales más consolidados del panorama musical español que a su vez lleva más de 20 años ramificándose hacia otras disciplinas, de forma que la oferta musical se complementa con programas cinematográficos (estos días se ha programado, por ejemplo, la oscarizada 'Parásitos', de Bong Joon-ho, otro 'petardazo' del audiovisual coreano reciente) y artísticos, que es lo que ahora nos interesa.
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La Mar de Músicas, dirigida desde hace dos años por Eugenio González Cremades, suele estar atenta a la actualidad para determinar a qué país invita u homenajea cada edición. Este 2025, lo es Corea no de forma arbitraria, sino porque se cumple 75 años de relaciones diplomáticas estables y fructíferas de esta nación asiática con España. Detrás del elenco de exposiciones que complementan su inabarcable y sugerente programación lleva también más de dos décadas T-20 Proyectos, que, en esta entrega, da un paso a un lado y ayuda en la coordinación de las muestras, que cuentan con sus propios comisarios (o que convierten en responsable directo a su artista).
Es posible que la retirada de T-20 (que bastante tiene este año con celebrar el 25 aniversario de su espacio en Murcia capital, mientras culmina las obras de su segunda sede en Madrid, que hará los honores en octubre con una individual de Sonia Navarro) haya redundado en un programa mucho más pequeño y discreto, en el que no encontraremos los grandes nombres de la plástica coreana, del mítico Nan June Paik a los más contemporáneos Do-Ho Suh o Kimsooja.
No guiarse por las apariencias
Pero no se lleven a engaño: inspirados en la propia filosofía oriental, no nos dejaremos arrastrar por las apariencias, no menospreciaremos a nuestros interlocutores. La Mar de Músicas apuesta hasta finales de septiembre por cuatro nombres 'propios' donde quizás el único pero es que sean todos ellos masculinos.
Tiene en cuenta cada año la selección el vínculo con lo local. Un creador o creadora que, pese a conectar con el tema del festival, pertenece al contexto español. Ese, este 2025, podrían haber sido Daniel García Andújar o Muntadas, que tienen bien mapeado Corea, o el mismísimo Francesc Torres, que conoció a Nan June Paik, y asistió en su funeral. Pero se ha optado por el joven Kihong Chung, nacido en Corea, pero desde hace 15 años asentado en España, que ocupa con la instalación 'Sum' (aliento), la Sala Dora Catarineu, anexa a la antigua muralla del siglo XVIII de la ciudad.
Los restos de madera quemada dispuestos en el suelo, frente a dos grandes fotografías de series anteriores, son un canto a la transitoriedad. Del poso de lo antiguo frente al brillo de lo nuevo. El autor, que nos envuelve en un ambiente oscuro y enigmático, nos recuerda que no debemos relacionar silencio con ausencia, sino con otra posibilidad. «Nuestra esencia no se extingue, sólo adopta otra forma». Bien de filosofía oriental para entonarnos en el recorrido.
En el otro extremo, un consolidado, Bohnchang Koo, icono de la foto coreana, nos dicen que «un padre de lo esencial». Él ocupa con sus series fotográficas, tan minimalistas como sugestivas, la sala de la Domus del Pórtico. El montaje lleva la firma de Blanca Berlín y se nota. Exquisito. Ejemplos de sus bodegones, en los que se fija en elementos cotidianos, vajillas, objetos de oro de las culturas mesoamericanas, pastillas de jabón... Todo se dota en ellos de solemnidad. Y sus arquitecturas, en las que se permite ejercicios más abstractizantes, en blanco y negro, igual de minimalistas.
Acabamos en el Palacio Consistorial, ahora apadrinados por la galería Sabrina Amrani. En uno de los flancos expositivos, Timothy Hyunsoo Lee, el científico que se entregó al arte y que convirtió su condición de migrante (vive en Estados Unidos) y su identidad sexual en asideros de su creación artística, haciendo visible lo invisible, fusionando lo empírico con lo poético, lo físico con lo espiritual, lo secuencial con lo único e irrepetible. Con su obra regresan a nuestro imaginario los fantasmas del folklore coreano (los 'gwisin'), sus deidades (Haesik y Dalson, la osa Ungnyeo...), pero también heridas muy actuales, como la ansiedad, la diáspora, el desarraigo...
Desafiar la percepción
A su vera, Jong Oh ('Silver Rythm') desafiando nuestra percepción con la sutileza de sus formas y la fragilidad de sus materiales, que pasan desapercibidos ante una mirada poco atenta. Puso los pelos de punta a los organizadores, a los que no explicó qué quería realizar in situ en sala para acompañar sus 'folding drawings' y sus 'line sculptures' y se los pone ahora a quien observa la manera tan poética de ocupar el espacio y ponerlo en valor.
Y aunque no forman parte del festival, quizás sí de un hipotético off: no dejen de pasarse por La Naval, donde FOD se ha llevado parte de su estudio romano del último año, o a ARQVA, donde Mar Sáez recupera a esas Vera y Victoria con las que se dio a conocer. En todos los casos, la violencia de 'El juego del calamar', en autóctonos y foráneos, se convierte en páramo de tranquilidad y reflexión.
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