CRÍTICA DE:

'Madre mujer muerta', de Adolfo García Ortega: querer ser el otro

NARRATIVA

Ambientada a finales del siglo XIX, relata la historia de Luis Selva, un médico homosexual, castigado por su deseo, que se cruzará con Galia y su destino hasta extremos irrefrenables

Otras críticas del autor

Adolfo García Ortega (Valladolid , 1958) Óscar del pozo

En su ya dilatada obra como escritor, Adolfo García Ortega (Valladolid , 1958) ha pasado por etapas, si no bien diferenciadas pues es autor de múltiples intereses pero de una refinada coherencia, si distintas en su tratamiento, donde comenzó con una rompedora línea con ... la literatura que entonces se estilaba en orden a encontrar un estilo propio, 'Mampaso', 'Café Ruso', 'Lobo', por aquel entonces estaba entusiasmado con Valery Larbaud y, claro, su A. O.Barnabooth, fueron parte de esa obra que para muchos constituyó una sorpresa e incluso una revelación.

Luego su obra se ha ido decantando a hallar senderos múltiples para incidir en un realismo tan abarcable en su manifestación y tan enorme que casi puede decirse que lo quiere todo.

NOVELA

'Madre mujer muerta'

  • Autor Adolfo García Ortega
  • Editorial Galaxia Gutenberg
  • Año 2025
  • Páginas 249
  • Precio 20 euros

Y de hecho en obras tan dispares como 'El comprador de aniversarios' o 'El evangelista' se encuentra uno con ligazones insospechadas, con el judaísmo por medio como modo de pensamiento, por ejemplo, y en sus últimas obras siempre, de un modo u otro aparecen las nuevas maneras de sensibilidad de que forma parte nuestra cultura.

Así, en 'Madre mujer muerta', pocos títulos revelan como éste el contenido de la narración, el autor vuelve a una suerte de experimento literario como es el de ofrecer una visión realista con visos decimonónicos sobre una historia del siglo XIX pero donde subyace una modernidad de hoy en las sensibilidades de sus protagonistas: Galia Cervino y Luis Selva, un médico homosexual, castigado por su deseo, que se cruzará con Gloria y su destino hasta extremos irrefrenables.

El autor tiene gran facilidad para condensar en un trazo lo que a otros les costaría explicaciones sin fin

Del modo en que Luis se veía se dice: «De sus retazos de lecturas deNietzsche, todas en francés, Selva había sacado la conclusión de que se identificaba con un tipo de hombre a quien el pensador alemán llamaba un 'animal tasador', un hombre de mirada pasiva que sopesaba lo sucedido sin esperar milagros. Alguien que necesitaba medir para comprender, actuar, dejar huella en la acción. Un cicatrizador moral , más bien».

Ante la mirada del fustigador de la Modernidad de los Homais que en el mundo han sido, este animal tasador que es Luus Selva, va en busca de las huellas dejadas por Galia Cervino por el Noroeste español, en que, de paso, se nos muestra de modo claro los signos de esa Modernidad que en nuestro país aún despertaba recelos: «Su primer destino era Bóriz, cabeza de partido de la comarca de la Tumbora, casi en el vértice entre Asturias y Cantabria, un pueblo grande entre montañas y ríos, con ganaderos adinerados y escala de algunos transportes. Había cierta sociedad, materializada en algunos bailes, en diversiones, en un casino y, de tarde en tarde, una ópera». Vale decir, cualquier ciudad con visos de modernidad en ciernes en la España del XIX.

Esta facilidad del autor para condensar en un trazo lo que a otros les costaría explicaciones sin fin, esa afinidad con el detalle es lo que convierte a la figura de Galia Cervino en símbolo de la condición femenina. No digamos ya en la redención que quiere llevar a cabo Luis: convertirse en ella misma. Como colofón de esta muy buena novela encontramos el perfume cervantino de alguien que deja un manuscrito para que lo lea alguien que pertenece ya a los tiempos futuros.

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